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A propósito de la presentación en Medellín del último libro del analista político León Valencia, “Plomo es lo que viene”, hablamos con su autor sobre el contenido de su obra y sobre la realidad política nacional vista desde su mirada.
La política de “Paz total”, establecida en el plan de gobierno del presidente Petro, ha venido trabajando en los diálogos de paz que se dan con el ELN, los cuales has apoyado desde el comienzo; se sabe que estuviste en La Habana conversando con los viejos camaradas del Ejército de Liberación Nacional, avanzando en este proceso. ¿Cuáles fueron los resultados de ese diálogo?
La gran sorpresa para ellos en su vida política y guerrillera fue que por primera vez se sentaron a dialogar con un gobierno de izquierda. “Nos gustan”, dijeron ellos, “algunas cosas novedosas que hace Petro para buscar la paz, como por ejemplo vincular a los Estados Unidos en las negociaciones, la importancia del enfoque regional que se está consolidando desde el diálogo y todas las aproximaciones que está haciendo el presidente con los demás sectores de la lucha armada y con la comunidad internacional”. Ante estos testimonios, yo me vine convencido de que tenían mucho interés en ser parte del proyecto de construcción de paz; aunque es cierto que se advertía de fondo que con el actual presidente, y dadas las particularidades del ELN y sus intereses, la negociación no podía ser la misma que se hizo entre las FARC-EP y el gobierno Santos.
Principalmente, se podía señalar como diferencia en estos diálogos que no se pretendía tener una representación política en las gradas, sino que se estaba haciendo más énfasis en la transformación de lo regional, para que las cosas que se acordaran se fueran implementando y mostrando resultados concretos en pro de mantener en pie el proceso. Al entender estas posibilidades y voluntades, me rodeó el optimismo porque pensé que aquello podía ser completamente viable. Ahora, sin embargo, se evidencia que el panorama está muy mal y nos ha vuelto a entrar el pesimismo.
La implementación del proceso de paz del expresidente Santos era muy distinta a la que está implementando el actual mandatario, Gustavo Petro; en el proceso de paz de Santos hubo académicos puros de la paz y la política, algo que en este diálogo “roto” no se evidencia en igual medida, siendo baja la participación de intelectuales de ese calibre para avanzar en las mesas de paz, ¿eso ahonda el pesimismo?
Sí, la paz de Santos fue un hito que produjo la desmovilización de la guerrilla más vieja del país y del continente; sin embargo, también nos dejó un sinsabor, porque la paz negociada con el gobierno Santos se tragó políticamente al movimiento guerrillero de las FARC. La paz derrotó, con la desmovilización y la entrega de armas, el poder militar de las FARC, pero no les restituyó parte de este poder, pues no los convirtió en actores políticos en los territorios. Y no, lamentablemente no logramos que las FARC sin armas se convirtieran en un complemento mediador importante en la transformación de país y en los demás procesos de paz, presentes y futuros.
¿Esto, sumado a que las FARC no tenían un partido político fuerte y bien consolidado después del proceso de paz, contribuyó a certificar tu respuesta?
Sí, estableciendo que ellos no tenían una conexión directa con la opinión pública. Ejemplo contrario de esto se tiene el caso del M-19, una estructura menor, militar y políticamente, a las FARC, pero que sí contaba con una buena conexión con la opinión pública, logrando sobrevivir a la paz, consolidándose políticamente y consiguiendo lo que se puede considerar el mayor éxito de un ideal político: tener un presidente.
Pero si esto es así y hay un cierto optimismo de tu parte, ¿por qué el título de tu nuevo libro es “Plomo es lo que viene”?
Hay que tener claro que no nos enfrentamos al mismo incendio que había a comienzos de siglo. Actualmente, tenemos unos indicadores de violencia menores en todos los sentidos a los presentados en épocas anteriores; así lo indican los estudios de Pares. Hoy continuamos con algunos leños encendidos que muy probablemente vamos a seguir teniendo; esa es mi tesis, vamos a seguir así largo tiempo y es posible que se produzcan algunas llamaradas como está sucediendo en el Catatumbo, en el Cauca y en el Chocó. Puede que haya más fulgor en el futuro; por eso tenemos que seguir resistiendo en este camino de la paz, para echarle de verdad agua a todos estos leños incandescentes.
¿Es posible que tu optimismo ante la paz parta de tu primera formación católica, recibida de los sacerdotes en Pueblorrico, Antioquia?
Pues, digamos que sí. Por una parte, me ha influido lo que enseña la religión, y por otra, también se debe a mi sangre paisa: nosotros los antioqueños siempre pensamos que a las adversidades hay que darles la vuelta y que si se trabaja duro será buena la cosecha. Por eso, espero que este pesimismo se diluya en buenas noticias para los próximos años.
Pero del actual gobierno, ¿qué podemos esperar?
Yo creo que de aquí al final de este periodo de gobierno no se van a romper totalmente las negociaciones, pienso que se dará continuidad a los diálogos de paz con el ELN, dejando unas mesas instauradas con una hoja de ruta inicial para que el próximo gobierno no parta de cero, ese es mi pensamiento. Puede que Petro vea el éxito cogiendo algunos mangos bajitos del árbol, como por ejemplo lograr acuerdos con “Los comuneros del sur”, grupo disidente del ELN, o con algunas personas de “La Segunda Marquetalia”; incluso, si se empeña en ello, podría llegar a una paz importante en Buenaventura. Podría dejar algunos acuerdos concretos si se esfuerza. Y también dejar instaladas buenas ideas sobre la paz en el país.
¿Qué diferencia hay entre los compañeros del comando central cuando te retiraste de la vida armada con respecto a los que te encontraste en La Habana?
Primero, pude identificar que ellos ya no están por la toma del poder central, no porque se hayan inventado una convicción nueva, sino porque ellos definitivamente ven que no pueden ocurrir las condiciones para una toma completa por medio de las armas. Ellos están, en cambio, pensando en la resistencia desde las regiones, o sea que las cosas que conquisten en la paz mediante los diálogos sean transformaciones para las regiones y de forma política al interior de los clanes políticos, consiguiendo cierto poder regional, lo cual no está mal, ya que eso podría ayudar a la transformación de Colombia; pero se debe definir y decidir qué pueden hacer sin las armas para que su capacidad de incidencia como actores políticos se vea potenciada y se haga sólida.
Aunque haya éxito, no podemos olvidar que hay muchos “Catatumbos” esperando ser copados por el Estado.
Es probable que no se puedan mirar en profundidad todos los frentes, en el país hay once puntos de microviolencias activos; unas veces arden, otras veces se aplacan y a veces nacen en otros sectores, como el nuevo fenómeno que ocurre en la Sierra Nevada de Santa Marta.
De uno a cinco, ¿cómo califica al recién salido ministro de Defensa?
Creo que se merece un tres, porque depuró del Ejército gran parte de la fuerza de corrupción que tenía al interior, al igual que la presencia de violadores de derechos humanos en alguna proporción. Pero no pudo reformar las fuerzas militares, dejándole una raíz a esa mala hierba que puede volver a crecer.
Y al presidente, ¿cuánto le da?
Dejémoslo terminar (risas).
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Por Gustavo Castaño, especial para El Espectador
