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¿Puede hablar el zancudo?

Tatiana Acevedo Guerrero
11 de mayo de 2025 - 05:06 a. m.
"Como en todas las otras historias, la de la fiebre amarilla, nos habla también de cambios nacionales, de fuerzas internacionales y de desigualdades": Tatiana Acevedo Guerrero.
"Como en todas las otras historias, la de la fiebre amarilla, nos habla también de cambios nacionales, de fuerzas internacionales y de desigualdades": Tatiana Acevedo Guerrero.
Foto: EFE - Isaac Fontana
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¿Puede hablar el zancudo? Se preguntó el profesor Timothy Mitchell, en su libro sobre la historia de Egipto. La pregunta hacía referencia al proceso desatado, en 1942, por la Segunda Guerra Mundial. Esta monopolizó la atención de gobernantes y también los recursos económicos de toda la región, mientras que se cocinaba en el país una epidemia de malaria, traída por zancudos (Anopheles gambiae) que se desplazaban con las tropas y las armas entre países y continentes. El insecto también se desplazó gracias a los proyectos de irrigación que se habían construido en la preguerra (represas y canales) y la transformación ecológica que estos conllevaron.

Estas obras de irrigación modernizaron el campo pues proporcionaron agua para monocultivos industriales. Se introdujeron entonces fertilizantes sintéticos que aseguraron mejores cosechas y, para la década de 1930, los campesinos egipcios usaban 600 mil toneladas de nitratos artificiales, importados en su mayoría desde Alemania. Con el tiempo, los campos se hicieron dependientes de estos fertilizantes, cuyos componentes coincidían con aquellos usados en la fabricación de explosivos. Al estallar la guerra, los fertilizantes comenzaron a escasear y los campos produjeron menos alimentos. Con la llegada del zancudo, la epidemia atacó a campesinos que estaban desnutridos y la epidemia causó cientos de muertes diarias en regiones rurales.

Pese a la devastación de la epidemia, Mitchell nos llama la atención sobre cómo la historiografía de la época, que está concentrada en la importancia de la guerra, deja por fuera la importancia de los fertilizantes y el rol de los zancudos.

Esto suele suceder. Cuando leemos sobre la historia de Centroamérica, aprendemos sobre dictaduras y guerras civiles. Y son pocas las narraciones que incluyen al insecticida DDT usado con ahínco durante las décadas de 1950 y 1960 para erradicar los mosquitos transmisores de la malaria (Anófeles), la fiebre amarilla y el dengue (Aedes). Ni sobre cómo durante los 70 y 80, todos estos mosquitos desarrollaron resistencia al DDT y se multiplicaron. Ni sobre cómo el retorno de las epidemias en los 90 coincidió con la dilapidación del sistema de salud, por cuenta de las reformas privatizadoras de la época.

En mi propio trabajo reflexiono sobre el importante papel del Aedes aegypti en la vida cotidiana de las comunidades de Barranquilla metropolitana. Desde finales de la década de 1990, la ciudad se convirtió en el punto de llegada de miles de colombianos, en su mayoría campesinos, desplazados por grupos paramilitares. Los alcaldes y gobernadores de las últimas décadas decidieron no invertir en barrios populares y el servicio de agua se hizo intermitente en varios sectores. Los hogares comenzaron a almacenar agua, que, a pesar de estar tratada y limpia, solía convertirse en un lugar fértil para los mosquitos. Epidemias de dengue, chikunguña y zika se hicieron parte de la cotidianidad, mientras el Ministerio de Salud del gobierno Santos pidió a las mujeres prorrogar sus embarazos y aconsejó a bogotanos y allegados del altiplano tener cuidado al visitar “tierra caliente”.

En los últimos ocho meses se han detectado 75 casos y 34 muertes por fiebre amarilla en Colombia. Aunque el brote sigue estando circunscrito a las zonas rurales y periurbanas y no circula en las ciudades (en lo que los epidemiólogos llaman el ciclo selvático de la enfermedad), su comportamiento ha cambiado, pues ahora tiene presencia en municipios de Caldas y Tolima, donde históricamente no era común. Zulma Cucunubá, del Instituto de Salud Pública de la Universidad Javeriana, nos alerta sobre cómo incrementos en la temperatura y la humedad (resultados del cambio climático) y deforestaciones que llevan al éxodo de primates, abren nuevas áreas a los mosquitos. Otros epidemiólogos denuncian problemas en la vacunación e invitan a gestionar la producción nacional de vacunas. Como en todas las otras historias, la de la fiebre amarilla, nos habla también de cambios nacionales, de fuerzas internacionales y de desigualdades.

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UJUD(9371)12 de mayo de 2025 - 02:24 p. m.
" El zancudo, el único contra el que el gringo no pudo " , se decía en tiempos no muy lejanos....
karl(g3os1)12 de mayo de 2025 - 12:09 a. m.
Una excelente óptica . Cómo todo lo de Tatiana Acevedo . La adoro . Mil , mil GRACIAS
Maritza López de la Roche(18452)11 de mayo de 2025 - 08:10 p. m.
Las obras de infraestructura rimbombante en Barranquilla contrastan con la no solución del problema del suministro de agua en las zonas pobres de la ciudad. (Situación similar o peor en Santa Marta). Como dicen varios lectores, siempre aprendemos con la lectura de esta columna de Tatiana Acevedo.
Carlos Guevara(hxo83)11 de mayo de 2025 - 08:02 p. m.
Buena columna, claro, para quienes logran verla; otros por más que la lean, solo la miran.
Duncan Darn(84992)11 de mayo de 2025 - 06:40 p. m.
Interesante punto de vista, muy bien expuesto en la columna . Gracias Tatiana
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