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Llevamos un par de semanas muy retadoras, confusas y con trayectorias que han tenido giros muy inesperados tanto en el escenario global como en el nacional. Nos asombramos incrédulos al ver lo vertiginoso de los cambios y nos preocupa de manera profunda la magnitud de las consecuencias que aún no logramos dimensionar completamente. En mi columna pasada me referí a los anuncios del presidente Trump y su mensaje sobre la reactivación de las actividades de exploración y explotación petrolera, que sin duda tendrán efectos en el aumento de emisiones de CO2 en un momento crítico. A los pocos días, nos enteramos sobre las decisiones de congelar el presupuesto de USAID mientras se revisan los programas para entender qué tan coherentes y alineados están con las prioridades del nuevo gobierno. Esta situación tiene consecuencias importantes para nuestro país, pero especialmente para las comunidades locales que se han beneficiado de sus programas. Recuerdo, por ejemplo, el apoyo de USAID por allá en 2016 para empezar a diseñar y consolidar las rutas de aviturismo, una semilla que, en menos de una década, germinó y logró posicionar a Colombia como uno de los destinos más reconocidos, pero especialmente con un valioso desarrollo de capacidades locales, que le han cambiado la vida a muchas personas y territorios que son guías y anfitriones. Hoy se encuentran en el limbo programas como Destino Naturaleza, Amazonia Mía, Tierra Dorada, Naturaleza Productiva, entre otros, y eso implica que se quedan en el limbo no solo comunidades, sino también una gran cantidad de técnicos y otras organizaciones que hacen parte de las alianzas que apoyan y facilitan cambios con los recursos y capacidades que facilita la cooperación de USAID.
No salíamos de la sorpresa cuando vivimos otro de los giros abruptos con el Consejo de Ministros televisado, y este fin de semana conocimos la renuncia de la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, de quien tuve el honor de acompañarla como su viceministra. Sin duda, se abre una incertidumbre muy grande sobre la trayectoria de la gestión ambiental, especialmente por la fuerza con la que ella logró posicionar los temas ambientales en el centro de las agendas políticas del país. Eso no había pasado en la historia del Ministerio del Ambiente, salvo lo sucedido con Manuel Rodríguez cuando inauguró el Ministerio. Va a ser muy difícil reemplazar la manera tan brillante en la que ella podía unir el discurso técnico con el discurso político, con tanta pasión y sentido humano.
En medio de tantas incertidumbres que seguirán sucediendo, considero que lo más importante que nos queda a los ciudadanos y a las organizaciones de la sociedad civil es seguir construyendo confianza de manera colectiva, fortalecer el capital social que se ha consolidado gracias a los múltiples liderazgos, a los aportes de la cooperación y a la inspiración de personas como Susana. Tenemos que seguir encontrando la esperanza en las redes construidas y debemos ampliarlas para no dejarnos ganar por el miedo y la inacción. Nuestro país está lleno de procesos que inspiran; necesitamos apoyarlos para que se fortalezcan y puedan prosperar más allá de lo que pase en el mundo de los políticos nacionales y mundiales. Necesitamos que los jóvenes sientan que puede ser fascinante vivir en estas épocas que nos retan a reinventarnos y priorizar lo mejor de la humanidad.
