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Rabo de ají

Thanatos

Pascual Gaviria
04 de junio de 2025 - 05:05 a. m.
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Hace exactamente veinte años, el 4 de junio de 2005, soldados de la Agrupación de Fuerzas Especiales Urbanas (AFEUR) asesinaron a Diego Alfonso Ortiz Muñoz en los altos del barrio La Sierra, en Medellín. Era un joven de veinticinco años que vendía incienso y bolsas de basura por los lados del estadio. La semana pasada, los siete soldados condenados por el crimen en la justicia ordinaria comparecieron ante la JEP. Su inclusión en la Justicia Especial les dio la libertad hace un tiempo. Durante más de cuatro años, en el juicio penal, los soldados y oficiales sostuvieron que Ortiz Muñoz era un delincuente relacionado con bandas y milicias. La versión resultó imposible de creer: ciento ochenta disparos por parte de los uniformados y apenas tres del changón que supuestamente cargaba el joven, tres disparos recibidos de frente y sin embargo su cuerpo caído hacia delante, una marquilla desprendida de la camisa que dejaba la idea de un forcejeo lejano a un combate.

Oír a los soldados reconociendo sus crímenes —son responsables de decenas de ejecuciones en el Área Metropolitana de Medellín— dejó para la familia una triste sensación de vacío. El cierre de la historia entregó desasosiego, temor, impotencia a los familiares que siguieron la audiencia en vivo o por vía virtual. Siempre quedan baches en las versiones y dudas en el perdón, siempre una mirada que dice ser compasiva puede verse como amenazadora, siempre flotará un halo de maldad sobre esas versiones que ahora parecen tan sinceras y tan sencillas.

Thanatos se llamaba el destacamento de la AFEUR al que servían los soldados que mataron a Ortiz Muñoz. “Livianos y sorpresivos”, era el lema de su bandera. En la audiencia todo tiene un aire civil, todo encaja y parece muy sereno y formal. Solo la voz del máximo responsable tiene el vigor del mando militar, cuenta con énfasis, reconoce con fuerza y señala a sus compañeros que intentan justificarse. “Lo que más quiero en esta vida es ser castigado”, dice, esperando una oportunidad en la orilla incierta donde hace veinte años está Ortiz Muñoz.

Lo que queda claro de toda esa ceremonia tan lúgubre y repulsiva, tan horrible y respetuosa, es que el Ejército de Colombia fue durante unos buenos años una máquina asesina de civiles indefensos. La palabra la usaron varias veces varios de los militares. Eso era una maquinaria efectiva, era una máquina grande, la máquina tenía sus formas y sus tiempos. Estoy parafraseando a los soldados. También se oyeron muchas veces las palabras libreto, pantomima, mímica, plan. Se fingía la respiración agitada en el radio oficial, se componía la escena, el comandante asistía al levantamiento, se hacían rápido el papeleo para obtener los beneficios. Unos días de permiso, la tranquilidad de vivir en la IV Brigada en Medellín, los buenos tratos, las condecoraciones, el respeto de los compañeros. El asesinato para sostener una zona de confort.

“Luego de un positivo, cuando pasaban diez o quince días, volvía la presión de arriba, quiubo, ¿les quedó grande o qué? ¿Les llamo a Superman? ¿Quieren irse pa un campo minado en San Vicente del Caguán?”, dice el antiguo comandante. Desde que aterrizó en Rionegro, recién nombrado, le dijeron cómo se hacían las vueltas. Le pareció novedoso y a los dos días estaba “legalizando” los dos primeros positivos. Un soldado, ado con los pillos, conseguía a los jóvenes, rebuscaba las armas, armaba el cuento. “Él era un soldado integral”, dice uno de los comparecientes. Lo mataron hace unos años. Todos coinciden en que la presión era insostenible. Era una obligación habitual: “Eso ya era Control C, Control V”, dijo uno de los oficiales. Al final de la audiencia, algunos de los exmilitares ofrecieron su mano a la hermana de Ortiz Muñoz. Ella no pudo apretar esas manos, apenas dejó caer la suya. Todo terminó el viernes a las seis de la tarde. Mal día y mala hora para ese aire de derrota.

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Alberto Rincón Cerón(3788)05 de junio de 2025 - 12:31 a. m.
Muy impactante. Viva descripción de la ignominia. Gracias, Pascual Gaviria.
osvito(10170)04 de junio de 2025 - 11:33 p. m.
Lo que pasa en el juicio a Uribe ya esta extendiéndose al paramilitarismo, al narcotráfico y a los crímenes de lesa humanidad porque ya empezó el pensamiento complejo a hacer efecto y no habrá impunidad. Colombia puede.
haji(3766)04 de junio de 2025 - 08:18 p. m.
que desolación
Helga66(40077)04 de junio de 2025 - 07:29 p. m.
La guerra se hace para matar. Pero cuando mata el bueno , esto es el Ejército constituida para proteger al civul, suena más que horrible
Ana Maria Ruiz Quiñones(q2pty)04 de junio de 2025 - 06:39 p. m.
Porqué razón Don Pascual omite mencionar al atrtífice de esas conductas, a su paisano el mesías...?
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