Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
¿Qué tendrá el derecho público que algunos de sus cultores han sido longevos? Por lo menos dos de mis profesores en el Externado han pasado la barrera de los cien años. Me refiero a Carlos Restrepo Piedrahita, quien llegó a los 101, y mañana miércoles cumple cien años Jacobo Pérez Escobar. Hay que verlo lleno de vida, en su retiro voluntario de Chía, a donde lo visité con Alfonso Gómez Méndez hace cuatro años. Estaba en pleno goce de sus cinco sentidos, recordando anécdotas, estudiando y escribiendo. Su libro de Derecho Constitucional Colombiano ya va por su séptima edición, actualizado con las normas de la Constitución del 91 que él, como secretario general de esa Constituyente, organizó y además tuvo el mérito de buscar entre tantas cajas dispersas en el Centro de Convenciones uno que otro artículo o parágrafo extraviado y que, gracias a su memoria, recordaba que se había puesto en consideración. La precipitud con que se aprobó, para cumplir el término en que debía entrar en vigencia la Carta, hizo que los constituyentes firmaran hojas en blanco. Se publicaron tres y hasta cuatro versiones con fe de erratas, pero al final se cumplió.
Jacobo Pérez Escobar, igual que nuestro nobel, nació en un hogar modesto de Aracataca. Estudió en la Universidad Nacional —alumno de López Michelsen— y luego se especializó en París, en donde también vivió su paisano. De pronto no se vieron porque no se conocían, pero Gabo sí se encontró con otro del mismo pueblo, amigos desde niños —médico siquiatra—, con quien, al verlo en uno de los tantos bulevares de la ciudad luz, sorprendido, le gritó: “No joda, ¡Aracataca si es grande!”.
Además de catedrático de varias universidades, Pérez Escobar ha sido consejero de Estado, gobernador, funcionario de otros organismos del Estado y finalmente llegó a la Constituyente del 91. Mañana cumplirá el centenario de su nacimiento, rodeado de hijos y nietos —enviudó hace unos años— y, además, de algunos amigos, mucho menores que él.
Estos hombres, cultores del derecho público, pasan de los cien años porque tienen buena constitución.
