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La palabreja circuló en diversos formatos, pero una de sus fuentes rastreables es el Director de Servicios desinformativos de Blu Radio: “panorama del encharcamiento en la Autopista Norte”. En vez de “inundación”, que fue lo que otros vieron y vivieron.
Para no aminorar el tema por semántico, como ya se ha hecho, conviene tomarse en serio las formas de nombrar la crisis en la vía construida sobre un humedal. Desde las palabras escogidas se juegan modelos de ciudad, región y ordenamiento territorial (“la Van der Hammen no tiene nada distinto a cualquier otro potrero”: palabras mayores de un exalcalde menor).
Un buen ejemplo es Carlos Fernando Galán, el alcalde de Bogotá que también gobierna con su propio diccionario. “Las lluvias de la madrugada generaron dos afectaciones en el norte de la ciudad”, explicó como si se tratara de un reporte del tiempo. Con ese diagnóstico tan fino, la reacción no podría haber sido otra que “atender la emergencia generada por las fuertes lluvias en la ciudad”.
Estamos en la lógica de los desastres naturales con que las oficinas de socorro atendían las calamidades. Por poco y la iglesia es llamada a mediar entre el encharcamiento universal y la salud de la carretera que, por supuesto, requiere en esta teología de la autonorte un ensanchamiento para que quepan más carros.
En el lenguaje articulado desde esta orilla política no hay posibilidades de sacar los encharcamientos de la esfera divina en que reposan: “hoy se esperan lluvias” informó Galán en otro servicial reporte del tiempo (la inevitable temporada de encharcamientos). Ni los humanos que habitan los charcos y construyen a sus alrededores ni los humedales que se resisten al descontrol urbanístico hacen parte del informativo noticioso.
Como tampoco sería posible imaginar que el territorio en el que los humedales fueron reducidos a charcos tiene otros usos ancestrales y campesinos posibles. Si de emergencias se trata, además de los bomberos, hay que llamar a la exministra Susana Muhamad.
