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No nos hemos dado cuenta de que somos revividores, esto es, expertos en técnicas de resucitación, pero rara vez como los que brindan primeros auxilios, sino como efecto del azar o accidente.
Ya lo demostró el expresidente Santos cuando afirmó que Petro, a fuerza de equivocaciones, revivió a las FARC, lo cual es verdad. Como también que Santos, sin necesidad, jugó su vanidad al azar y se la ganó la oposición, y tras el trofeo innecesario de un plebiscito para refrendar la paz ya firmada, revivió a Uribe, al autodenominado Centro Democrático y a su peor pesadilla.
Algunas de esas resucitaciones tienen giros cínicos. Por ejemplo, el regreso en cuerpo ajeno del exalcalde de Duitama a través de su flamante expareja. O dramáticos, como el retorno del macabro ‘Plan Pistola’, utilizado por Pablo Escobar hace tres décadas, ahora de la mano siniestra del Clan del Golfo por el control territorial.
Resucitados son los eternos candidatos condenados a la indiferencia popular como Vargas Lleras. Su persistencia solo es equiparable a la de Álvaro Gómez, con muchas menos cualidades; o como Fajardo, cuyas veleidades no tienen comparación.
Aquí mueren y resucitan periódicamente proyectos de ley como la rebaja del salario de los congresistas; o el transfuguismo, la mejor definición de la forma de hacer política en nuestro país; o los residuos de proyectos en busca de la popularidad perdida de alcaldes sin oficio, como la extensión de la rumba en Bogotá.
Aquí reaparecen de repente, zombis de nuestra historia: los símbolos, espadas, alusiones, himnos y metáforas guerreristas, porque no sabemos hacer otra cosa.
Aquí reviven grupos delincuenciales dados por desaparecidos para mejorar indicadores de seguridad en las regiones. Van y vuelven testigos de oficio en juicios penales. Resurgen las zonas rojas después de cinco lustros desteñidos y el populismo renace después de cada aguacero.
Tal vez estos datos contribuyan a que siga bajando el índice de desempleo, sobre todo en ese rubro de cuentapropistas que hoy es mayoritario. Al fin y al cabo, ser revividores forma parte de la impronta nacional.
