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Preguntas, desde la distancia, cómo transcurren los días luego de que el plebiscito dijera “No” a los acuerdos de paz entre el Gobierno y las Farc. Yo no sé…
Asistí a la Plaza de Bolívar el lunes 26 de septiembre para ver a las Farc suscribiendo su renuncia a las armas. El centro de Bogotá esperaba recibir una movilización que nunca llegó a ser masiva. Timochenko habló como político desde Cartagena, pero sus palabras llegaban a destiempo a las tres pantallas que estaban dispuestas sobre la plaza. Los ecos de su voz ofrecieron perdón por el dolor que las Farc hubiesen podido ocasionar, en una construcción gramatical que develaba algún cambio sobre el último borrador. Al cierre de su discurso, el estruendo de tres aviones Kfir irrumpió para saludar la paz…
La diferencia entre el Sí y el No fue de apenas 60.396 votos. Acaso se rindió una ofrenda más a ese Estado de derecho que exorciza sus fantasmas en lenguajes apocalípticos —el “castrochavismo”, la “ideología de género”—. Otros sospecharon de las facultades que obtendría el presidente para reformar la Carta Magna y de los poderes del tribunal que habría conocido los asuntos de la justicia de transición. Muchos vieron en la paz un eslogan desgastado por un gobierno distante. Acaso el país urbano votó dando la espalda al país rural de la guerra, pero el “No” pronunciado en Caquetá sigue siendo un desafío que invita a pensar en más de dos países.
Uribe, senador en campaña, cerró el domingo presentándose como líder natural de toda disidencia. “Democracia”, “crisis”, “unidad”, “constituyente”; que se rescate —se escucha decir— el léxico de la seguridad nacional y del narcoterrorismo. El lunes transcurrió entre el desconcierto de la Casa de Nariño y un Capitolio que rindió pleitesía al jefe del Centro Democrático como el ungido para “corregir” los acuerdos de paz. Sin concretar una propuesta, Uribe convocó a Santos ante las cámaras; el miércoles, al cerrarse estas líneas, desfila por Palacio el vencedor del plebiscito con su baraja de precandidatos y de aliados para las presidenciales de 2018. El cese bilateral del fuego entre Fuerza Pública y Farc ha empezado a diluirse en un horizonte precario.
Podrá parecerte que los últimos días se han sucedido vertiginosos. No lo sé… Los días parecen confundirse en un solo presente, en la trama de jefes antagónicos que buscan perpetuarse mediante rituales de polarización y de pactos entre caballeros. La reconciliación de la sociedad colombiana —el reconocimiento de experiencias y de culpas entre quienes se han confrontado en la guerra; el tránsito de esos traumas hacia la justicia y hacia una historia compartida por la nación— acaso tendría cabida en ese acuerdo. Bien podría parecerse a un nuevo Frente Nacional: grueso servicio le continuaría prestando el 62,69 % de abstención del domingo.
Esta perplejidad es nuestra patria: nos persigue al partir y nos embriaga al quedarnos; y restamos en los días de nuestra democracia que parecen idénticos los unos a los otros, sin historia.
