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Que por qué está mal ponerle consignas de oposición al gobierno a la escultura que Feliza Bursztyn le hizo a Gandhi, pregunta un representante del Centro Democrático. La respuesta es fácil, pero hay que volver en la historia para entenderla.
En 1930, Mahatma Gandhi lideró una protesta pacífica recordada como la Marcha de la sal. En ella, se enfrentó a los abusos racistas del colonialismo inglés, conocido como el Raj británico. De ahí surgió el concepto que guiaría su pensamiento independentista: Satyagraha. Para algunos, “insistencia de la verdad”; para otros, “fuerza del alma”; para todos, la práctica de la desobediencia civil no violenta. Gandhi demostró que es posible exigir derechos y enfrentarse a los opresores sin agredirlos, sin dispararles, sin humillarlos, cosa que no aplica a la inversa, ya que el Raj británico lo encarceló, lo persiguió y abrió fuego durante sus protestas.
En 1971, Feliza Bursztyn, escultora colombiana y partidaria de la izquierda radical –según dijo en una entrevista concedida a la periodista Margarita Vidal– realiza una escultura pública titulada Homenaje a Gandhi. Es una suerte de tótem no figurativo hecho con chatarra y metal que actualmente se encuentra ubicado en la carrera 7ma con calle 100, en Bogotá.
Diez años más tarde, Bursztyn fue acusada por el Estatuto de Seguridad del gobierno de Turbay Ayala. El 24 de julio, los militares, obsesionados con declarar como enemigo a cualquier pensador de izquierda, allanaron su taller, asegurando que colaboraba con el M-19 y le servía de enlace con Cuba. Tras no encontrar nada, Bursztyn tuvo que exiliarse, primero en México y luego en París.
Volviendo a la pregunta del congresista: vandalizar una escultura no es solo destruirla o dañarla. Es, también, violentar su significado y pasar por encima de los principios que representa: el poder del pueblo, el anticolonialismo, el pensamiento de izquierda, el pacifismo, la rebelión, la igualdad. Formar un campamento con consignas de extrema derecha, puestas en manifiesto por un partido político que pocas veces ha estado en favor del pueblo, es ignorar el contenido político del arte y relegarlo a fines puramente estéticos. Es atentar contra la memoria de Bursztyn, contra sus banderas y contra sus ideas.

Por Laura Galindo
