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¿Qué piensan y sienten los jóvenes en Colombia?

Julián de Zubiría Samper
23 de agosto de 2022 - 05:01 a. m.
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Desde enero de 2020, la Universidad del Rosario y Cifras y Conceptos vienen adelantando una muy interesante investigación para conocer las percepciones, frustraciones y expectativas de los jóvenes colombianos. Hasta la fecha han encuestado a 11.085 jóvenes en 18 ciudades del país. La idea de la presente columna es sintetizar y comentar sus cuatro conclusiones principales.

Primera: los jóvenes desconfían profundamente de las instituciones.

Durante el gobierno de Iván Duque la desconfianza de los jóvenes frente a las instituciones llegó al nivel más alto en la historia. La imagen de Duque era tan negativa como la que tenían del ELN o Nicolás Maduro. También se desplomó la imagen de Álvaro Uribe, en parte por el mal gobierno del Centro Democrático, pero también por sus graves líos judiciales. Los jóvenes dejaron de creer en las instituciones, muy especialmente en el Congreso, los partidos políticos y la Presidencia, porque los identificaron como focos de la corrupción. Tenían argumentos de sobra, en tanto llegamos al extremo de que sectores muy cercanos al gobierno saquearan los recursos destinados a la paz. También les quitaron a los niños campesinos una parte de los recursos para la comida y la conectividad que garantizaría el derecho a la educación durante la pandemia.

Las únicas instituciones en las que hoy creen los jóvenes son las universidades públicas y las privadas. Creen profundamente en sus maestros y en la manera como los estudios universitarios les cambiarán la vida.

El reto del nuevo gobierno es inmenso, pues tendrá que trabajar para que retorne la confianza frente a las instituciones y para que los jóvenes recuperen la esperanza perdida.

Segunda: las emociones de los jóvenes están altamente relacionadas con su posición ideológica.

En estos dos años y medio ha sido evidente que los jóvenes más cercanos a la izquierda han sentido una profunda tristeza y frustración con el gobierno de Duque y enorme alegría y esperanza con la llegada del nuevo gobierno. Al tiempo, los jóvenes más cercanos a la derecha –un grupo relativamente pequeño– sienten actualmente mayor incertidumbre y desconfianza.

Para nadie es un misterio que los jóvenes fueron quienes rechazaron la continuidad del Centro Democrático en el poder. El proceso de paz con las FARC y el voto juvenil en 2022 inclinaron la balanza hacia la izquierda por primera vez en la historia del país. Ese riesgo lo había previsto el Centro Democrático y de allí su tenaz, agresiva y falaz oposición al proceso de paz adelantado durante el gobierno de Juan Manuel Santos.

Dos décadas atrás, Jaime Garzón invitaba a los jóvenes a que se hicieran cargo del destino de su nación porque, argumentaba, eran ellos eran los únicos que podían frenar la corrupción y consolidar la paz y la democracia. No hay duda, Garzón estaría cantando y celebrando el rechazo de los jóvenes a la continuidad de un régimen que no hizo nada para parar la guerra y que, por el contrario, dio las órdenes para que se cometieran innumerables actos de barbarie y atrocidad que han salido a la luz gracias al valiente y riguroso trabajo de la Comisión de la Verdad.

La apatía política y electoral que vivimos en las décadas anteriores fue transformada en ira e indignación en las calles en 2019 y 2021 y en votos en 2022. En octubre de 2016, el 81 % de los jóvenes se abstuvo de participar en el plebiscito por la paz, mientras en junio de 2022 un porcentaje similar castigó con su voto a los partidos tradicionales y al Centro Democrático.

Tercera: las condiciones socioeconómicas son determinantes en las emociones juveniles.

Los jóvenes de estratos bajos expresan más las emociones. Esto implica que experimentan en mayor medida alegría y sorpresa, pero también tristeza, ira y miedo. Lo contrario sucede con los estratos altos: manifiestan menos sus emociones. En este aspecto, no hay diferencias según género.

Los jóvenes se tomaron las calles en 2018 para defender el derecho a la educación y en 2019 en defensa de la paz, el medio ambiente y la democracia. El gobierno Duque intentó hacerles conejo conformando lo que pomposamente llamó “Mesas para el diálogo nacional”, en las que solo se escuchaba a sí mismo y a sus amigos. En esa época publicaba mis columnas en la Revista Semana y en la que analicé este tema la titulé “Un país en busca de esperanza que no ha aprendido a dialogar”.

La pandemia y el llamado “diálogo nacional” aplazaron la explosión social, pero la crisis siguió latente. Mayo de 2021 será recordado como un punto de inflexión en la historia de Colombia. La evidencia del estudio es muy clara: en ese momento se desplomó la alegría de los jóvenes colombianos. De allí el título de una nueva columna: “Las emociones de los jóvenes en alerta roja”.

La descompensación socioemocional generada por la pandemia y un muy mal gobierno habían desatado la crisis. El gobierno Duque le hacía conejo a la democracia al elegir a sus grandes amigos y subalternos en los organismos de control del Estado. Para completar, mentía sin rubor en el exterior diciendo que protegía la paz y la naturaleza, mientras se generalizaban las masacres, el asesinato de líderes ambientales y la deforestación en el país. Su desconexión con la realidad era tan alta que llegó a presentar una reforma tributaria que gravaba principalmente a los sectores medios de la población, después de haber convertido en ley todas las exenciones que les había dado a los grandes capitales.

El desencanto de la juventud con el gobierno llegó a su punto máximo y el pesimismo se generalizó a niveles nunca vistos.

Aunque la esperanza y la alegría suelen ser las emociones dominantes en los jóvenes, en mayo de 2021 lo dominante eran la ira, la tristeza y la desesperanza. Tan solo para el 5 % de ellos la alegría era la emoción dominante. Sin duda, a mediados de 2021 vivimos una explosión de indignación que el expresidente Duque todavía no ha comprendido. Nunca aprendió a escuchar.

Cuarta: las mayores preocupaciones de los jóvenes son empleo, calentamiento global y educación.

Gustavo Petro entendió el momento histórico que estamos viviendo y dirigió su discurso con especial énfasis hacia la juventud. Les ofreció una paz amplia, que garantizara una convivencia más pacífica, mayor actividad económica y mejor empleo. Al mismo tiempo, les prometió estudios universitarios y un compromiso total para enfrentar el calentamiento global. La mitad de ellos ni estudiaba ni trabajaba. En ese contexto, sus propuestas fueron muy bien recibidas. Francia Márquez completó la tarea al acercar al Pacto Histórico a las poblaciones marginadas y discriminadas del Pacífico colombiano. También es evidente que Petro lidera un proyecto más maduro, incluyente, pragmático y democrático que el que tuvo en la Alcaldía de Bogotá.

En campaña, Petro ofreció un millón de cupos en las universidades y tres días después de su triunfo publicó un trino para pedirle a la clase política que le indicara dónde había lotes para comenzar a construir sedes universitarias. Cualquier educador sabe que lo esencial de un proyecto educativo es el equipo que lo llevará a cabo y las ideas que plasmará, no el lote en el que se construya. Se necesitará formar nuevos rectores, decanos, psicólogos y profesores, desarrollar complejos análisis de necesidades por regiones y carreras, así como múltiples estudios de factibilidad. Las ideas y el trabajo en equipo son la esencia de un proyecto pedagógico. No los lotes.

Petro no podrá cumplir su promesa de campaña. Ya el ministro Alejandro Gaviria ha dicho que se compromete a crear 500.000 nuevos cupos universitarios, la mitad de lo propuesto durante la campaña. Aun así, sigue siendo una meta excesiva. Falta dinero, planeación, estudios de factibilidad, formación, reflexión, conectividad, selección y trabajo en equipo. No olvidemos que de los 1.000 jardines infantiles prometidos durante la alcaldía de Petro en Bogotá tan solo se construyeron 24.

Sin embargo, lo que hay que reconocer es que retornó la alegría, la ilusión y la esperanza a las nuevas generaciones. Cambió el clima emocional de los jóvenes y la posibilidad de una paz más amplia ahora sí es real. Sin estas emociones y condiciones no es posible construir nación. Hasta el momento, ese es el enorme mérito de Gustavo Petro y Francia Márquez. Con creces lo están cumpliendo. Los nombramientos que han hecho indican que, en general, se están rodeando con gente altamente comprometida, con amplia experiencia y formación. Es enorme la diferencia frente al gabinete anterior.

La gran ventaja que tiene Petro es que el anterior presidente “le dejó la vara muy abajo”. Duque le incumplió a la paz, la educación y la democracia. La gran desventaja es que las expectativas que tienen los jóvenes son desproporcionadas. También serán muy altas las tensiones con quienes han dirigido el país y las que emerjan en el interior del Pacto Histórico. Además, los recursos humanos y financieros para adelantar las reformas necesarias son muy limitados. De todas maneras, se cumple con dos condiciones esenciales: el compromiso del gobierno y el retorno de la esperanza en los jóvenes del país. De manera más lenta, pausada y reflexiva nos encaminamos a construir una mejor sociedad para vivir. De eso no hay duda.

* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)

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