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Para iniciar la reflexión sobre la tasa de natalidad quisiera invitarlos a pensar en los profundos cambios culturales que están surgiendo con el aumento del número de familias con un solo hijo o ninguno. ¿Desaparecerán las familias extensas al generalizarse el matrimonio entre dos hijos únicos? ¿Los hijos actuales se estarán volviendo menos empáticos al carecer de hermanos, familias extensas y vecinos? ¿Marchamos hacia un mundo cada vez más individualista?
La tasa de fertilidad viene cayendo en el mundo. En 1960, una mujer tenía en promedio cinco hijos. Hoy el promedio es de dos. La caída es mayor en Colombia. Para 1960, una mujer en el país tenía en promedio seis hijos, el mismo número que en China o África. En 2022, tenía 1,6 hijos, el mismo número que en China, pero menos de la mitad de los que tienen las mujeres en África. Esta disminución en China es el resultado de una muy agresiva política adoptada por el gobierno en 1970: la política del “hijo único”. Hasta 2015 no fueron autorizados los hermanos. En Colombia, la tasa de fertilidad se ha reducido de manera muy similar en las últimas dos décadas, pero sin que ello obedezca a una imposición del Estado.
Como es un fenómeno mundial, las explicaciones tienden a ser similares en diferentes lugares. Podríamos destacar cuatro factores comunes a nivel internacional.
Primero. El empoderamiento de la mujer. Con excepción de los países musulmanes, el nivel educativo de la mujer ha venido creciendo de manera significativa. Hoy, el porcentaje de mujeres graduadas de la básica y la superior es mayor que el de hombres en casi todos los países del mundo. Más años de escolaridad implican que las mujeres aplazan su maternidad. Hoy la edad media a la que las madres dan a luz en Colombia es 27 años; en Europa y Estados Unidos es superior a los 30. Una mujer con mayor nivel educativo tiende a tener mejor nivel de ingreso y alimentación y más a métodos anticonceptivos. Esto ha sido ampliamente verificado en diversos estudios, entre ellos los realizados por el premio nobel de economía Amartya Sen, quien estudió el caso de la India en su texto Desarrollo y libertad (1999).
Segundo. La creciente vinculación laboral de la mujer. Las mujeres han venido participando cada vez más en la fuerza laboral. Nuevamente la excepción son los países musulmanes. El mayor nivel educativo unido a expectativas laborales más altas tiende a disminuir el deseo de las mujeres de permanecer en casa cuidando a sus hijos. Cambia su rol en la sociedad y adquieren más derechos, libertad y oportunidades. Ahora ellas construyen proyectos de vida personales. Para realizarlos, es esencial disminuir el número de hijos.
Tercero. Disminución de la tasa de mortalidad infantil. La disminución de la mortalidad infantil es uno de los mayores logros de la humanidad en el último siglo. En 1880 las tasas de mortalidad de los niños nacidos antes de los 5 años eran superiores al 60 %. Hoy son inferiores al 1 %. Si mueren muchos niños en los primeros años, es más probable que las madres deseen tener otro hijo porque el que nació antes no permaneció con vida. De allí que la disminución que hemos visto en la tasa de mortalidad infantil se asocie con la disminución en la tasa de fertilidad.
Cuarto. Implementación exitosa de programas de planificación familiar. Si bien factores religiosos pueden retrasar la disminución de la tasa de fertilidad en algunos lugares del mundo –como sucede, por ejemplo, en África–, es claro que, en Colombia, Profamilia ha tenido un destacado proceso de expansión y ha logrado generalizar los métodos de anticoncepción en diversas regiones, grupos etarios y estratos sociales. La mayoría de las mujeres en Colombia ha accedido a métodos anticonceptivos modernos y efectivos. Afortunadamente ellas pueden tener el número de hijos que desean. Eso mejora la calidad de vida, su felicidad y la de sus familias.
Según el DANE, en 2024 nacieron 445.000 bebés, mientras que en el año 2000 habían nacido 752.000. Esto implica una reducción del 40 %. La natalidad va en picada.
Además de los factores anteriores, hay algunos propios de los países con mayor caída en sus tasas de natalidad. En el caso colombiano se pueden agregar otros tres:
Quinto. Disminución del embarazo adolescente. En Colombia encontramos una sensible disminución en el embarazo adolescente en la última década. Frente a 2014, en 2024 observamos una caída del 51 % en los nacimientos de hijos con madres entre 14 y 19 años. Hoy hay más conciencia en la sociedad de que a estas edades las madres no tienen las condiciones físicas, socioeconómicas y emocionales para dar a luz ni para cuidar adecuadamente al recién nacido. En esta situación, es muy alta la probabilidad de que reproduzcan la pobreza y agraven su infelicidad y la de sus hijos.
Sexto. Desesperanza. Traer un hijo al mundo es un acto de valentía y confianza en el futuro de la humanidad. Al fin y al cabo, ellos suelen quedar cuando nosotros partimos. La nueva juventud es más práctica y menos optimista. Es ansiosa y vive con miedo. Así han sido criados y así perciben el mundo en medios y en redes. Sienten que la vida corre serio peligro en la Tierra por el calentamiento global. No es un contexto que invite a traer niños al mundo.
Un dato muy interesante lo revela Jonathan Haidt en su libro La generación ansiosa (2025): aunque las familias actuales tienen menos hijos, en total dedican más tiempo a la crianza de su hijo único del que dedicaron sus padres y abuelos a educar familias más amplias. Eso pasa porque viven con angustia, ansiedad y miedo permanente. En consecuencia, no los quieren dejar solos ni un minuto.
Según el décimo estudio de la Universidad del Rosario y Cifras y Conceptos sobre lo que piensan y sienten los jóvenes de 18 a 24 años en Colombia, podemos concluir que en noviembre de 2024 el 78 % desconfiaba profundamente de los partidos políticos y los influenciadores digitales. Así mismo, el 71 % lo hacía de los líderes religiosos cristianos y el 66 % del Congreso. Prácticamente solo confiaban en sus maestros y en las universidades públicas y privadas, y un poco en la Registraduría, las fuerzas militares, la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía General.
Sus emociones estuvieron en alerta roja durante el gobierno de Iván Duque, cuando lo dominante era la tristeza y la ira y estaba desapareciendo la alegría. La han recuperado y ha mejorado su esperanza. Aun así, uno de cada cinco sigue sintiendo miedo, tristeza o ira. Todavía no es un panorama esperanzador.
Séptimo. Individualismo. Las nuevas generaciones priorizan su realización individual, profesional y personal, así como el disfrute de la vida, en lugar de formar familias numerosas. Quieren destinar sus ingresos a su educación, su recreación, sus bienes, sus mascotas y sus viajes. Sin duda, como lo sabemos todos, un alto número de hijos dificulta cumplir con esas expectativas personales.
Hoy en Colombia existen nueve millones de menores de 12 años y cerca de siete millones de perros y gatos. Las mascotas acompañan a las nuevas familias y les generan gastos por alimentación especial, juegos, asistencia a colegios, consultorios y guarderías. Aun así, no limitan tanto los proyectos de vida personales, que siguen siendo la prioridad de los jóvenes actuales.
