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En la presente columna analizo la tesis a la que llega el destacado psicólogo Steven Pinker después de estudiar de manera rigurosa la tendencia de la violencia a lo largo de la historia. Su conclusión es muy interesante: “Estamos viviendo en la época más pacífica de la existencia de nuestra especie”.
En Deuteronomio, según la Biblia, Dios ordena a los israelitas que marchan hacia la tierra prometida destruir por completo a los cananeos y otros pueblos: “No dejarás con vida nada que respire, sino que destruirás por completo a los hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos, tal como el Señor tu Dios te ha mandado”. En la Ilíada, el rey Agamenón manda a asesinar a todos los troyanos, incluso a los que sus madres llevaban en el vientre. En el Evangelio de Mateo del Nuevo Testamento vuelve a aparecer la idea del asesinato masivo de niños menores. Según el libro sagrado, Herodes manda ejecutar a los niños recién nacidos en Belén porque temía la profecía de que nacería un “rey de los judíos” que pondría en peligro su trono.
La guerra y la violencia han acompañado la vida humana. A nivel científico, los estudios antropológicos estiman que el 15% de la población de cazadores y recolectores murió de manera violenta por enfrentamientos con otros hombres. Esto lo concluyen tras estudiar el estado de sus huesos.
Antes de que se dividiera el Imperio romano, 34 de los 49 emperadores fueron asesinados. Así mismo, entre los años 600 y 1.800 uno de cada ocho reyes europeos fue asesinado mientras ejercía el cargo. Suerte similar corrieron los aristócratas ingleses en los siglos XIV y XV: una cuarta parte de ellos murieron en enfrentamientos, en buena medida porque estaban armados. Lo mismo sucedió con la gran mayoría de la población que vivía permanentemente en guerra: ¡entre los países europeos se contabilizaron en promedio dos conflictos nuevos por año en los últimos 1.100 años de historia!
Solo en España se estima que la Inquisición condujo a la muerte a 350.000 personas. En el caso de Francia y Alemania, se calcula que unas 100.000 “brujas” fueron asesinadas. Una verdadera tragedia de dimensiones impensables si se tiene en cuenta que ellas no habían cometido ningún delito. Tan solo se habían atrevido a pensar de manera diferente. Así mismo, entre dos y nueve millones de personas fueron asesinadas por el mismo “delito” durante las Cruzadas.
Pese a lo anterior, la gran mayoría de personas cree que el mundo actual es más violento e inseguro que en el que vivimos siglos atrás. Sin embargo, la más completa investigación científica que se ha realizado al respecto concluye que esas inferencias son completamente equivocadas.
Steven Pinker es uno de los psicólogos cognitivos más importantes del mundo actual. En su libro Los ángeles que llevamos dentro (2012) comparte el estudio científico más riguroso que se ha realizado sobre la violencia a lo largo de la historia. Bill Gates lo considera el libro “más inspirador” que ha leído en su vida. La conclusión es impactante: “La reducción drástica de violencia tal vez sea lo más importante que ha ocurrido en la historia de la humanidad”. El autor sustentará que, contrario a lo que suele creerse, estamos viviendo el periodo más pacífico y seguro de la historia. Aun así, es un texto de 1.146 páginas, de allí que, en un mundo acostumbrado a leer trinos de máximo 248 caracteres, es fácil concluir que muy pocos lo han leído.
En Europa, en el siglo XIV, se estimaba que 30 de cada 100.000 personas morían asesinadas cada año. Esta cifra pasó a 20 para el siglo XVI, a 3 para el siglo XVIII y es cercana a 1 en la época actual. Es decir que, en la actualidad, el número de homicidios en Europa es treinta veces inferior al que tenía siete siglos atrás. Aun así, los europeos no son conscientes de eso y en 2015, cuando se les preguntaba si estamos mejorando o empeorando frente a la manera en que vivíamos unas décadas atrás, el 71% de los ingleses pensaba que estábamos empeorando.
Es cierto que subsisten múltiples violaciones a los derechos de las personas en infinidad de naciones, comenzando por el derecho a la vida. Sin duda, seguimos padeciendo guerras, homicidios y tragedias. El calentamiento global es un fenómeno cada vez más complejo. Sin embargo, los avances que hemos vivido desde la Segunda Guerra Mundial son profundamente significativos. Lo mismo se concluye si se investiga la economía, el desarrollo humano, la violencia en instituciones como la escuela o la familia o los homicidios y violaciones que se presentan en las calles.
En EE. UU., por ejemplo, partiendo de un índice de 100 en 1974, el número de violaciones registradas en 2006 por cada cien mil habitantes, era cinco veces menor. Con la violencia familiar sucede algo similar, con un índice de 100 en 1993, la violencia hacia la mujer por parte de su esposo había bajado a 43 para 2006. Falta mucho, sin duda, pero la tendencia positiva es innegable.
Aun así, si es tan clara la disminución de la violencia, la pregunta obvia es por qué tanta gente cree que vivimos en un mundo cada vez más violento e inseguro. Habría tres razones principales:
Primero. Tendemos a sobrevalorar los hechos más recientes. Además, la población total es mayor. Pocos sabemos que, por ejemplo, en el siglo VIII, en la guerra de siete años contra la dinastía Chang, en China murió el 5% de la población mundial, lo que sería equivalente a la muerte de 429 millones de personas en una guerra en la actualidad.
Segundo. Los medios de comunicación y las redes, casi sin excepción, hablan en todo momento de asesinatos, tragedias, robos, violaciones, guerras y epidemias. Para desgracia humana, aprendieron que el amarillismo es el mejor de los vendedores. Siendo así, es comprensible que la mayoría de la población sienta que vivimos un mundo en extremo peligroso. No es que sea así, pero eso es lo que nos repiten los medios y las redes todos los días.
Tercero. Hoy son más visibles las violencias. Las vemos y denunciamos. Antes estábamos connaturalizados con ellas. En los colegios, hasta hace unas décadas, rectores y profesores humillaban y maltrataban a los niños. Ante eso, los jóvenes –como buenos aprendices– a diario intimidaban y excluían a sus compañeros. Hoy todos los ojos de la sociedad están vigilantes para que eso no suceda. Lo mismo pasa con la violencia familiar y las violaciones. Muy importantes movimientos sociales trabajan para frenar los feminicidios, la pederastia y el abuso a los menores. El siglo XX pasará a la historia como aquel en el que más se luchó por los derechos de las mujeres, los niños y las minorías.
En este contexto, ¿qué factores han permitido entonces la disminución de la violencia?
Según Pinker, se ha logrado reducir significativamente la violencia por el fortalecimiento de la justicia. Sin duda, la impunidad favorece la violencia y la inseguridad. Eso ha sido estudiado y se conoce como la “Teoría de las ventanas rotas”. Así mismo, destaca la expansión de los derechos desde la Ilustración y el cambio cultural de la humanidad que, cada vez más, valora la razón, los derechos humanos, el intercambio económico y la paz.
Las derivadas de su libro son elocuentes para la sociedad: debemos seguir consolidando el cambio cultural, promoviendo una educación que asigne mayor énfasis a la razón, a la moral, al control de impulsos y a la empatía de las nuevas generaciones. Esos son, según el lenguaje de Pinker, los ángeles que nos podrían ayudar a seguir trabajando para que disminuya la violencia en la Tierra. El reto continúa, pero no hay duda de que vamos por muy buen camino. Para quienes no lo reconocen sería aconsejable que lean más, que vean menos noticieros y que participen menos activamente en las redes.
*El autor de esta columna es director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)
