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¿Cómo afecta a nuestro cerebro la lectura en pantallas?

Julián de Zubiría Samper
22 de abril de 2025 - 05:00 a. m.
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La neuropsicóloga estadounidense Maryanne Wolf ha escrito un hermoso libro titulado: Lector, vuelve a casa. El texto recopila nueve cartas a lectores imaginarios. Como leemos cada vez más a través de pantallas, ella ha querido indagar sobre los efectos que este fenómeno podría tener en nuestro cerebro.

Según el estudio sobre hábitos de lectura de la Cámara Colombiana del libro realizado en el 2023, la mitad de los jóvenes colombianos de 18 a 24 años que lee libros lo hace exclusivamente en formato digital y el 19% lo hace en ambos formatos. El dato es más relevante cuando hablamos de la manera en la que nos informamos. El estudio Save The Children es contundente al respecto: en España, el 60% de los adolescentes mayores de 14 años recurre a redes sociales, mientras que solo el 5% consulta la prensa en papel.

El contexto anterior produce diversos cuestionamientos, pues lo que recientemente ha encontrado la ciencia es que el impacto de la lectura en pantallas en los lectores novatos puede ser devastador para la comprensión lectora y el pensamiento crítico. Veamos por qué.

Primero. Deteriora la atención. Nuestros computadores permanecen conectados a diversas plataformas y videojuegos que están abiertos simultáneamente con nuestras lecturas. De esta manera, mantener el hilo de las ideas que leemos es en extremo difícil. Además, dada la estructura fractal que tienen las redes, con enorme frecuencia saltamos entre diversos temas, videos y documentos sin profundizar en ninguno. Esta situación es mucho más difícil para un niño o adolescente que hasta ahora está iniciando la adquisición de sus competencias comunicativas.

El neurocientífico Stanislas Dehaene ha concluido que el primer pilar del aprendizaje es la atención. Desafortunadamente, esta habilidad psicológica superior viene en declive en las últimas décadas. La mayoría de niños, niñas y jóvenes presenta graves déficits de atención porque se enfrentan simultáneamente a múltiples tareas y estímulos. Estamos adquiriendo -como lo llamó Howard Gardner-, una mente de “saltamontes”.

Hoy la mayoría de niños y adolescentes tienen muy bajos niveles de concentración. En general, leen poco, pero ojean y opinan mucho. En sus conversaciones y lecturas cambian de tema, videojuego o plataforma, casi sin pestañear. En consecuencia, aprenden poco porque aunque están expuestos a infinidad de informaciones, poco contrastan, reestructuran o reelaboran. El problema es que, si aprenden poco, cada vez serán más influenciables y manipulables; es decir, menos autónomos.

Segundo: Debilita la empatía. La empatía es la capacidad para ponernos en el lugar de los otros, de gozar con sus alegrías y de preocuparnos por sus problemas. Todo indica que viene en declive debido al creciente deterioro de la socialización, en parte por la generalización de los hijos únicos y también por la emergencia de plataformas que remplazan la vida social. Sara Konrath y su equipo de investigación de la Universidad de Stanford estima una caída del 40% en la empatía en los jóvenes durante las dos últimas décadas. Las pantallas, las selfis y la exposición de la vida propia en plataformas, fortalecen el yo y debilitan el nosotros.

Al incluir la empatía, estos estudios reivindican la dimensión socioafectiva, esencial en la formación de actitudes favorables ante la lectura. De hecho, para los enfoques socioculturales la lectura es un acto de humanización, descentración y sobre todo una acción comunicativa.

Tercero: Deteriora el lóbulo prefrontal. Este lóbulo es el encargado de funciones como la toma de decisiones, la gestión emocional, la planificación, la atención voluntaria y el autocontrol. La psiquiatra Marian Rojas Estapé ha explicado de manera profunda y sencilla cómo la sobreexposición a pantallas frena su desarrollo y los jóvenes siguen –como si siguieran siendo bebés- dependiendo de la luz, el sonido y el movimiento para no sentirse aburridos. Es por eso que las redes los atrapan. Lo anterior sucede porque las pantallas generan dopamina de forma rápida y constante, lo que debilita en niños y jóvenes la tolerancia a la frustración, haciéndolos más impulsivos y menos capaces de concentrarse, planificar y de gestionar el tiempo libre o la sensación de aburrimiento. Toda actividad que no tenga luz, sonido y movimiento, les parece poco llamativa. En consecuencia, jóvenes sobreexpuestos a pantallas tienen un sistema emocional menos desarrollado pues no logran tramitar adecuadamente sensaciones como el fracaso, el aburrimiento o la frustración y se vuelven drogodependientes emocionales hipnotizados por el vértigo de las pantallas.

Cuarto: Dificulta el desarrollo de procesos metacognitivos. En la lectura es esencial cultivar el “ojo tranquilo” de manera que nos ayude a reflexionar y reelaborar ideas. Federico Nietzsche y Estanislao Zuleta hablarán de la necesidad de rumiar los textos. Para eso es muy importante subrayar usando diversos colores, comentar, anotar y volver la vista atrás para retomar palabras y páginas previas. Estos procesos son relativamente sencillos de lograr en un texto impreso. En la lectura en pantallas, por el contrario, es más difícil. Aunque es posible requiere una experticia que no tienen niños y adolescentes.

Cuarto. Limita la conversación. La lectura es un proceso de diálogo con los escritores. Mis ideas, actitudes, prejuicios, procesos y teorías, interactúan con los autores que consulto. De allí que, sin conceptos previos, la lectura comprensiva se torna muy difícil, equívoca y lenta.

Irene Vallejo escribió en 2024 una bella columna en la que comenta el declive de la conversación moderna. Ha dicho que “el inconveniente de esta edad de oro de la comunicación y la información, es que no hemos aprendido a hablarnos”. A través de las pantallas por lo general nos insultamos, segregamos y agredimos, pero no solemos conversar. Hoy sabemos que, como dice Yuval Harari, la indignación y el odio venden más y “logran implicar más a los s”. Jean Piaget usó la expresión: “monólogo colectivo” para referirse al diálogo entre niños: cada uno habla, pero ninguno escucha realmente. Hoy esa expresión es vigente para los jóvenes y adultos que dialogan en redes.

Por lo general, en redes se leen textos cortos y sin matices. Las plataformas están atosigadas de entretenimiento superficial. Rápidamente los mensajes envejecen y se desactualizan. Para entender eso es importante tener presente que leemos y escribimos con el cuerpo y con los sentidos. Un libro impreso se lee, toca, oye y percibe.

Lev Vygotsky demostró que el lenguaje escrito no solo refleja nuestros pensamientos, sino que también los impulsa. Esta tesis lo distanció de Piaget, y sin duda, la mayoría le daríamos la razón al creador de la Escuela Histórico-cultural. Lo percibimos a diario pues los buenos textos nos ayudan a pensar mejor. En consecuencia, si se debilitan la lectura y la atención, también se limita el pensamiento profundo, reflexivo y crítico. Si leemos en smartphones que tienen cinco centímetros de ancho, así también tienden a ser nuestros pensamientos.

La conclusión es evidente: en las escuelas debemos privilegiar la lectura de textos impresos y la escritura a mano. Como afirma Ismael Saenz: Leer en papel y escribir a mano son la clave para un aprendizaje más profundo. Aun así, la propuesta de Wolf es muy pertinente. Ella recomienda comenzar a trabajar la bialfabetización, algo análogo a la enseñanza bilingüe, en la que tendría que abordarse tanto la mediación de los textos impresos como de los digitales. Si pretende ser bilingüe el entorno en el que vivimos, ¿por qué no lo ha de ser la enseñanza?

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(63255)30 de abril de 2025 - 06:23 a. m.
Todo con moderación, dice el dicho. Existen herramientas para limitar el a las aplicaciones en caso de que nuestros hijos o nosotros mismos nos estemos volviendo adictos a las pantallas.
Álvaro Ramírez Arbeláez(bf4hu)29 de abril de 2025 - 08:28 p. m.
Álvaro Ramírez Arbeláez Esta columna, muestra la problemática educativa de niños y adolescentes. Irónicamente con la alfabetización tecnológica, estamos cayendo en un analfabetismo cultural. que paradoja.
Manuel Puerta Matute(cm611)29 de abril de 2025 - 06:23 p. m.
Formidable articulo, ojala pudiesemos alertar esta situacion desde la escuela. Gracias por tan valioso aporte a la pedagogia.
Javier Laguna(20070)24 de abril de 2025 - 08:16 p. m.
Que ironía, te estamos leyendo en una pantalla...
  • CONSTANZA MERCHAN(vf5gd)29 de abril de 2025 - 08:45 p. m.
    De acuerdo. Pero no estamos esperando muñequitos de colores brincando, o fotos de París, o algo así. Leemos como aprendimos en libros sin laminitas. Creo que es pertinente el ser bilingües en este sentido y ahorrar papel al mundo. Y desafortunadamente ya se necesita lupa para el papel y en este computador se agrandan las letras.
Alberto Rincón Cerón(3788)23 de abril de 2025 - 12:12 a. m.
Muy interesante. Gracias.
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