Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En dos recientes columnas me he referido a algunas canciones que denigran, estigmatizan y promueven la violencia contra la mujer. Ojalá las nuevas generaciones sean más críticas cuando las escuchen, pero eso solo será posible si en los colegios pasamos de enseñar gramática a consolidar las competencias comunicativas y el pensamiento crítico en los estudiantes y si entendemos que no solamente educamos en las escuelas.
En mi columna anterior comenté famosas canciones de salsa que promueven la violencia contra la mujer. Analicé las letras de algunas canciones como “Mala mujer” de la Sonora Matancera, que invita a asesinar a una mujer porque su novio concluye que ella es muy mala. Lo reitera: “Mátala, mátala, mátala, mátala. No tiene corazón, mala mujer”. Es música que reproduce el imaginario de que las mujeres pertenecen a los hombres y que deben estar subordinadas a sus intereses, placeres y necesidades. Por eso se concluye que podrían ser acosadas, golpeadas o asesinadas en caso de que no quisieran obedecer, cumplir los deseos de los hombres o intentaran construir vidas independientes.
Por lo general, al acercarnos a la música priorizamos la melodía. Eso sucede porque nos fijamos poco en las letras y disfrutamos de la música. La mayoría de personas tenemos oídos rítmicos. Bailamos, sentimos el ritmo y movemos el cuerpo, sin si quiera escuchar las letras. Así lo evidenciamos con canciones que nos marcaron, aunque fueron escritas en otros idiomas. Así nos pasa con otras que, a pesar de haberlas escuchado muchas veces, todavía no reconocemos las palabras que permanecen envueltas en ritmos y armonías.
Es por eso que he propuesto un ejercicio de lectura contextual y crítica con discursos musicales. Es contextual porque evidencia la imagen que ha tenido la mujer en contextos históricos y culturales determinados. Su reconocimiento y valoración es propia de un periodo en la historia y en determinadas culturas. Al respecto decía García Márquez: “Lo único realmente nuevo que podría intentarse para salvar la humanidad en el siglo XXI es que las mujeres asuman el manejo del mundo. No creo que un sexo sea superior o inferior al otro. Creo que son distintos, con distancias biológicas insalvables, pero la hegemonía masculina ha malbaratado una oportunidad de diez mil años” .
Hago también un ejercicio de lectura crítica sobre las canciones, porque invito a tomar distancia de la música y a pensar en la estructura ideativa y valorativa que subyace a la letra. La lectura crítica nos permite distanciarnos de lo que sentimos al escuchar la música. Como puede verse, no se trata de desconocer la historia, sino de reflexionar críticamente sobre algunas formas de violencia que se han incorporado en la cultura. Se trata, precisamente, de aprender de la historia y analizar como las letras de algunas canciones que hemos escuchado y bailado, quizás han promovido la violencia contra las mujeres.
El maltrato, la estigmatización y la violencia hacia la mujer sigue siendo una tragedia que continúa todos los días y se reproduce a toda hora. Es tristemente extensa la lista de mujeres que perdieron su vida a manos de sus exnovios y exesposos y es más larga aún la de quienes fueron humilladas, maltratadas y violentadas física, económica y psicológicamente por sus propias parejas. Miles de Rosa Elviras, Natalias y Valentinas han sido asesinadas por quienes creyeron ser sus dueños. Según la CEPAL, en América Latina 4.673 mujeres fueron víctimas de feminicidio en 2021. Estas vidas se apagaron para siempre cuando recién comenzaban a vivir, porque sus exparejas no entendieron ni asimilaron el desamor, una situación humana común y natural. Así mismo, cientos de miles de mujeres sufren diversos tipos de violencias en sus propios hogares o lugares de trabajo.
Cierro el tema pensando en tres de las canciones más escuchadas en las últimas décadas. Corresponden a tres géneros diferentes: ranchera, reguetón y bolero. No se trata de prohibirlas o de imponer que se reescriban. Eso no resuelve el problema estructural que implica la popularización de una imagen denigrante de la mujer en una cultura o época determinada. Así no se acaban los micromachismos en el mediano y largo plazo. Tal como no se puede obligar a amar, tampoco se puede obligar a no estigmatizar. Se trata de invitar a una lectura crítica y contextual, para favorecer el cambio cultural que necesitamos.
1. Cascos ligeros de Alejandro Fernández
Múltiples rancheras estigmatizan a las mujeres, enaltecen el poder ilimitado del hombre y se refieren despectivamente a ellas. No por casualidad, México es uno de los países en los que en mayor medida están incorporados micromachismos en la vida cotidiana. Entre las diversas rancheras que denigran de las mujeres, “Cascos ligeros” de Alejandro Fernández es una de las que se refiere en términos más humillantes a las mujeres al equipararlas con yeguas brutas que deben ser domadas y encerradas en corrales. Seguramente, esta canción “inspiró” al reguetonero colombiano J. Balvin, cuando encadenó a dos mujeres afrodescendientes y caminó con ellas como si fueran perras en celo en el video de su canción “Perra”.
Estos son los términos usados en la canción “Cascos ligeros”:
“Puedes largarte
La verdad ya no me asusta
Pa’ yeguas brutas
las encuentro por manada.
Ya me di cuenta que tú no sabes de riendas
Sientes la silla y no dejas de reparar
Eres tan bronca que cualquier soga revientas
Pues te me largas ahora mismo a otro corral”.
2. Cuatro babys de Maluma
Un estudio de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile analizó las canciones del género urbano que adquirieron mayor popularidad entre los años 2004 y 2017. De esta muestra, el 84 % “aludían en sus letras a alguno de los tipos de violencia de género analizados”. El estudio concluye que la canción “Cuatro babys” de Maluma es la más violenta porque recurre a violencia sexual, física, económica, simbólica y psicológica contra la mujer. Se trata de la historia del macho alfa que se pavonea de sus fantasiosas destrezas en la cama con cada una de ellas y se refiere a las mujeres exclusivamente como objetos sexuales. Esta letra tendría que ser analizada y discutida en todos los colegios del país, pero es tan grotesca, denigrante y humillante que he preferido invitarlos a que la lean por fuera de la columna.
3. Cosas como tú de Johnny Albino y el Trío San Juan
Uno de los boleros más conocidos en las últimas décadas es: “Cosas como tú”. Se trata de una canción compuesta por Johnny Albino, cantada inicialmente por el Trío San Juan de Puerto Rico, pero después convertida en inmortal por cientos de tríos en América Latina. Es impactante ver la manera como se refiere a las mujeres como si fueran objetos que deben ser queridos y guardados como todos los demás. En sus términos:
“Cosas como tú, son para quererlas
Cosas como tú, son para adorarlas
Porque tú y las cosas
que se te parecen,
son para guardarlas en mitad del alma”.
Los cambios culturales son extremadamente lentos porque implican nuevas formas de pensar, sentir y actuar de las nuevas generaciones. A pesar de todo, son los más importantes para generar transformaciones estructurales a mediano y largo plazo.
Sin música la vida humana sería menos alegre, emotiva, social, profunda y bella. Perderíamos uno de sus propósitos fundamentales. Millones de canciones nos han permitido sentir y expresar miles de emociones, ideas y actitudes. Al ritmo de ellas hemos marchado, trabajado, bailado, soñado, construido, compartido y enamorado. Ojalá las nuevas generaciones sean más críticas cuando escuchen sus letras, pero para lograrlo, necesitamos aumentar en las escuelas el trabajo en lectura inferencial y crítica y disminuir sensiblemente el peso de la gramática desconectada del sentido de los discursos.
* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria).
