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Escribo esta columna el domingo de resurrección y con dolor registro que ya perdimos la cuenta de las víctimas del Cauca, Huila y Catatumbo; no han resucitado los líderes sociales y tampoco los firmantes de paz Robinson, William Antonio, Carlos Ángel y José Francisco, asesinados en Semana Santa.
Todavía retumban en las calles y en los cuarteles de policía las explosiones causadas por las bombas ambulantes y los drones criminales.
La esperanza está aletargada en el silencio de los escépticos y borrada del léxico por los fustigadores de oficio. Aún no sabemos si volverán los desaparecidos de la semana o si se los tragó el mar, la ciudad o la soledad.
Hoy preferiría haber escrito con palabras de colores… merecemos sentirnos resucitados de tantos abismos que se han convertido en guerras y tantas guerras que todos los días cobran vidas como un usurero cobrando deudas.
Y no le debemos nada ni a la muerte ni a la violencia. Le debemos -sí y mucho- a la vida, a los que llevan siglos marginados, a las mujeres que venden sus cuerpos y a los niños que aprenden a armar granadas antes que a escribir; le debemos a los viejos que mueren solos; a los ríos plateados por el mercurio y a las morgues saturadas por cuenta del plomo; le debemos a los niños reclutados por el engaño y el fusil; y a los campos que tienen más fosas para muertos que surcos para caña, cacao y dignidad.
Y cuando las palabras incumplidas parecen no encontrar remedio, llega una noticia que reivindica a la justicia: el fallo contra una de las personas que más daño le ha hecho al sistema de salud colombiano: Carlos Gustavo Palacino (SaludCoop), desvió por años los sagrados recursos de la salud y engordó sus arcas personales y empresariales a punta de cometer peculados, estafas y falsificaciones.
El empresario fue condenado en un fallo de segunda instancia del Tribunal Superior de Bogotá a 15 años de prisión, sumados a una decisión anterior que lo había sentenciado a otros nueve. Por fin se está haciendo justicia con alguien que ha sido una vergüenza para el sistema, llenó de argumentos a los críticos de la ley 100 y condenó a muchos -ante la opinión y como sector- a un descrédito que la mayoría de nosotros no merecía.
La exministra Corcho y el ministro Jaramillo no habrían tenido tanto vuelo en el caos que armaron, y el sistema no estaría hoy en el abismo en el que está, si la actuación de SaludCoop no hubiera sido el espanto que fue. Por Palacino, un ejecutivo delincuente que tenía una casi infinita capacidad de comprarle la boca a quienes pretendieran denunciar su corrupción, la ley 100 fue señalada de ser un peligro para el pueblo, cuando la verdad es que la ley 100 bien istrada, salvó millones de vidas.
Palacino y su vicepresidente financiero defraudaron al sistema de salud en miles de millones de pesos, desviaron recursos, recobraron pagos inexistentes y enfermaron para siempre la confianza de la ciudadanía en un sistema que no era perfecto y debía mejorarse sobre todo en lo rural, pero que hoy, semi destrozado, deja a los colombianos en gravísima situación de indefensión. Así es que bienvenida la sentencia contra el nefasto matemático-estadístico, y gracias inmensas a Daniel Coronell, a quien ni un solo día le tembló el pulso ni el rigor para denunciar ese horrible antro de corrupción.
Para cerrar con algo gratificante: Lean en la revista Cambio “La peor entrevista” … una de las páginas más ágiles y brillantes que ha escrito Víctor Mallarino, genial actor y director de teatro y televisión, y uno de los seres humanos más bellos (por dentro y por fuera) que ha tenido Colombia.
