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Lo que más necesita Colombia en este momento es reencontrarse como una sola Nación. Superar una polarización que ya completa un cuarto de siglo. No necesitamos más mesías. Ese modelo personalista y confrontacional nos ha desgastado, dividido y alejado del verdadero propósito: construir un país justo, seguro y con oportunidades para todos.
Mientras los extremos se gritan, la institucionalidad se debilita, la Constitución está en riesgo y vastos territorios siguen controlados por el crimen organizado. La justicia no llega, la economía se tambalea y millones de colombianos enfrentan incertidumbre, a pesar de que su única arma es el trabajo honesto.
Colombia necesita un liderazgo con visión de regiones, integridad y experiencia en la gestión pública. Solo quien vive en la casa sabe dónde está la gotera. Gobernar no es solo hablar bien o generar emociones: es ejecutar, transformar, resolver. Gobernar es saber cómo. Haber liderado desde una alcaldía, una gobernación o un ministerio otorga no solo conocimiento técnico, sino autoridad moral.
Pero gobernar también exige sensibilidad. Escuchar. Caminar las ciudades, los pueblos, el campo. Entender al otro. Solo así es posible unir a un país fracturado, reconectarlo con un propósito común y trazarle un rumbo compartido.
El nuevo liderazgo debe centrarse en contener y erradicar la pobreza, impulsar el empleo digno, apoyar a empresas grandes y pequeñas, y garantizar transparencia, educación y equidad. También debe atraer inversión responsable y proteger nuestra riqueza natural, mediante una transición justa.
Colombia no necesita más confrontación. Necesita dirección, escucha, corazón. Necesita un liderazgo colectivo, que inspire confianza y ofrezca resultados. Porque sí, el país necesita cambios urgentes y profundos. Pero el caos no es el camino.
Por Héctor Olimpo Espinosa
