La situación de derechos humanos en las zonas dedicadas a la extracción ilegal de oro es crítica: no hay garantías para nadie y los actos de reclutamiento forzado de menores, esclavitud de migrantes o servidumbre sexual se aceptan como parte de las dinámicas requeridas para que algunos pocos eventualmente se enriquezcan a partir del control paraestatal del territorio. En el bajo río Nechí no hay un solo minero ancestral o tradicional, por ejemplo, y más del 80 % del oro que se extrae se hace de manera ilegal, no propiamente con bateas o pequeños entables: florece un bosque de dragas y maquinaria amarilla que hace parte de un...
