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Cónclave

Aldo Civico
29 de abril de 2025 - 05:05 a. m.
“La Iglesia, enfrentada al espejo de su conciencia, deberá decidir si sigue a los pastores o a los príncipes”: Aldo Civico
“La Iglesia, enfrentada al espejo de su conciencia, deberá decidir si sigue a los pastores o a los príncipes”: Aldo Civico
Foto: EFE - Mario Tomassetti
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El verdadero liderazgo no se mide en votos ni en coronas, sino en la autenticidad con la que uno sostiene su alma frente al poder. Este pensamiento me surgió viendo de nuevo Cónclave, la película de Edward Berger basada en la novela de Robert Harris. En la pantalla, los cardenales se debatían entre la ambición y la conciencia, entre los pactos de salón y la voz interior que susurraba desde lo profundo. Era imposible no pensar en estos días de duelo. En la muerte de Francisco. En lo que verdaderamente está en juego.

Juan Pablo II había sido un titán: su figura desbordaba los balcones de la Plaza de San Pedro y atravesaba fronteras ideológicas con su carisma irrepetible. A su muerte, el mundo lloró a un héroe que había peleado la buena batalla. Luego vino Benedicto XVI, el guardián de la ortodoxia, el teólogo elegante que, enfrentado a la maquinaria interna del Vaticano, decidió renunciar antes que traicionarse. Francisco fue otra cosa. El pastor que olía a oveja. El hombre que despojó al papado de su escenografía de poder, no por estrategia, sino porque no sabía —o no quería— ser otra cosa que él mismo. Francisco nos enseñó que la verdadera autoridad nace de la autenticidad, no del trono. Hoy, su muerte deja mucho más que una silla vacía. Con su muerte, no sólo queda vacante un sillón, sino también un modelo de humildad radical. Un recordatorio brutal de que la verdadera fuerza no necesita ropajes ni anillos, ni tronos de oro.

Y ahora, otra vez, cónclave. Otra vez el humo blanco, la expectación, las cámaras apuntando a la chimenea. Otra vez los nombres, las intrigas, los cálculos. Pero la pregunta que importa no está en los periódicos ni en las quinielas vaticanas. La pregunta es otra: ¿continuidad o ruptura? ¿Apertura o repliegue? ¿Seguiremos caminando hacia los márgenes, hacia los pobres, hacia los descartados, como Francisco soñó? ¿O retrocederemos a los muros de marfil, a las murallas, a la Iglesia como fortaleza asediada? La Iglesia, enfrentada al espejo de su conciencia, deberá decidir si sigue a los pastores o a los príncipes. La película Cónclave no trata simplemente de elegir un nuevo papa. Trata de otra cosa más profunda: del combate silencioso entre el alma y el poder, entre la voz de Dios y el ruido del mundo. Así también ahora. Cada cardenal que entra a la Capilla Sixtina lleva en su corazón una batalla invisible. No se trata solamente de votos: se trata de valentía. De escuchar la voz que no grita, la voz que susurra. De elegir no por cálculo, sino por amor.

El mundo no necesita otro gerente de lo sagrado: necesita un testigo, un corazón que arda. Una voz que cante, aunque sea en el desierto. La Iglesia hoy, como en Cónclave, está ante una encrucijada que no es política, sino espiritual. ¿Elegirá el miedo o la esperanza? ¿El trono o el evangelio? La respuesta no vendrá del humo blanco. Vendrá —como siempre— del corazón humano.

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Hincha Rojo(87476)30 de abril de 2025 - 09:18 p. m.
Excelente columna.
ELMER CARRERO(57343)30 de abril de 2025 - 06:39 p. m.
Dios guarde esa pluma, deja que el lector ire y aprecie para después concluir:
Lina Marcela Ruiz Rojas(pbkey)30 de abril de 2025 - 06:15 p. m.
H, que al interior del Vaticano se mueven fuerzas oscuras que no permiten que las cosas cambien
Jose Luis Lopez Botero(25100)30 de abril de 2025 - 06:09 p. m.
Excelente reflexión, gracias
David Valencia Cuellar(0vhxw)30 de abril de 2025 - 11:45 a. m.
Muy buena columna... Ojalá se escoja a un pastor y no un príncipe......
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