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Demostrar la inocencia de personas condenadas por crímenes que no cometieron, identificar a víctimas de desaparición forzada o descubrir el origen de alguien que ignoraba sus raíces… Todos estos logros pueden tener algo en común: la aplicación de pruebas de ADN.
“Tests” desarrollados el siglo pasado lograron reunificar familias o conducir a fallos judiciales, pero la exactitud de las nuevas técnicas sobre la información que portan nuestros genes, y sus decrecientes costos, hacen que estas innovaciones científicas estén entre las que más impacto han producido en la humanidad en el tiempo reciente.
La revolución de la secuenciación
“Los medios difundían la idea de que con la restitución se le creaba un ‘segundo trauma’ al niño. Pero en ese momento (finales de los años ochenta) ya estaba apareciendo la tecnología para estudiar directamente el material genético, es decir, el ADN, ya no a través de sus productos, y todo se hizo más sencillo”.
Así reseñaron las Abuelas de Plaza de Mayo la importancia de la llegada, en los años noventa, de nuevas técnicas, como la “huella digital de ADN” o las pruebas PCR para la identificación de los nietos raptados por la dictadura argentina, tras un doloroso caso de una restitución equivocada. Al tiempo que el reconocido Banco Nacional de Datos Genéticos se modernizaba, “los análisis de ADN llegarían a ser prácticamente infalibles”. Casi 100 de los 140 nietos hallados por las abuelas han sido identificados desde entonces.
“Hace unos 25 años se empezaron a usar las primeras muestras de DNA. Lo que hacían inicialmente es que lo tomaban, lo ‘cortaban en pedacitos’ y luego lo pasaban por una gelatina, y ahí se veía un patrón. Por eso lo llamaron incluso la ‘huella digital del DNA’”, cuenta Ignacio Zarante, presidente de la Asociación Colombiana de Médicos Genetistas. “Con esos estudios alcanzaron incluso a condenar a algunas personas en Inglaterra. Sin embargo, eso no se podía repetir en los otros laboratorios. Y era una técnica muy difícil, muy costosa y, por lo tanto, prácticamente entró en desuso”.
El gran cambio se dio con las técnicas de “secuenciación”, que son “capaces de saber el orden de las letras, pues el DNA no es otra cosa que un código de letras”, explica Zarante. “Ahí empezamos a darnos cuenta de que el orden de las letras sí podía ayudarnos a identificar a las personas. El problema de aquellos es que esas técnicas eran muy costosas y solamente se podían hacer en unas pequeñas partes del genoma”.
Fue entonces que apareció una técnica que seguramente sonará familiar: la PCR (reacción en cadena de la polimerasa). “Se la inventó un señor al que obviamente le dieron el Nobel, Kary Mullis: con un pequeño fragmento de DNA, uno puede sacar millones de copias y luego lo puedo revelar para saber su secuencia”. Lo de “pequeño” es prácticamente importante para la medicina forense, pues en muchos casos las muestras mínimas: unas pocas gotas de sangre o rastros de saliva imperceptibles para el ojo humano. Sacar millones de copias es lo que hace posible evaluar la muestra en un laboratorio.
Víctimas de los atentados del 11 de septiembre fueron identificadas así, por ejemplo (el mismo año en que se publicaba el primer borrador de la secuencia del genoma humano).
Sin embargo, el doctor Zarante tiene en su memoria varios casos emblemáticos en el contexto colombiano. “Una de las primeras soluciones que tuvimos fue la identificación de los soldados fallecidos en la toma de Mitú (1998)”, recuerda. Fueron restos óseos “muy maltrechos” con los que pudieron identificar a uniformados que se encontraban desaparecidos. A este caso se sumaron otros, como la identificación de las víctimas de la masacre de Bojayá o del autor material de la bomba del club El Nogal. “En una de las casas cerca del club se encontró una vértebra lumbar y a través de genética forense con la familia se pudo identificar a la persona que había puesto la bomba, y eso cambió completamente el caso”, explica Zarante.
Y uno más, con la técnica mitocondrial, que también ha sido clave para las Abuelas, pues “no solo utiliza el DNA del núcleo, sino que además utiliza el DNA de la mitocondria, muy útil, porque solo se transmite en línea materna”. El médico se refiere al caso de Emmanuel, el hijo de Clara Rojas: “Se logró identificar que efectivamente era altamente probable que fuera hijo de ella porque era el mismo DNA que tenían la mamá y el hermano de Clara Rojas”.
Un universo por descubrir
Estos son apenas algunos de los campos en que las pruebas de ADN han sido utilizadas. Ahondar en usos como el de la ancestría y los servicios privados que hasta ofrecen pruebas a domicilio para revelar el árbol genealógico de una personas no tomaría bastante más espacio. No obstante, si algo queda claro, es que las posibilidades son infinitas.
“En 2001 se secuenció el genoma completo a un costo de unos US$100 millones, pero de ahí en adelante esto ha venido haciéndose mucho más rápido y barato. Hoy uno podría secuenciar un genoma por unos US$1.200 (…). Pero lo que prevemos es que en unos cinco años estemos hablando de genomas completos de US$100. Eso quiere decir que prácticamente a todas las personas les vamos a poder hacer un genoma”, añade Zarante.
Así, no sería descabellado “predecir” enfermedades, “por supuesto con limitaciones” y grandes interrogantes éticos. “Pero realmente esta información es muy útil y en el futuro seguramente lo será para la prevención”, reflexiona el doctor.
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