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Laura Gil: “Ayudaré a corregir lo que le critiqué a la OEA”

Laura Gil, nueva número dos de la OEA, responde a los trinos en los que hace una década llamaba “inútil” a la organización. También habla de Venezuela y Estados Unidos.

José David Escobar Franco
12 de mayo de 2025 - 12:00 p. m.
La diplomática colombiana Laura Gil habla tras su elección como secretaria general adjunta de la Organización de los Estados Americanos (OEA) este lunes en la sede del organismo en Washington (EE.UU.). Gil fue elegida como secretaria general adjunta de la Organización de los Estados Americanos (OEA), convirtiéndose en la primera mujer en ocupar el segundo cargo más alto del organismo.
La diplomática colombiana Laura Gil habla tras su elección como secretaria general adjunta de la Organización de los Estados Americanos (OEA) este lunes en la sede del organismo en Washington (EE.UU.). Gil fue elegida como secretaria general adjunta de la Organización de los Estados Americanos (OEA), convirtiéndose en la primera mujer en ocupar el segundo cargo más alto del organismo.
Foto: EFE - Lenin Nolly
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Laura Gil fue elegida el pasado 5 de mayo como secretaria general adjunta de la Organización de Estados Americanos (OEA), convirtiéndose en la primera mujer en ocupar ese cargo. Se trata de la segunda posición más alta dentro del organismo y se encarga de coordinar el trabajo interno de la organización, supervisa programas, vela por la eficiencia operativa y puede asumir funciones del Secretario General en su ausencia.

A diferencia de otras organizaciones multilaterales, este cargo es también elegido por los Estados , lo que le otorga legitimidad propia y, a veces, un capital político comparable al del jefe máximo. En entrevista con El Espectador, Gil responde a críticas, habla de sus propuestas para transformar la organización desde adentro y del peso simbólico y político de romper un nuevo techo de cristal en el sistema interamericano.

El Espectador: Usted criticaba a la OEA por su falta de transparencia, su “pésimo récord de verificación en el proceso con los paramilitares” y la señalaba como una organización que “no sirve para nada”. ¿Sigue pensando eso?

Laura Gil: Llevo más de 30 años estudiando el multilateralismo, y me he enfocado especialmente en el funcionamiento de la OEA y de Naciones Unidas. He sido crítica, sí, porque creo que las organizaciones multilaterales se deben a la gente de los Estados y pueden hacer mucho más con menos. En uno de los trinos menciono la falta de transparencia, señalando que las actas del Consejo Permanente de enero se publicaron en septiembre. Hoy el retraso en la publicación de actas es de tres años. Esa es una función de la Secretaría General Adjunta. Ahora tendré la oportunidad de ayudar a corregir lo que critiqué.

En otro trino critico los inicios de la MAPP-OEA [Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia]. Hoy soy una gran defensora de esa misión porque la he visto trabajar en el terreno, en verificación, en distintos procesos de paz. Pero también es cierto que sus inicios fueron tormentosos. Ese trino de 2012 se refería a la verificación de la desmovilización de falsos paramilitares, lo que terminó en investigaciones judiciales y cargos contra Luis Carlos Restrepo, quien fue alto comisionado para la paz de Álvaro Uribe. En ese momento, la única presencia internacional que verificaba era la OEA. Creo que la crítica fue válida. Desde entonces, la MAPP-OEA ha logrado convertirse en una historia de éxito no contada.

E. E.: La OEA está en crisis financiera porque los países no contribuyen lo suficiente. Ese problema se intensifica ahora que Estados Unidos muestra poca voluntad por financiar foros multilaterales. Además, la reciente recepción de aportes financieros de China causó polémica interna. ¿Cómo debería la OEA manejar sus finanzas?

L. G.: Hay mandatos fundamentales de estas organizaciones que se están financiando a través de contribuciones extrapresupuestarias. Es decir, dependen de aportes voluntarios y no del presupuesto regular. Buena parte del funcionamiento de muchas organizaciones multilaterales ha dependido, históricamente, de un solo contribuyente: Estados Unidos. Y eso, en mi criterio, revela una falla estructural. Un multilateralismo que depende de un solo país tiene un problema de origen. No importa cuál istración estadounidense esté al mando: el punto es que esa dependencia es insostenible.

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Yo creo que una organización interamericana debería financiarse con un presupuesto interamericano. Eso no quiere decir que no pueda recibir contribuciones voluntarias de otros países para apoyar mandatos adicionales. Pero sí es absurdo que mandatos fundamentales estén siendo financiados por Estados que no son . Ahora, si los países se repliegan y no financian sus propias organizaciones, es evidente que estas buscarán recursos en otro lugar.

E. E.: ¿Tiene alguna estrategia para convencer a los países de meterse la mano al bolsillo para financiar la OEA?

L. G.: Tendré las primeras discusiones de empalme con el secretario general electo esta semana. Este es un asunto que le corresponde liderar a él, y confío en que ya está adelantando conversaciones para asegurar que la organización cuente con un presupuesto adecuado para el próximo año.

E. E.: La internacionalista Sandra Borda dijo que podría ser problemático que se hubiera elegido una dupla para la Secretaría General conformada por dos “representaciones de la izquierda latinoamericana distantes de Estados Unidos”, en referencia a usted y a Albert Ramdin. Según ella, esto podría anticipar un retiro de ese país de un foro valioso. ¿Cómo planean manejar esa relación?

L. G.: Yo no daría por hecho que Estados Unidos haya apostado por uno u otro candidato. De haberlo querido, hubiera podido hacer lobby para bloquear mi candidatura o la de Ramdin y no vi que eso ocurriera. Trump firmó una orden ejecutiva que le daba seis meses al Departamento de Estado para decidir en qué organizaciones quedarse. Soy optimista en que elijan quedarse en la OEA. Estados Unidos es plenamente consciente de que este es el único foro en el que puede hablarle a toda la región de América Latina y el Caribe. Además, cuesta creer que un país que acaba de presentar una candidata a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos esté contemplando un retiro inmediato. Y, por último, creo que el Departamento de Estado sabe que la OEA puede ser útil para manejar situaciones como la de Haití.

E. E.: ¿En qué debería cambiar la estrategia de la OEA en Haití?

L. G.: El Secretario General electo, Albert Ramdin, lideró el trabajo en Haití cuando fue Secretario General Adjunto. Lo conoce muy bien y tiene plena conciencia de que ese país debe ser una prioridad para la organización. Desde nuestra posición, lo que podemos hacer es poner toda nuestra experiencia y conocimiento al servicio de los Estados, tender puentes entre ellos y facilitar los consensos necesarios para que la organización reciba un mandato que sea realista, razonable y ejecutable.

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E. E.: En República Dominicana persiste hace más de una década la crisis de apatridia más grande del hemisferio, de la que son víctimas los descendientes dominicanos de migrantes haitianos. Fue la intervención de la OEA la que logró en 2013 modificar la conducta del Estado y promover una ley que, al menos en teoría, intentaba corregir la situación. Sin embargo, organizaciones de sociedad civil denuncian que la comunidad interamericana parece haber dado por resuelto el asunto, cuando en realidad persisten tanto los malos tratos hacia personas de origen haitiano como las trabas para acceder a la ciudadanía. ¿Debería la OEA retomar este tema?

L. G.: Me parece fundamental mantener siempre un diálogo abierto y, sobre todo, profundizar la presencia de la sociedad civil. Es la sociedad civil la que debe tener espacios reales para recordarle a los Estados las situaciones que no deben olvidarse. Las funciones de la Secretaría General y la Secretaría General Adjunta no consisten en tomar decisiones por los Estados, sino en tender puentes para que esos Estados lleguen a las decisiones.

E. E.: Hablemos de Venezuela. ¿Deberían volver a activar mecanismos de la Carta Democrática? ¿Cómo debería comportarse la OEA frente a las acusaciones de fraude electoral que ocurrieron el año pasado?

L. G.: Creo que la organización tiene documentos fundacionales a los que debe permanecer leal. En cualquier caso, el Secretario General electo ha manifestado su intención de privilegiar el diálogo. Ya veremos qué forma toma eso a medida que él se asiente en el cargo. Por supuesto, yo estaré ahí para acompañarlo en lo que él decida.

E. E.: A usted y a Ramdin les han criticado por una postura poco contundente ante el gobierno venezolano. ¿Qué postura tiene frente a las conductas antidemocráticas que denunció el año pasado el Centro Carter, que era el observador avalado por el gobierno venezolano y que llevó su informe al Consejo Permanente de la OEA?

L. G.: Mi posición es que cualquier manifestación, tanto del Secretario General como de la Secretaría General Adjunta, debe ser entendida como una expresión colectiva de los Estados . La organización actúa en representación de todos sus , y mi compromiso es no hacer nada por debajo de los mandatos que me entreguen los Estados, pero tampoco nada por encima de esos mandatos.

Creo que la mayor contribución que puedo hacer, también en el caso venezolano, es tender puentes y ayudar a que sean los propios Estados quienes tomen las decisiones.

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E. E.: Usted viene de defender una transformación en el paradigma de la política de drogas en Viena. Antes, lideró la formulación de una política exterior feminista como viceministra de asuntos multilaterales. Ahí hay unas ideas liberales que, posiblemente, no encuentren un respaldo unánime en el continente. Ya ha dicho que va a trabajar bajo el consenso de los Estados, pero ¿cómo podría sortear una posible contradicción entre los ideales con los que siempre ha trabajado y la voluntad de los Estados?

L. G.: Yo soy lo que soy, creo en lo que creo, y cualquiera puede verlo en lo que he escrito, en lo que he dicho y en lo que he hecho. Asumir este puesto no significa abandonar mis convicciones ni mis valores. Creo que una de las razones por las cuales he logrado avances en la política de drogas en Naciones Unidas es que Colombia en Austria nunca actuó como un tractor atropellando. Siempre mantuvimos el diálogo abierto, dedicando el mismo esfuerzo a hablar con el país más afín que con el más contradictor; con el más poderoso y con el más débil. Desde la Secretaría General Adjunta no puedo imponer mis convicciones, pero sí puedo ayudar a que la conversación se mantenga viva.

En cuanto a lo que tiene que ver con género, hay documentos interamericanos muy claros en estándares vinculantes [obligatorios] para la defensa de los derechos.

E. E.: Se dice en la OEA que en la elección de su cargo ya había un acuerdo de que los países del Caribe votarían por la candidata peruana (en contraprestación al respaldo de Perú a Albert Ramdin), pero que los países caribeños cambiaron de opinión luego de escuchar sus propuestas. ¿Qué propuestas tenía usted en concreto para el Caribe?

L. G.: En cuanto al Caribe, hay temas específicos que afectan a la región de manera particular, como el cambio climático. Para Sudamérica, es una cuestión de afectaciones graves y dolorosas en términos de costos humanos, pero no necesariamente pone al Estado en riesgo. En el Caribe, sin embargo, es una cuestión de supervivencia, ya que las islas están en riesgo. Creo que el continente debe comprender la magnitud de esta situación y prestarle una atención particular. Esto implica que el cambio climático debe ser transversalizado en todos los pilares de la organización. Otra propuesta que hice para el Caribe es la de fortalecer las oficinas nacionales de la OEA en la región. En muchos de estos países hay pocas embajadas y la OEA sirve como un espacio clave de comunicación. Sin embargo, muchas de estas oficinas están relegadas. Mi propuesta fue mirar cada una de estas oficinas de manera individual, en colaboración directa con los Estados anfitriones, para identificar qué necesitan y buscar financiamiento específico.

E. E.: ¿Qué representa el hecho de ser la primera mujer que llega a ese cargo?

L. G.: Es un nuevo techo de cristal que se rompe. Las embajadoras en la OEA, el personal de la organización, lo ven como un hito. En todo caso, lo importante es mostrar una buena gestión, para que no sea solo un simbolismo, sino que se celebre también por los resultados. Y si esto sirvió para inspirar a cualquier mujer joven detrás mío, eso ya valió la pena.

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José David Escobar Franco

Por José David Escobar Franco

Periodista de investigación y asuntos internacionales. Internacionalista con énfasis en América Latina y el Caribe.@JoseD_Escobar[email protected]
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