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Este martes, llegaron a Bogotá los dos primeros vuelos con colombianos deportados desde Estados Unidos tras el choque diplomático entre Colombia y ese país el fin de semana.
Sobre las 8 a. m., 91 connacionales (46 hombres y 45 mujeres) llegaron a la capital, desde El Paso, Texas. “El Consulado de Colombia en Houston brindó asistencia a los connacionales, a quienes se les suministró alimento y apoyo jurídico”, informó la Cancillería.
Posteriormente, cerca de las 9 a. m., en un segundo avión procedente de San Diego (California), llegaron otros 110, entre ellos 32 mujeres y 16 menores de edad.
Migración Colombia confirmó, además, que ninguno de los connacionales que llegaron tiene deudas pendientes con la justicia, por lo menos en este país.
El lunes, el presidente Donald Trump se refirió a los colombianos deportados como “asesinos, capos de la droga, de pandillas”, sin aclarar que en este tipo de vuelos vienen personas a quienes un juez les ha rechazado, por ejemplo, una solicitud de asilo o connacionales que simplemente son sorprendidos por las autoridades en una situación migratoria irregular.
“Que no dejen a los demás allá, el trato es horrible”, fue el llamado de Carlos, uno de los ciudadanos devueltos en el avión de la Fuerza Aérea al ser consultado por Blu Radio por el pedido que le hace al gobierno colombiano.
Carlos, oriundo de Barranquilla y quien viajó con su hijo de 17 años, contó que llegaron hace 15 días a Estados Unidos, que estuvieron cinco días detenidos en California y otros dos en Texas. Durante ese lapso, asegura que recibieron comida en mal estado y que incluso a su hijo, menor de edad, lo esposaron. Según él, su única falla fue haber tratado de entrar a ese país de forma “indebida” con el deseo de “salir adelante”.
Su experiencia contrasta con la de Alexander, un ingeniero mecatrónico, quien también llegó hace cerca de dos semanas al país norteamericano, cuando Joe Biden todavía estaba en el poder, cruzando por tierra desde Ciudad Juárez (México, país al que llegó en avión) hacia El Paso (Texas). Eso, con la intermediación de un “coyote”, que le cobró alrededor de US$10.000.
Una vez allí, se entregó a las autoridades migratorias en busca de iniciar un proceso de asilo, aunque reconoce que su verdadero motivo para migrar fue buscar mejores oportunidades económicas.
“Es lo que todo el mundo hace”, dijo, en referencia a lo que sucedía en la istración Biden, en la que efectivamente una persona podía ingresar al país, iniciar un proceso de solicitud de asilo y permanecer en Estados Unidos mientras eso se resolvía. 📌 Lea más sobre esto en el reportaje que realizamos desde la frontera: Asilo en Estados Unidos: una alternativa no exenta de obstáculos
Así fue como la familia de José, otro de los deportados que hablaron con los medios, logró entrar a Estados Unidos. Él, según contó, es docente de profesión pero trabajaba en un call center antes de quedarse sin trabajo y emprender el viaje el pasado 22 de enero.
Sin embargo, asegura que a su llegada ni siquiera se le permitió ver a un juez para exponer su caso, por lo que terminó deportado. Ahora, dice que su vida corre riesgo en el país.
En el caso de Alexander, que alcanzó a llegar bajo las políticas de Biden, mientras se resolvía su solicitud judicial, afirma que estuvo en un centro de detención para migrantes, una experiencia que describe como “desagradable”, pero asegura que en general recibió buen trato, con alimentación, implementos de aseo y ropa. “En una cárcel colombiana tratan peor”, señaló a la emisora.
Narró que efectivamente eran esposados, con grilletes en pies, cintura y manos, en todos los desplazamientos, por ejemplo del centro de detención al aeropuerto. Agregó que durante estos días no fueron informados sobre la crisis diplomática que los involucró el fin de semana.
A su regreso al país, no sabe a qué se dedicará, salvo “echarle ganas”.
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