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“¿Me puede ayudar? Es que venía con un grupo de personas y me dejaron botado. No sé dónde están. (...) Venía aquí a pedir auxilio. Yo vengo, porque si no, ¿a dónde me voy a ir? Tal vez me pueden robar, secuestrar y tengo miedo”. Estas fueron las palabras de un niño migrante encontrado sin acompañantes esta semana por un patrullero estadounidense en la frontera entre México y Estados Unidos. El testimonio, sumado al miedo y a la angustia del menor de edad, es el retrato de una profunda crisis que viven miles de niños y niñas migrantes en diferentes partes del mundo y que todavía no tiene solución. Al contrario, el futuro inmediato, marcado por los efectos de la pandemia, es preocupante y exige a los gobiernos tomar medidas inmediatas para preservar sus derechos.
El niño del anterior caso, originario de Nicaragua, quien fue hallado en una ruta rural cerca de La Grulla, 50 kilómetros al oeste de McCallen, ahora se encuentra en un centro de detención de Donna, en Texas, donde fue sometido a exámenes médicos, informó la Patrulla de Fronteras. “Al igual que todos los niños migrantes que llegan sin compañía (de padre, madre o custodio legal) y la Patrulla los encuentra, el niño será transferido a salvo a la custodia de la Oficina de Reasentamiento de Refugiados en el Departamento de Salud y Servicios Sociales”, afirmó la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por su sigla en inglés).
La situación parece desbordada. La semana ha estado protagonizada por la agudización de la crisis humanitaria que se vive en los centros de detención estadounidenses al sur del país. Las cifras de menores de edad que vagaban solos y que fueron detenidos son reveladoras: hasta el pasado 26 de marzo había cerca de 18.000 niños y niñas sin compañía bajo custodia federal. Y desde el pasado 23 de marzo, según cifras oficiales del gobierno estadounidense, fueron detenidos cerca de 6.000 más. ¿De dónde llegan? Según la CBP, tres cuartos de los registrados desde el 1° de octubre del año pasado salen de Guatemala, El Salvador y Honduras, y cruzan México con familiares o conocidos hasta llegar a la frontera con Estados Unidos, donde siguen solos.
El aumento de flujo ilegal en la orilla entre México y Estados Unidos aumentó desde la llegada de Joe Biden, posiblemente porque su aproximación es diferente a la de Donald Trump no solo en su retórica, sino en la toma de medidas. De hecho, uno de los cambios de la nueva istración es que se podrá deportar a las familias y adultos que se encuentren intentando cruzar la frontera, a excepción de los menores de edad que lleguen sin acompañante, evitando su exposición a numerosos peligros que aumentan su vulnerabilidad.
El presidente Biden afirmó en una entrevista reciente que no cree que estas personas intenten cruzar porque lo ven como alguien bueno, sino por las condiciones de extrema violencia o pobreza que viven en sus países de origen. La abogada Jasmin Singh, experta en temas migratorios, le explicó al diario El País que los coyotes y traficantes de personas se han dedicado a esparcir falsas esperanzas en la población, diciéndoles que ahora las puertas están abiertas a cualquiera, para convencerlos de pagarles. “Esto no es cierto, pero es lo que se ha comunicado en los pueblos de Honduras y El Salvador, zonas muy golpeadas por la violencia y la crisis económica por el COVID-19”.
Los desgarradores testimonios de niños y niñas, sin embargo, ponen sobre la mesa el drama que viven a diario. Justo el pasado martes se conoció la historia de un traficante que lanzó a dos menores por una barrera fronteriza en Santa Teresa (Nuevo México) de cuatro metros de alto. Las niñas fueron llevadas a una estación de CBP para ser evaluadas por personal médico. Luego fueron remitidas a un hospital que las dio de alta y actualmente están en custodia de ese organismo. “Estoy consternada por la forma en la que los traficantes arrojaron vilmente a menores inocentes de una barrera de esa altura”, dijo la jefa de la sección fronteriza de El Paso, Gloria I. Chávez.
Karla, por su parte, salió en 2016 de Honduras con solo 14 años tras ser víctima de la violencia en el país. Su testimonio, documentado por la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), muestra las dificultades del camino hacia Estados Unidos: “Yo iba escapando. Caminé bastante, el camino es horrible porque uno transita por lugares que tienen espinas. Hay cercas que uno tiene que saltar, se rayan las manos, se rompe la ropa. Cuando nos sentamos a descansar sentí que alguien me tocaba bastante, pero no dije nada, estaba oscuro. Me hicieron daño”.
¿Por qué tantos niños y niñas salen de sus países de origen? Unicef explica: “Cuando sienten que no tienen opciones ni sentido del futuro, y cuando no hay alternativas seguras y legales para la migración a su disposición, los niños desarraigados tomarán el asunto en sus propias manos, enfrentándose a riesgos aún mayores de explotación a manos de contrabandistas y traficantes de personas. Todos los niños que se desplazan son vulnerables a los abusos y a otras formas graves de violencia durante y después de sus viajes”.
La crisis en Europa
“Sabíamos que era peligroso, sabía que era peligroso, pero cuando tienes un león a tu espalda y el mar delante, te quedas con el mar”, aseguró a la Unicef un joven migrante de Gambia que llegó a Italia. Sí, Europa también se ha consolidado como un continente al que millones de personas buscan llegar huyendo de la guerra y la violencia, incluidos los niños y las niñas. De hecho, los informes de la organización indican que solo entre enero y junio del año pasado llegaron 6.200 menores de edad a Italia, Bulgaria, España y Grecia, una cifra que es 32 % superior a la de 2019. De ese número, 2.302 venían sin un acompañante, principalmente de Irak, Afganistán y Siria.
En ese mismo período “se emitieron un total de 74.635 decisiones sobre solicitudes de asilo de niños. Entre ellas, el 60 % fueron positivas, un porcentaje similar al del primer semestre de 2019 (59 %). La mayoría de las decisiones que conceden el estatuto de refugiado y la protección subsidiaria fueron emitidas por Alemania a niños sirios, iraquíes y afganos, mientras que la mayoría de las decisiones que conceden el estatuto humanitario fueron emitidas por España a niños venezolanos y ucranianos”, afirmó Unicef.
Esta misma semana se conoció que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) creará en Grecia 470 plazas en refugios para menores migrantes no acompañados y colaborará con el gobierno y Acnur en el lanzamiento de un mecanismo nacional para la búsqueda y la protección de estos menores. Según los datos de marzo del Centro Nacional para la Solidaridad Social (EKKA), en Grecia hay actualmente 3.854 menores no acompañados, de los que solo en torno a la mitad (1.707) viven en centros de acogida y pisos alquilados bajo el programa de integración Helios, gestionado por la OIM y el programa Estia, desarrollado por Acnur, ambos financiados con fondos europeos.
Aunque el resto de menores de edad residen en hoteles (556), en zonas especiales para menores en campamentos continentales de refugiados (408) o en centros de registro de las islas (56), alrededor de 917 niños viven al margen de los programas de inserción fuera del control de las autoridades. Según explicó la OIM en un comunicado, a pesar de los esfuerzos para brindar soluciones a los niños no acompañados que no tienen hogar, incluso mediante la reubicación en otros países europeos, todavía hay en Grecia menores sin un refugio seguro expuestos a abusos, explotación y otros riesgos, especialmente en los centros urbanos.
Para la Unicef, un punto central para ayudarle a esta población es garantizar que un tutor bien formado asuma la responsabilidad inmediata del menor de edad, “involucrar a los mediadores culturales y movilizar a los de las comunidades de acogida son medidas fundamentales que pueden ayudar a crear una relación de confianza y proteger a los niños de los contrabandistas, los traficantes o el impacto de las graves presiones sobre una familia”.
