{ "@context": "https://schema.org", "@type":"Organization", "name":"El Espectador", "url":"", "logo":{ "@type":"ImageObject", "url":"/pf/resources/images/favicons/favicon-EE-152.png?d=1049", "width":"300" }, "Point": { "@type": "Point", "telephone": "018000510903", "Type": "Servicio al cliente" }, "sameAs":[ "https://www.facebook.com/elespectadorcom", "https://twitter.com/elespectador", "https://www.instagram.com/elespectador/", "https://www.youtube.com//Elespectadorcom?sub_confirmation=1" ]}
Publicidad

Transfobia en el mundo: ¿por qué crece el odio contra las personas trans?

Los discursos de violencia hacia las personas con experiencia de vida trans no son nuevos, pero se han intensificado en los últimos años con el avance de gobiernos conservadores. Los expertos alertan que estas nuevas narrativas institucionales profundizan la situación de vulnerabilidad que históricamente ha enfrentado esta población.

Luisa Lara
17 de mayo de 2025 - 05:51 p. m.
En el Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, expertos hablaron sobre la actual arremetida contra las personas trans en todo el mundo.
En el Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia, expertos hablaron sobre la actual arremetida contra las personas trans en todo el mundo.
Foto: Getty Images/iStockphoto - nito100
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Desde siempre, la población LGBTIQ+ ha sido objeto de persecución por parte de sectores conservadores. Sin embargo, en los últimos años, esa hostilidad se ha volcado con mayor intensidad en un grupo específico dentro del colectivo: las personas trans. Hoy, la transfobia no solo se manifiesta en discursos de odio, sino que se ha institucionalizado a través de políticas gubernamentales alrededor del mundo que promueven una visión rígida y excluyente del género.

En Estados Unidos, este viraje se ha evidenciado durante la istración de Donald Trump, quien insistió en redefinir el género como un concepto binario e inmutable, basado en el sexo asignado al nacer. A partir de esto, se emitieron órdenes ejecutivas que prohíben la participación de mujeres trans en deportes femeninos y excluyen a este colectivo del servicio militar. Al mismo tiempo, en Reino Unido, el Tribunal Supremo dictaminó que la definición legal de “mujer” se debe basar en el sexo biológico asignado al nacer. Este fallo ha llevado a restricciones en el de las personas trans a espacios públicos segregados por género y ha promovido nuevas políticas discriminatorias.

También le puede interesar: ¿Cuál es la diferencia entre trans, transexual y transgénero?

Las personas consultadas para este artículo explicaron que estas políticas transfóbicas, impulsadas en países considerados del primer mundo, no solo se quedan allí. A través de su influencia cultural, se sigue reproduciendo la idea de que son “sociedades más avanzadas, mejor educadas y más cercanas a la verdad”. Además, son fuentes principales de financiamiento para organizaciones internacionales. Todo esto provoca que los discursos de odio o retrocesos en derechos se filtren con facilidad en contextos del sur global, muchas veces con consecuencias más graves debido a la vulnerabilidad institucional.

En este sentido, coinciden en que la transfobia siempre ha existido, aunque se manifestaba de una forma más indirecta, la mayoría de veces a través de la omisión de las personas trans en las leyes, sin reconocer su existencia. Ahora, está transfobia se presenta de formas mucho más explícitas, estructurada por políticas excluyentes, con una reacción institucionalizada que busca negar o revertir los pocos avances en derechos.

Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo, en entrevista con El Espectador, advirtió que se está presentando un despojo sistemático de derechos, desmantelando las leyes de identidad de género, los espacios no binarios, y las garantías en el sistema de salud para las personas trans

Para Castañeda, estas han pasado de la indiferencia estatal a ser tratadas como “el enemigo interno”. “De la noche a la mañana, los Estados dejaron de ignorar a las personas trans para comenzar a señalarlas como una amenaza. Presentándolas como un mal ejemplo, como un riesgo para el bienestar de la sociedad, como un peligro para la familia”.

Frente a este escenario, las personas consultadas cuestionan por qué se ha desatado esta arremetida contra la población trans, incluso en un momento de reconocimiento de derechos hacía la población LGBTIQ+. Rescatan que, mientras el mundo se muestra cada vez más “gay-friendly”, la existencia de este colectivo continúa siendo vista como “una amenaza a erradicar”. Esta contradicción, aparentemente tiene una raíz en el cuestionamiento que realizan en el patriarcado y todo su sistema de valores.

¿Por qué el cuerpo trans incomoda tanto al sistema binario?

Desde sus vivencias, Carolina Boetti, actriz y la primera mujer trans reconocida como víctima de la dictadura argentina, en entrevista con este diario comparte lo que, en sus palabras, significa esta arremetida. “El machismo te prefiere parada en una esquina, prostituyéndote con minifalda y tacos. No te prefiere en un supermercado, trabajando, cobrando las cosas que la gente tiene que pagar. Eso les incomoda. Si estás en la zona roja, parada ahí, no les importa. Pero si estás detrás de una caja registradora, sí. Eso les molesta”.

También le puede interesar: “Las madres trans nos permiten caminar donde antes no se podía”: Danne Belmont

De acuerdo con Castañeda, las apuestas trans interpelan directamente la estructura misma de la sociedad, mientras que otras luchas dentro del movimiento LGBTIQ+, como las demandas gays, y en menor medida las lésbicas, fueron rápidamente cooptadas.

“Pedir matrimonio igualitario, por ejemplo, no cuestiona al Estado; al contrario, lo refuerza. Es un contrato que me compromete con el sistema. En contraste, las demandas trans siguen siendo incómodas porque cuestionan asuntos estructurales de la sociedad, como el binarismo. Algo que no se puede resolver con una simple norma, sino que obliga al Estado, en el buen sentido, a trabajar en estas transformaciones estructurales”, afirmó el director de la organización colombiana.

Para Mateo de la Torre, director adjunto de Programas Globales del LGBTQ+ Victory Institute de Estados Unidos, el panorama no es muy diferente: “La transfobia nos convierte a nosotras, las personas trans, en un punto de partida para disciplinar la diferencia. Nosotras mostramos que es posible desobedecer las reglas impuestas sobre nuestros cuerpos, nuestros deseos y nuestras vidas. Nuestra existencia representa una amenaza directa al orden social. Por eso nos quieren disciplinar de la maneras más públicas, violentas y desde la institucionalidad para mostrar su fuerza”.

Estas declaraciones dejan en evidencia que gran parte del rechazo hacia las personas con experiencias de vida trans proviene del hecho de que su existencia desafía directamente el orden binario de género. Es decir que lo que incomoda no es solo su visibilidad, sino que rompen con los límites rígidos que la sociedad insiste en mantener entre lo que debe ser un hombre y una mujer. Desdibujar o cuestionar esas categorías es lo que, según los expertos, genera miedo, resistencia y, muchas veces, violencia.

Así mismo, Sofía Poiré, socióloga especializada en género y diversidad sexual en México, también señaló que el colectivo trans se ve como un grupo poblacional minoritario del cual circula mucha desinformación. “Es más fácil conocer a una persona cisgénero, gay, lesbiana o bisexual, porque hay más. Pero las personas trans siguen siendo menos frecuentes en el imaginario cotidiano, y eso genera más distancia, más miedo, más resistencia”, afirma.

Sí, existe un grupo poblacional cuya esperanza de vida ronda apenas los 35 años

Las personas trans enfrentan condiciones de vulnerabilidad tan extremas que su esperanza de vida promedio es de apenas 35 años. Una cifra resultante de múltiples violencias que se acumulan a lo largo del tiempo. Las fuentes consultadas explican que, incluso en los pocos años que muchas personas trans logran vivir, lo hacen en condiciones de profunda precariedad.

También le puede interesar: Cada dos días y cinco horas una persona LGBTIQ+ es asesinada en Colombia

“Vemos casos de violencia extrema dirigida directamente hacia estas poblaciones, pero también violencias más estructurales e invisibilizadas: el rechazo familiar, que puede llevar a muchas personas trans, especialmente jóvenes, a vivir en situación de calle; la necesidad de recurrir al trabajo sexual como forma de supervivencia; o el precario a servicios de salud”, expone Poiré.

También explica que a esto se suma la discriminación sistemática que limita el a vivienda digna, oportunidades laborales y educación. Todo ello configura un entorno en el que la violencia, incluso cuando no es explícita, se traduce en vidas marcadas por la exclusión y la precariedad.

Para Boetti, la violencia contra las personas trans no es una historia del pasado. Con más de 60 años, ha vivido lo suficiente para conocer dos épocas: la del abandono total y la de los derechos en el papel. Recuerda que en su juventud, de un grupo de 40 mujeres trans, apenas 10 sobrevivieron. Las demás murieron por enfermedades, precariedad y desamparo. “En esa época no teníamos médicos que nos acompañaran. Nadie te decía qué hormonas tomar. Nos poníamos cualquier cosa, nos inyectábamos silicona industrial. Eso nos destruyó el cuerpo”.

Ahora, dice que algunas cosas cambiaron. “Hoy tenés médicos que te acompañan, podés estudiar si querés, trabajar. Pero aunque hay leyes y derechos en el papel, la vida sigue igual de frágil. La esperanza de vida sigue en los 35 años. Nada cambia. Como que siempre volvemos al mismo lugar”. Por eso, Boetti recalca la importancia de seguir hablando de la existencia de las personas trans.

Por la misma línea, Brigitte Baptiste, bióloga y reconocida investigadora colombiana, en entrevista con El Espectador explicó que para ella, el hecho de que la esperanza de vida de las personas trans siga anclada en los 35 años es, ante todo, una falla grave de las políticas públicas, pero también una señal alarmante de que seguimos sin entender cómo se construye el género en la sociedad contemporánea. “Si están matando a las personas trans, es porque como sociedad estamos profundamente asustados —y asustadas— con nuestras propias identidades. Es un problema estructural, sí, pero también una especie de pánico moral global que aún no sabemos cómo desarmar.”

Baptiste cuenta cómo estos discursos que se vienen reforzando han vuelto a ponerla en un escenario de vulnerabilidad, algo que pensaba ya superado. Explica que no se cuestionan sus capacidades ni su talento, sino sus derechos como mujer trans, y que eso empieza a sentirse en muchos espacios a los que antes tenía y que ahora comienza a perder. “La gente ve la posibilidad de recuperar ciertos lugares desde la violencia, de validar sus opiniones personales, a partir de poner en duda lo que yo he conquistado como ciudadana. Ya no se trata de un debate abierto, yo noto que empiezo a ser vista como un símbolo de peligro. Y eso, claro, me preocupa”.

¿A mayor visibilidad, mayor violencia?

Castañeda plantea que la violencia motivada por prejuicios hacia la orientación sexual, identidad o expresión de género aumenta en la misma medida en que aumenta la visibilidad. Cada año, las organizaciones reportan más casos, pero eso no siempre significa que haya más violencia, muchas veces, lo que hay es más capacidad para nombrarla y registrarla.

“Ser trans, en sí mismo, es ser visible. No se puede negociar esa visibilidad. Y eso significa estar en riesgo constante”, señala el experto. Frente a esta realidad, sostiene que la mejor forma de contrarrestar la violencia es apoyar a las personas trans para que puedan construir proyectos de vida sostenibles, integrales y duraderos.

También le puede interesar: Hablemos sobre el a salud integral trans en América Latina

Para Mateo de la Torre, esta ola de odio hacía el colectivo va mucho más allá. Explica que la batalla que hoy lleva el nombre de “anti-trans” es solo el preludio de una guerra contra todas las personas y movimientos que luchan por un mundo más justo.

“La respuesta más fuerte que podemos dar es una respuesta que nos incluya a todas. Nos toca construir redes amplias de feministas, antirracistas, juventudes, movimientos indígenas, trabajadoras, defensoras del territorio, porque lo que buscan es que nos quedemos solas. Y cuando nos dejan solas, avanzan sobre los demás. No podemos permitirnos dejar a nadie atrás. Debemos crear estrategias que sean interseccionales, colectivas y transformadoras”.

🟣📰 Para conocer más noticias y análisis, visite la sección de Género y Diversidad de El Espectador.

Luisa Lara

Por Luisa Lara

Comunicadora social con énfasis en periodismo. Tiene estudios de género y diversidad en el Knight Center for Journalism. Interesada en contar historias con una perspectiva interseccional y feminista.
Conoce más

Temas recomendados:

 

Olegario (51538)20 de mayo de 2025 - 03:01 a. m.
Sencillo: estas comunidades se dieron garra hace tiempo. Bueno es culantro, pero no tanto. Que se les respeten sus derechos, pero que ellos también respeten a los que no son como ellos.
Myriam Flechas Avella(35204)18 de mayo de 2025 - 11:27 p. m.
Es tan dificil la situacion de estas personas, sobre todo en el sistema de salud, al cual no pueden aportar, porque no les dan oportunidad, si nosotros que aportamos, no tenemos derecho a una protesis dental o a un lente intraocular, imaginense unas nalgas o senos de silicona o un tratamiento de hormonas?
Cordillerano(64187)17 de mayo de 2025 - 09:23 p. m.
Excelente artículo, todos lo deberíamos leer. Se recomienda compartirlo, a lo mejor contribuimos a generar mas sensibilidad en este tema tan complejo que cualquiera puede tener mas cerca de lo que cree o desea en su transcurrir ... Gracias!!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar