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Insultos, amenazas y outing: así afecta la violencia digital a personas LGBTIQ+

En redes sociales, foros y plataformas digitales, las personas LGBTIQ+ enfrentan agresiones sistemáticas por su orientación sexual o identidad de género, con prácticas como el outing, el hostigamiento y el acoso. Sin legislación específica que las proteja, la impunidad persiste y esta violencia se amplifica.

Valentina Guerrero Rojas
05 de junio de 2025 - 06:05 p. m.
El reciente informe de Derechos Humanos LGBTIQ+, de Caribe Afirmativo, registró 1.096 casos de violencia digital durante el año pasado.
El reciente informe de Derechos Humanos LGBTIQ+, de Caribe Afirmativo, registró 1.096 casos de violencia digital durante el año pasado.
Foto: EFE - Rodrigo Sura
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La violencia digital contra personas LGBTIQ+ es una forma contemporánea de agresión que se despliega en redes sociales, plataformas de mensajería, foros y otros espacios virtuales para exponer, ridiculizar e intimidar por motivos de su orientación sexual, identidad o expresión de género. Aunque muchas veces se confunde con el acoso en línea, la violencia digital opera de formas específicas contra esta población y está directamente relacionada con los tipos de discriminación que se reproducen en el mundo real.

El reciente informe de Derechos Humanos LGBTIQ+, de Caribe Afirmativo, registró 1.096 casos de violencia digital durante el año pasado, de los cuales los más afectados fueron hombres gais y hombres bisexuales, con 451 denuncias (correspondiente al 41.1 % del total), mientras que las mujeres bisexuales y lesbianas reportaron 381 casos de violencia en línea (275 y 106, respectivamente).

Estas cifras evidencian un patrón de agresión que afecta especialmente a quienes se salen de los modelos tradicionales de masculinidad y heteronormatividad, cuyo objetivo, según Caribe Afirmativo, es “corregir”, reprimir y castigar cualquier forma de expresión libre y diversa que no encaje con las normas sociales de género. El informe también reveló que las personas LGBTIQ+ que se visibilizan públicamente como activistas, líderes y lideresas sociales, creadores y creadoras de contenido y s cotidianos son blanco frecuente de ataques coordinados y sistemáticos.

Una de las formas de violencia más frecuentes contra esta población es el ‘outing’, término en inglés que designa la acción de hacer pública la identidad de género u orientación sexual de una persona sin su consentimiento, con el propósito de exponerla, intimidarla o ridiculizarla al divulgar información sensible y privada. En este contexto, las redes sociales se convierten en canales propicios para la difusión de este tipo de agresiones, ya que la multiplicidad de formatos y la escasa protección de los datos personales facilitan el a contenido confidencial. Como consecuencia, no solo se vulnera gravemente la privacidad de la persona afectada, sino que también aumenta el riesgo de viralización de la publicación, lo que amplifica el daño.

Otras formas comunes de violencia en el entorno digital incluyen los insultos homofóbicos y transfóbicos, las amenazas, el hostigamiento o la vigilancia abusiva, conductas que también encuentran en estas plataformas un espacio propicio para reproducirse y expandirse. En entrevista con El Espectador, Carolina Herrera, psicóloga de Liberarte, un centro de psicología especializado en temas LGBT, menciona:

“la violencia digital es un reflejo y una amplificación, muchas veces, de la violencia que ocurre en la vida real. Hay personas que consideran que las personas LGBTIQ+, merecen ser atacadas, cuestionadas e invisibilizadas. Esto en los medios digitales se refuerzan mucho más”.

 

Gracias a la lógica de los algoritmos, que prioriza el contenido altamente emocional o polémico, y a los formatos efímeros, multimedia y virales de las redes sociales, estas interacciones se vuelven difíciles de rastrear, ya que se dan en espacios parcialmente privados, se eliminan rápidamente o se diluyen entre miles de publicaciones, lo que dificulta su documentación, sanción y seguimiento por parte de las autoridades.

Las consecuencias de la violencia digital al espacio virtual donde se manifiesta, se extienden a la vida cotidiana de las personas LGBTIQ+ y afectan profundamente su bienestar emocional. “Quienes son víctimas de agresiones digitales suelen experimentar una ansiedad constante, miedo a ser reconocidos o expuestos nuevamente, y un sentimiento de inseguridad que traspasa la pantalla. Muchas veces, como mecanismo de defensa, optan por la autocensura: dejan de publicar, de mostrarse, de participar en espacios en línea”, explica Herrera.

La violencia digital silencia y expulsa a las personas LGBTIQ+ de los espacios virtuales

Este repliegue no solo silencia sus voces, sino que también refuerza el aislamiento social, pues las redes —que podrían ser espacios de comunidad, activismo o denuncia social— se transforman en lugares de amenaza. Así, la violencia digital no solo vulnera la dignidad, sino que empuja a muchas personas a desaparecer de la esfera pública, negándoles el derecho básico a habitar el mundo, ahora virtual, con libertad.

“Estos tipos de discriminación están más vigentes que nunca. Están presentes en todo el ecosistema digital: las redes sociales, WhatsApp o foros en línea. Las agresiones se perpetúan principalmente en aquellas plataformas en las que pueda haber un anonimato que ‘cubra’ este tipo de violencia”, señala la experta.

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La posibilidad del anonimato es un punto vital en la reproducción de violencias digitales, pues funciona como una forma de ocultar la identidad y, en el caso de los agresores, “esconderse” digitalmente ante la posibilidad de ser denunciados e investigados por infringir las normas de las plataformas, las leyes de su país y los derechos de las personas LGBTIQ+, lo que contribuye a la impunidad de este tipo de delitos.

Mientras tanto, dentro de estos entornos no existen mecanismos especializados de protección para las víctimas. “La protección todavía es muy limitada. Algunas plataformas obviamente tienen filtros, tienen mecanismos de denuncia y moderación, pero no son totalmente efectivos y no cuentan con un enfoque en diversidad sexual y de género”, denuncia Herrera.

Colombia aún no reconoce la violencia digital como delito autónomo

Aunque en Colombia existen tipos penales que permiten abordar algunas formas de violencia digital, el marco jurídico actual no reconoce esta categoría como un delito autónomo, ni contempla la sistematicidad de la violencia por prejuicio hacia la orientación sexual o identidad de género. Prácticas como el outing forzado, la suplantación de identidad o la difusión de contenido íntimo pueden ser cobijadas por figuras como el abusivo a un sistema informático, la violación de datos personales o la amenaza; sin embargo, estas herramientas legales son insuficientes durante los procesos de investigación y judicialización.

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Actualmente, en el Congreso colombiano avanza la discusión de un proyecto de ley sobre violencia digital que busca adoptar medidas de prevención, protección y reparación frente a agresiones en línea. El texto propone asegurar una vida libre de violencias “por razón de género en entornos digitales”. No obstante, persisten dudas sobre si incluirá un análisis específico de las violencias ejercidas contra personas LGBTIQ+, cuya experiencia digital está atravesada por prejuicios que combinan género, orientación sexual y expresión de identidad.

Caribe afirmativo insiste: “En un mundo donde lo digital se ha convertido en una extensión directa de la vida social, política y emocional, estas agresiones no deben entenderse como ‘menos graves’ o desconectadas de la realidad, sino como una continuidad de las violencias estructurales que históricamente han afectado a las personas LGBTIQ+.”

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Por Valentina Guerrero Rojas

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