Iglesias afirmativas: ¿Es posible ser homosexual y creyente al mismo tiempo?

Existen espacios religiosos, como las espiritualidades afirmativas, que desafían las interpretaciones tradicionales y reivindican el derecho a la fe para las personas de orientaciones sexuales e identidades de género diversas.

Foto: Iglesia Antigua de las Américas

Durante años, la espiritualidad y la diversidad sexual han sido vistas como incompatibles por sistemas de creencias religiosas como lo son el catolicismo y el cristianismo. Para muchas personas LGBTIQ+, la religión ha sido sinónimo de dolor y exclusión, principalmente para quienes quieren mantener su fe y espiritualidad. Y se enfrentan a cuestionamientos sobre si las personas con identidades de género y orientaciones sexuales diversas no tienen derecho a vivir su espiritualidad, si es posible ser creyente sin ser rechazado o si ser homosexual es vivir en pecado.

Frente a estos interrogantes, han surgido movimientos religiosos que cuestionan la exclusión de las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas dentro de las instituciones de fe. Rita Gómez, obispa de la Iglesia Antigua de las Américas, una comunidad de tradición cristiana, explicó en entrevista con El Espectador, durante el evento Memorias Disidentes de Caribe Afirmativo, que existen corrientes religiosas que promueven las “espiritualidades afirmativas LGBTIQ+”. Estas corrientes buscan afirmar la dignidad de las personas diversas dentro de los espacios de fe, ofreciendo una alternativa inclusiva y acogedora.

Estas redes espirituales no solo brindan un espacio seguro y amoroso para las personas que han sido rechazadas por las estructuras religiosas tradicionales, sino que también cuestionan la moral heteronormativa predominante. Es decir, que no consideran la heterosexualidad como la única orientación válida, sino que las incluyen, al igual que otras identidades o expresiones de género.

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Estas llamadas “espiritualidades afirmativas” no se centran en la idea de incluir a las personas LGBTIQ+, sino en afirmar su dignidad dentro de la fe. “El concepto de inclusión implica que alguien tiene el poder de aceptar o rechazar a otro. Nosotros preferimos hablar de afirmación, porque la diversidad es parte esencial del ser humano y no necesita ser validada por nadie más”, afirma Gómez.

En esta comunidad religiosa se problematizan, tienen encuentros de diálogo, y rescatan interpretaciones liberadoras de la religión que cuestionan las imposiciones excluyentes. Como ejemplo, la obispa destaca el versículo de Génesis 1:26: “Entonces Dios dijo: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza”. En este pasaje, Gómez encuentra un mensaje de aceptación, señalando que Dios creó a los seres humanos a su imagen y semejanza, sin errores y con amor.

También se promueve una lectura popular de la Biblia, así como un enfoque reflexivo sobre las leyes y jurisprudencias de cada país, buscando espacios que permitan repensar la llamada “correcta interpretación de lo sagrado” y reafirmar la identidad y dignidad de cada persona dentro de la fe, comenta Gómez.

En el caso colombiano, los primeros espacios de espiritualidad afirmativa surgieron en 1974 con Carlos Arturo Triana, de tradición católica romana, que comenzó a reunir personas de orientaciones sexuales e identidades de género diversas para discutir temas bíblicos, derechos humanos y salud. Años después, este movimiento espiritual se amplió con la experiencia de Luis Camilo Laborde, un pastor protestante que fundó La Puerta, una comunidad que operaba en el segundo piso de un bar en La Candelaria, Bogotá.

Desde entonces, estos espacios han crecido, expandiéndose más allá del cristianismo. De acuerdo con la obispa, se han identificado 19 iglesias protestantes afirmativas y 12 en el sector católico romano y no romano. También se han reconocido comunidades judías, expresiones de fe budistas, hare krishna y yorubas, que han incorporado la diversidad dentro de sus prácticas espirituales. A esto se suman organizaciones laicas vinculadas al movimiento LGBTIQ+ que defienden el derecho a una espiritualidad libre de discriminación, así como comunidades indígenas que consideran la diversidad sexo-género parte esencial de su identidad y tradición espiritual.

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En la evolución de este colectivo, las espiritualidades afirmativas han ido incorporando diferentes temas, como los derechos humanos, la justicia social, el cuidado del medioambiente, el feminismo y la autonomía de los cuerpos. Además, promueven el reconocimiento del liderazgo religioso de las mujeres y las personas LGBTIQ+. “En el caso judeo-cristiano de Jesús, al acercarnos al texto de esa forma encontramos que no es la obediencia sin cuestionamiento, Jesús se basa en la dignidad humana, el respeto a las diferencias, capacidad de empatía, desmitificación de situaciones no comprendidas”, afirma Gómez.

De igual manera, la inclusión de las personas trans es un aspecto fundamental en las espiritualidades afirmativas. En estas corrientes teológicas no existe un modelo único de ser; pues se celebra la diversidad de cuerpos e identidades. De acuerdo con Gómez, este grupo espiritual desafía la visión tradicional y moralista de los cuerpos sexo-diversos, se alejan del morbo genital impuesto por la sociedad y ven la sexualidad como una dimensión natural del ser humano, libre de culpa y represión. Esta perspectiva confronta tanto las lecturas fundamentalistas de la religión como a una sociedad que aún evita hablar abiertamente sobre el placer, la educación sexual integral y la diversidad desde edades tempranas.

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A pesar de los avances, estos espacios siguen enfrentando resistencia y juicios por parte de sectores más conservadores. La obispa explica que, en el país, la apertura de nuevas comunidades afirmativas es un desafío debido a la fuerte tradición judeocristiana. Además, señala que muchos líderes religiosos no han tenido o no han considerado necesario profundizar en estudios teológicos que les permitan interpretar las escrituras desde un mensaje de esperanza, celebración de la diversidad y respeto por la dignidad humana.

Sin embargo, considera que las personas LGBTIQ+ “no deberían permanecer en espacios que las violentan. Pueden buscar comunidades donde puedan vivir su espiritualidad con dignidad y sin miedo”, concluye la obispa.