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Estigma, odio y prejuicio: la carga que recae en las familias con infancias trans

Las familias que apoyan a sus hijos trans enfrentan discursos de odio y discriminación. Aunque son acusadas de “confundirlos” o de ceder a una “moda”, ellas defienden su derecho a criar con amor y respeto, demostrando que acompañar a una infancia diversa no es ideología, sino una necesidad.

31 de marzo de 2025 - 12:00 p. m.
Estigma, odio y prejuicio: la carga que recae en las familias con infancias trans
Foto: Eder Rodríguez
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Las familias que apoyan a sus hijos e hijas trans suelen ser blanco de críticas e incomprensión. En redes sociales y en discursos políticos se reproducen mensajes que estigmatizan a los padres que respaldan la identidad de género diversa de sus hijos, acusándolos de que los “están confundiendo” o incluso “pervirtiendo”. Particularmente, en el actual contexto global, en el que hay un auge de fuertes discursos anti-género que promueven retrocesos sobre los derechos de las personas con identidades de género diversas, las infancias y adolescencias trans están en el centro de la discusión.

Detrás del amor y el apoyo incondicional que estas familias han decidido brindar a sus hijos e hijas, hay una carga desproporcionada de prejuicios y ataques. A menudo, enfrentan cuestionamientos que pretenden deslegitimar su labor como cuidadores, al asegurar que son las personas que están “forzando” a las infancias a ser trans. Se señala, principalmente a las mamás, como “malas madres”, irresponsables, manipuladoras o como personas con agendas ideológicas ocultas.

“Nada más lejos de la realidad”, afirma una de las madres consultadas por El Espectador. “Lo que hacemos es escuchar a nuestros hijos y permitirles ser quienes realmente son”. Este diario habló con nueve familias con hijos e hijas trans que compartieron sus experiencias y la forma en que afrontan la desinformación sobre las identidades de género diversas. Todas coinciden en que tuvieron que desaprender las creencias con las que crecieron y cuestionar sus propios prejuicios al momento de decidir acompañar a sus hijos. Fue un proceso de deconstrucción de lo que asumían sobre las personas trans; muchas se tropezaron con el pensamiento de que quizás “podían con un hijo gay, pero no con uno trans”. Sin embargo, entender que la identidad de género u orientación sexual no cambia la esencia de su hijo, hija o hije - cuando se identifican como personas no binarias -, fue lo que les permitió asumir el tránsito.

Como explica en entrevista con este diario Gustavo Perdomo, médico psiquiatra especialista en acompañamiento a la población LGBTIQ+, las familias nunca han intentado ni han querido imponer nada. “De hecho, la aparición de una identidad de género diversa en alguno de sus hijos es una condición muy angustiante. Muchas personas, a pesar de que después abrazan el hecho de tener un hijo o una hija trans, al principio fueron situaciones muy angustiantes, y no había una intención de pasar por eso”, agrega.

Otro prejuicio común es la idea de que las infancias trans son “demasiado jóvenes para saber quiénes son” y que los padres deberían reprimir antes de apoyar su transición. “Si mi hijo me dice que tiene hambre, le creo. Si me dice que está triste, le creo. ¿Por qué no le creería cuando me dice quién es?”, cuestiona una madre. También se acusa a los padres de estar actuando bajo modas o presiones sociales. “Nos dijeron que lo hacíamos para llamar la atención, que era algo del momento. Pero cuando ves a tu hije sufrir, te das cuenta de que esto no es una tendencia, que es su verdadera identidad y reconocerla es una necesidad”, comenta un padre.

En este sentido, denuncian que los esfuerzos para prohibir el a información sobre identidad de género y servicios de salud orientados a las infancias y adolescencias trans “son un ataque directo hacia la vida y los derechos de sus hijos” que se encuentra estrechamente fundamentado en un pensamiento religioso y biologicista que niega la diversidad como esencia natural del ser humano. “Nos dijeron que estábamos pervirtiendo a nuestra hija, que lo mejor era corregirlo antes de que fuera ‘demasiado tarde’”, recuerda una madre con dolor.

“Esto no es perversión. Están haciendo lo más humano y lo más amoroso con esa persona: amarla por quien es, independientemente de lo que esto sea, y permitirle libre desarrollo de su personalidad, lo cual es algo clave para que esta persona sea sana mentalmente y pueda vivir en sociedad a futuro”, enfatiza Perdomo.

De esta manera, los padres y madres de infancias trans han aprendido a blindarse ante la desinformación y el odio, pero eso no significa que la lucha sea fácil. “Me gustaría que la gente entendiera que no es nuestra decisión, es la vida de nuestres hijes”, explica un padre. “El único papel que tenemos es acompañarlos, protegerles y asegurarnos de que crezcan con el amor que merecen”. Otra madre añade que las infancias y adolescencias trans no son personas confundidas, sino que, por el contrario, “el apoyo de sus entornos es lo que les está ayudando a encontrarse”.

A pesar de los ataques, estas familias no tienen dudas sobre el camino que han elegido. “Si volviera a nacer y una vez más me dijera que es trans, haría exactamente lo mismo”, dice una madre con convicción. “Ver a mi hijo feliz, libre, creciendo en un hogar donde se siente respetado, no tiene precio. Nada ni nadie nos va a hacer dudar de eso”. Estas familias aseguran que el amor es más fuerte que cualquier prejuicio. Su prioridad es el bienestar de sus hijos e hijas, y su deseo es que puedan vivir en un entorno de respeto y comprensión.

¿Cuál es el origen de esos discursos que estigmatizan a las familias y a las infancias trans?

Para abordar esta pregunta, El Espectador consultó con Flora Rodríguez, antropóloga, investigadora y directora del Centro Rosarista de Diversidad, Equidad e Inclusión. Ella explica que el origen de los prejuicios y el estigma hacia las personas trans tiene raíces profundas en la historia y la cultura, donde el género ha sido tradicionalmente entendido como una categoría binaria, vinculada estrictamente al sexo biológico. A esto se suma el auge de discursos transfóbicos que han cobrado fuerza en el panorama político actual.

“Lo que se ha venido configurando es un discurso que pone como un símbolo a la infancia, bajo el lema de que hay que protegerla, pero detrás de ese símbolo lo que se busca es mantener una serie de valores morales y heteronormativos. Termina siendo un mensaje de ‘los niños son el futuro siempre y cuando reproduzcan el orden social’”, afirma Rodríguez. Añadiendo que estos discursos con trasfondos políticos y religiosos continúan promoviendo la idea de que las identidades de género diversas son una amenaza o un peligro.

Por otro lado, la experta subraya que en el contexto latinoaméricano, a lo largo de la historia, ha sido un fenómeno común la creación de “pánicos morales” en torno a lo que debería ser la sociedad y su orden. “En algún momento las amenazas eran los movimientos antirracistas e indígenas, después los campesinos, después las mujeres y así se ha ido transformando ese supuesto peligro”, agrega. Según su análisis, particularmente en el caso de las infancias trans, estos discursos se han transformado en el uso del lenguaje “ya no se habla de Dios, se habla de derechos y de ciencia”, el problema con este último es que se desconocen los avances científicos en torno a la salud de las personas con identidades de género diversas.

En este contexto, el estigma no solo afecta a las personas trans, sino también a sus familias, quienes, al apoyar a sus seres queridos en su identidad de género, se enfrentan a la incomprensión y el rechazo social. Rodríguez advierte que cuando estos discursos se empeñan en hablar de la “infancia” como un símbolo, están desconociendo que se habla de “personas reales, de carne y hueso, que sienten y viven las realidades de la discriminación”.

* Para este artículo se omitieron los nombres de las familias para proteger la identidad de los y las menores de edad.

** Este artículo hace parte del especial multimedia “Infancias trans: cuando sus familias les dan la posibilidad de soñar, crecer y ser”, para consultarlo puede hacer click aquí.

Por Mariana Escobar Bernoske

Comunicadora social con énfasis en periodismo y producción sonora/radiofónica. Ha participado en investigaciones sobre Derechos Humanos desde una perspectiva feminista y de género. Tiene estudios en el Centro Latinoamericano de Derechos Humanos y la Universidad de Strathclyde.[email protected]

Por Alejandra Ortiz

Antropóloga, periodista y realizadora audiovisual, con una maestría en Salud Pública. Ha sido profesora cátedra en la Universidad del Rosario y realizadora audiovisual en la unidad de video de El Espectador. @aleja_ortizm[email protected]
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