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¿Cómo fue el momento en el que se enteró de que era el ganador del premio?
Fue bastante emocionante, además de que me tomó por sorpresa, porque el nombre del ganador se reveló durante la ceremonia de premiación. Fue algo similar a los Premios Óscar. Realmente, una experiencia increíble y de total asombro, considerando que en ese entorno la mayoría de las personas que trabajan en el área son suecos o tienen raíces nórdicas, y soy el único latino, lo que marca una gran diferencia en el ambiente laboral.
¿Cómo fue el proceso de postulación?
El proceso es que las postulaciones se podían hacer por nominación, ya fuera de una persona o de una organización. En mi caso, la postulación se realizó a través de una entidad con la que he venido trabajando durante los últimos dos años, llamada Nordic Council (Consejo Nórdico). Cuando se lanzó la convocatoria para las candidaturas, ellos me postularon: reportaron y escribieron cierta información que se consideraba para el premio. Un mes y medio antes de la premiación recibí una notificación de que mi candidatura había sido aceptada. Todo estaba relacionado con el trabajo que estoy realizando en el área de inteligencia artificial, desde el punto de vista de la regulación, lo legal y lo ético.
Hablemos sobre lo que significó que sea colombiano, además del único latino nominado...
Es una combinación. Por un lado está la motivación de ser disruptivo en un área en la que, digamos, el sector o la nacionalidad dominantes es nórdico o europeo. Entonces, está esa motivación de mostrar que la gente que viene de afuera también aporta, y que nosotros, como colombianos, estamos no solo en capacidad de competir, sino también de colaborar al mismo nivel que los expertos a nivel mundial. Pero también está el orgullo de ver que gran parte del trabajo que se ha hecho, y lo que me ha traído aquí, está vinculado a mi país. Vine aquí a hacer un doctorado con la esperanza de desarrollar competencias profesionales, pero toda mi educación y formación, así como la experiencia que adquirí en Colombia, han contribuido a desarrollar una forma de pensar y de trabajar que se refleja en lo que hago hoy. Además, puede sonar estereotipado, pero se notan diferencias en la forma en que un sueco o un nórdico afronta los problemas, en comparación con los latinos.
¿Cuáles han sido esas diferencias que ha encontrado en cuanto a resolver los problemas?
Los nórdicos tienden a trabajar mucho en consenso, y algo que siempre me dicen es: “Nosotros trabajamos mucho en grupo, y es parte de acordar, de encontrar balances y de escuchar los diferentes puntos de vista”, lo cual está bien, porque se le da voz a todo el mundo. Sin embargo, para nosotros, los latinoamericanos, venimos con la mentalidad de “hay que hacer, hay que mover, hay que avanzar”. Está bien tratar de encontrar un balance entre darles espacio a todos los interesados y escuchar todas las opiniones, pero también hay momentos en los que hay que actuar y no dejarse paralizar simplemente porque aún no hemos llegado a un acuerdo o a un punto final. Lo otro tiene que ver con la forma de acercarse a los demás. Los colombianos somos muy abiertos, cálidos, dispuestos a colaborar y a conversar. En cambio, los nórdicos suelen ser un poco más fríos y reservados, y de cierta forma eso también impacta la manera en que se abordan las situaciones, se toman decisiones y se asumen los retos.
Por qué se interesó en los temas relacionados con la inteligencia artificial.
Mi viaje ha sido largo. Al principio, en mi doctorado, trabajé en redes inalámbricas y comunicaciones móviles. No obstante, al desarrollar mi tesis y trabajar en empresas en Suecia, me di cuenta de la necesidad de vincular la infraestructura de comunicaciones con el uso que se le da a la inteligencia artificial y cómo potenciarla. Vi que compañías como Ericsson y Huawei tienen soluciones tecnológicas similares, pero lo que diferencia es la personalización de los servicios. Para lograrlo era necesario automatizar los procesos, y ahí apareció la inteligencia artificial, que fue clave para adaptar sus servicios a diferentes perfiles de . Desde entonces surgieron otros retos en los que me he enfocado en trabajar: los requisitos éticos y legales de trabajar con esta tecnología.
Algunas personas sienten temor por la inteligencia artificial, o se resisten a su llegada. Ejemplo de ello, los artistas. ¿Por qué cree que ocurre?
Hay un componente común en todos los seres humanos: el temor a lo desconocido. La incertidumbre puede generar inseguridad y miedo, especialmente cuando no tenemos respuestas sobre lo que vendrá en el futuro. Por otro lado, la rapidez con la que la inteligencia artificial ha evolucionado, después de décadas de desarrollo, ha sorprendido a muchas personas. Este avance inesperado genera temores, aunque también muestra el gran potencial que tiene, del cual solo estamos viendo una pequeña parte. Y si bien tiene muchas cosas positivas, también plantea riesgos que requieren atención para evitar posibles extralimitaciones. Esto es algo común a todas las tecnologías. Lo mismo ocurrió con internet o la energía nuclear, que puede usarse de manera benéfica o con fines peligrosos.
¿Y entonces cómo podemos acercar esta tecnología a los sectores?
Hay un interés en establecer controles sobre lo que se puede hacer con la inteligencia artificial. En mi opinión, a veces la atención se limita a definir los límites y las garantías mínimas para su uso. Sin embargo, creo que hace falta avanzar más en políticas y regulación para acercar estas soluciones a la sociedad. El esfuerzo ha sido algo tímido. Por ejemplo, en la regulación europea solo hay un artículo que menciona la capacitación en inteligencia artificial, enfocándose en educar a las personas y organizaciones. La regulación no lo resuelve todo, pero es importante que gobiernos e instituciones empiecen a ver cómo potenciar y aceptar esta tecnología para que realmente tenga un impacto positivo.
Qué dice sobre la posibilidad o el miedo de que la inteligencia artificial supere la inteligencia humana...
La inteligencia artificial ya supera al ser humano en tareas específicas, como jugar ajedrez. Si quitamos el componente humano de pensamiento creativo y emocional, la IA podría llegar a superar la inteligencia humana, aunque no lo veo como un escenario apocalíptico. Mientras sigamos teniendo el control y fomentemos el pensamiento crítico junto con el desarrollo de la IA, podemos balancear la situación. Replicar emociones en una máquina no es algo realizable por ahora, y eso marca una diferencia importante. La IA no competirá en todas las áreas con el ser humano, pero depende de nosotros ser críticos y creativos para mantener ese equilibrio.
