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¿Cómo se da su interés por estudiar y comprender temas relacionados con el medio ambiente?
Siempre me interesó la biología, la física y la química, además de las matemáticas. Me llamó la atención todo lo relacionado con el calentamiento global debido a las emisiones de dióxido de carbono y otras sustancias en la atmósfera, temas que se vienen estudiando de manera seria desde 1970. Uno de los investigadores fue Carl Sagan, el científico, aunque en ese entonces no se le dio mucha importancia, hoy en día estamos viendo los efectos más impresionantes.
¿Cómo ha entrelazado esta pasión con su oficio como rector?
Desde el año 2000, comenzamos a implementar proyectos ambientales en el colegio, inicialmente como pilotos. Al notar que los proyectos no tenían mucha relevancia en la legislación educativa, los integramos de forma transversal en todas las asignaturas. La idea era que lo ambiental no solo se centrara en la conservación de la biodiversidad, sino también en la salud de nuestros estudiantes y profesores. Empezamos a implementar ideas prácticas como la ventilación cruzada en las aulas, para mejorar la calidad del aire. Nos dimos cuenta de que problemas como bostezos o estudiantes quedándose dormidos en clase no solo eran por falta de interés, sino también por la baja calidad del aire, ya que el dióxido de carbono y la falta de oxígeno pueden afectar la concentración. A partir de ahí, comenzamos a estudiar la relación entre el aire y el aprendizaje, basándonos en estudios de neurociencia. Durante los incendios cercanos, como el de las Lomas Orientales, la calidad del aire empeoró y afectó el ambiente en las aulas. Implementamos sistemas de ventilación por desplazamiento para optimizar el flujo de aire sin que el ruido externo interfiriera. También reemplazamos los bombillos fluorescentes por LED, ajustando la luz a una temperatura de 3.800 grados Kelvin, ideal para el aprendizaje. Además de estos ajustes, promovimos la sostenibilidad social, involucrando a los estudiantes en proyectos ambientales. Después de varios años de mejoras, decidimos mudarnos a un nuevo terreno en Chía, donde construimos una sede con es solares, huertas y sistemas de calidad de aire. El nuevo plantel incluye un centro acuático solar, el primero en Colombia y Sudamérica, y está diseñado para ser un espacio sostenible y adecuado para el aprendizaje.
¿Qué retos u obstáculos encontró en este proceso?
Un colegio sostenible debería ser más económico debido a las subvenciones del gobierno, pero, en realidad, todo resulta más caro. La planta de tratamiento de aguas residuales, el sistema fotovoltaico y los colectores solares para el calentamiento de agua de las piscinas y las duchas fueron costosos. Por ello, somos un colegio caro para los padres. En Colombia, este es un reto debido a los impuestos. Otro reto es la falta de conciencia en los padres de familia, quienes valoran más pruebas como la Saber 11, que no son un buen indicador del aprendizaje real. A pesar de su interés en aspectos académicos como el bilingüismo, la sostenibilidad no se ve como una cuestión de supervivencia de las especies. Ese nivel de egocentrismo como ciudadanos debe trabajarse desde pequeños. Cuando se matriculan en el colegio siembran un árbol y lo cuidan a lo largo de los 14 años que pasan en el Rochester. Es fundamental crear esa conciencia, pero no es fácil.
Hablemos de su historia en el colegio. Usted se vinculó a la institución a los 22 años luego de la muerte de su madre, quien fue la fundadora. ¿Estaba preparado o fue reto circunstancial?
Me gradué en ingeniería electrónica en diciembre de 1986 en Texas A&M University. Mi mamá estaba enferma de cáncer y falleció en abril de 1987. Ese mismo año comencé a trabajar en el colegio, donde la ingeniería me ayudó a entender aspectos del campus, las matemáticas, ciencias, y más. Sin embargo, un mes antes de morir, mi mamá me dijo muy seriamente que no debía involucrarme en educación sin estudiar formalmente la carrera. Al principio no lo entendí, pero dos años después de estar trabajando en el colegio me di cuenta de que tenía razón. Entonces, en 1990, decidí estudiar una maestría en educación con énfasis en istración educativa, entre los veranos de mayo y agosto en Texas A&M. A medida que avanzaba en mis estudios, empecé a aplicar lo aprendido, por ejemplo, en temas de evaluación educativa. En 1992, fundamos un comité de evaluación institucional para estudiar las ideas que estaba aprendiendo, en particular la teoría de la elección de William Glaser y su impacto en la educación de calidad. A partir de ahí, el colegio adoptó un enfoque basado en la teoría de la elección y la enseñanza para la comprensión, con el objetivo de hacer que todos los estudiantes pudieran ser exitosos. En 2008, me di cuenta de que era fundamental tener una sede adecuada para el colegio, y decidí tomar un año sabático para estudiar gestión ambiental. Estudié en el Instituto Tecnológico de la Florida y mi proyecto de grado fue diseñar un currículo de energía para Colombia, que fue entregado formalmente al ministro de energía de Colombia en 2009, aunque no fue implementado a nivel nacional, sí lo hicimos en el colegio.
¿Pero usted estudió una ingeniería porque pensaba dedicarse a algo distinto a la educación?
Ya tenía un trabajo ofrecido por Dow Chemical en Cartagena como ingeniero electrónico y una beca en Texas A&M para hacer una maestría en ingeniería biomédica, que era lo que realmente quería. Pero al morir mi mamá, eso marcó un antes y un después en mi vida. Todo cambió. Sentí que debía defender su legado y continuarlo. Al principio pensé que sería algo temporal, pero se convirtió en una misión de vida para mí.
¿Qué conserva de su madre para cumplir la labor que le heredó?
Mi mamá solo hablaba en inglés con los estudiantes, y yo hago lo mismo. Ella tenía un inglés precioso. Era una persona integral, que quería que los estudiantes fueran, como ella decía, personas de bien, decentes, que aportaran al país y al mundo. Eso es lo que hacemos hoy en día, y ha sido un estandarte. El propósito del colegio es educar e inspirar a los estudiantes a tomar control de sus vidas con el mundo en mente.
De todos los cargos que ha ocupado en el colegio, ¿hay alguno que haya disfrutado más?
El mayor nivel de satisfacción fue siendo profesor, especialmente de matemáticas y física. En cargos directivos, lo satisfactorio es poder incidir sistémicamente en la institución. Como profesor, siempre exigí mucho a mis estudiantes, pero les ofrecí oportunidades. Trabajaban extra, y el que más tiempo tenía, más se le exigía, pero nunca fracasaron conmigo. Algunos profesores se burlaban. Decía que “los estudiantes de Aljure siempre lograban buenos resultados. Todos sacaban 8, 9 o 10”. Yo siempre creí que todo estudiante podía ser exitoso. Y aunque antes no tuve influencia en el sistema escolar, sí la tuve sobre mis estudiantes, muchos de los cuales ahora son padres en el Rochester, y recuerdan lo exigente, pero satisfactorio que fue ese proceso.
¿Y usted qué ha aprendido de sus estudiantes a lo largo de estos años?
Aprendí a ser buen profesor. Lo considero así porque logré conectar con los estudiantes, ellos me iran y respetan, y yo también los respeto y valoro. Incluyo sus gustos e intereses. Sin embargo, no fue fácil. Al principio, en lugar de trabajo en equipo, formaba filas y algunos estudiantes se desconectaban. En 1987, cuando comencé, hablaba muy bajo, y algunos estudiantes se burlaban. Un día alguien me grabó, y al ver el video me di cuenta de que ese tipo de enseñanza no era efectiva. Fue entonces cuando decidí estudiar educación. En la maestría entendí que ese estilo de clase era insatisfactorio. Así que empecé a cambiar mi enfoque. Recuerdo que un estudiante que fue muy desafiante me preguntó: “¿Por qué tenemos que estudiar el capítulo 7 antes del 4 si usted no es el autor?”. En ese momento, sin haber estudiado aún pedagogía, respondí mal. El estudiante no volvió a clase, pero logró aprobar la asignatura. Esa experiencia me enseñó que las luchas de poder con los estudiantes no llevan a nada. En lugar de pelear, decidí estudiar y mejorar mi manera de enseñar. Probé lo que aprendí en mi clase y fue un éxito. Luego, implementamos capacitaciones institucionales basadas en el modelo pedagógico de la teoría de la elección, que ahora es el enfoque del colegio.
