
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
¿Cómo se dio cuenta de que tenía talento para la música?
Yo decía que cantaba, pero nunca había grabado nada. Mi profesor de artística, Hans Franco, fue quien hizo que perdiera el miedo y me dijo: “Hey, ¿qué tal si grabas los jingles del colegio?”. Fue él quien me empezó a animar a grabar y ver qué pasaba. Desde entonces, empecé a hacer cosas por mi cuenta, experimentando con el afrobeat y trabajando con otros productores.
Hablemos de sus inicios en la música. Usted ha dicho que no ha sido un camino fácil.
Sí, me tocó guerreármela mucho, porque en la escuela me hacían bullying y no confiaba mucho en lo que les mostraba como artista. Siempre me cuestionaban. Además, mis condiciones económicas eran malas: tuve que vender fritos, gaseosas, ir al colegio a pie; tenía que caminar casi que una hora. Esas fueron las cosas y los obstáculos que me pusieron a prueba para ver si en verdad yo quería esto.
A raíz de esas dificultades, ¿pensó en abandonar sus sueños?
Sí, dos veces estuve en ese dilema: antes de hacerlo y cuando estábamos en pandemia. En ese momento pensé que la pandemia iba a durar toda la vida, pero en realidad fue cuando mi carrera se empezó a impulsar gracias a lo digital. Luego, cuando volvió todo a la normalidad, empecé a escucharme en los bares y en la calle, que es donde siempre he estado.
¿Cómo el lugar en el que nació y sus demás raíces han influido en su sonido y su carrera?
Llevó el mismo nombre que mi abuelo: Hamilton. Él era de Jamaica y esa decisión de compartir el nombre tiene que ver con su jocosidad, con la relación de mi familia con la música y con la cultura de Cartagena. Nosotros nos movemos a través de la champeta africana y todos los sonidos afrocolombianos, que son la raíz de que la música sea terapéutica.
¿Cree que la industria musical aún perpetúa dinámicas racistas?
Sí, todavía hay racismo, no solo en Colombia y en Latinoamérica, sino en todo el mundo. No solo ocurre en la música, sino en cualquier ámbito y se manifiesta de una manera indirecta. Recuerdo una vez que yo estaba en el Centro Comercial Santa Fe comprando algo y los vigilantes me preguntaban todo el tiempo: “¿A dónde vas? ¿Qué haces? ¿Por qué estás caminando tanto por aquí? ¿Qué se te perdió?”. Y hasta me llamaron a la policía. Eso no me ha ocurrido solo una vez, sino varias.
¿Considera que la música le ha ayudado a combatir esas realidades?
Todo lo que me ha pasado ha sido mi motivación. Eso me ha dejado claro que la música hace posible que nos vean, que nos reconozcan y que, aunque haya que trabajar el doble, no hay que parar.
El último año ha obtenido logros importantes para su carrera. Entre esos, el reconocimiento de Billboard como uno de los artistas con más proyección en este 2025. ¿Cómo se siente con eso? ¿No hay algún sentimiento de presión o ansiedad?
Tengo que seguir dando el 200%, pero no siento presión. En realidad, eso me motiva a trabajar más y a seguir encontrando formas para impactar con mi música, que quiero siempre mantenga el mismo nivel de contenido en la letra. Siento que mi música es ese “refresco” que puede llegar a lo que ya está establecido. Entonces, esto me deja claro que hay que seguir esforzándose todos los días para hacer algo mejor que lo anterior.
¿Cuál es su visión sobre el éxito?
El éxito varía según muchos factores. De hecho, hay gente que es exitosa, pero no se siente así. Para mí, se trata de ser un artista global que pueda convertir sus canciones en clásicos, como lo hicieron Juan Gabriel o el Joe Arroyo, por ejemplo. Ellos siguen vivos en su música y eso es lo que yo quiero: ser una leyenda, cambiar la historia de la música y retirarme con tranquilidad.
Mucha gente logra el éxito y se dejan traicionar por el ego, ¿cómo equilibra eso?
El ego siempre está presente en cada ser humano. Mi tío me enseñó que, por más que la gente intente sacarte el ego, no debes dejar que se te escape. Sin embargo, Dios siempre nos está mirando y nos pone pruebas para ver cómo nos comportamos y para saber si merecemos estar en el lugar en el que él quiere que estemos. Esa gente a la que se le suben los humos no dura tanto. Yo estoy orgulloso de ese proceso, porque he aprendido a comportarme. Hay gente que tiene un hit global y es creída. Pero si eso me llegase a pasar, ya sabré cómo controlarlo, porque vengo de varias sensaciones, varias canciones, varias experiencias, y sabré cómo manejarlo. Además, todos los días le pido a Dios la sabiduría para enfrentar todo eso.
¿Y cómo lidia con la idea del fracaso?
Si a una canción le va mal, sigo trabajando y hago otra. Así soy con todo.
¿Qué le agradece a su oficio?
Que puedo levantarme, prender el carro, manejarlo e ir al estudio a grabar. También que con esto puedo ayudar a mis papás y vivir de mis sueños. Es una fortuna para mí acostarme sabiendo que al día siguiente voy a trabajar en lo que amo y me apasiona. Y, debo decir, que es increíble cuando me subo a la tarima y la gente me hace sentir como un grande.
