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Fragmento de “El secreto de Gabo”, un nuevo libro sobre Gabriel García Márquez

Cangrejo Editores presentó en la Feria Internacional del Libro de Bogotá “El secreto de Gabo. Misterios y hechos paranormales en la vida de García Márquez”, del periodista Diego Reyes.

Diego Reyes * / Especial para El Espectador
09 de mayo de 2025 - 01:00 a. m.
El periodista Diego Reyes y la portada del libro que escribió sobre el Premio Nobel de Literatura colombiano.
El periodista Diego Reyes y la portada del libro que escribió sobre el Premio Nobel de Literatura colombiano.
Foto: Cortesía del autor
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El escritor J. J. Benitez dijo: “Cuando leí “Cien años de Soledad” sentí una intensa envidia. No era justo. Gabriel García Márquez, para mí, era el mejor escritor del mundo. Pero, en sus obras, había algo más. Algo que superaba los límites de la razón. ¿Cómo era posible? Hasta que, un día, el investigador argentino Fabio Zerpa me confesó el secreto del GABO: Una noche, en una playa de Cartagena de Indias, García Márquez fue abducido por una nave no humana. A partir de entonces, la vida y obra del GABO fueron mágicas. Si lee el presente libro lo comprobará…“.

Sinopsis

El Nobel Gabriel García Márquez guardó un secreto durante toda su vida. Algo le ocurrió en su adolescencia en la ciudad de Cartagena de Indias. Una noche vio una luz. ¿Qué demonios fue lo que le sucedió? ¿Acaso se quedó dormido en el bazar y recayó en sus episodios de sonambulismo? García Márquez nunca obtuvo las respuestas a esas preguntas; la única certeza fue que, en plena adolescencia, se le clarificaron las ideas e iniciaría una refulgente carrera como escritor.

Extracto

Cartagena. Año ¿1946? o ¿1948? Un extraño e indescifrable presentimiento se le sembró en el pecho, haciéndolo regurgitar como si fuera algo tangible que le corría por el gaznate con vida propia. Le fue necesario caminar para no ahogarse. Y así lo hizo, dejó de lado su frenética obsesión por transcribir cartas en la vieja máquina y huyó del recinto ubicado en la calle San Juan de Dios. La bofetada de la cálida brisa lo puso alerta y le insufló vigor, como el luchador que se estremece al respirar sales de amoniaco para revertir el nocaut. Acompañado de su eterno cigarrillo, con el que jugaba entre sus dedos aún estando encendido, caminó con zancadas de avestruz hasta desembocar en el muelle de la Bahía de Las Ánimas —donde se levantaba el antiguo mercado central— y pronto se instaló en uno de los comederos, justo a tiempo para ver zarpar las goletas cargadas de guineo verde. Rápidamente las pequeñas canoas se pierden en el mar absorbidas por la oscuridad que deja el apagamiento del sol.

Al ser Cartagena —aún— una urbe parroquial, cruzar el centro histórico por sus estrechas y embrujadas calles toma poco tiempo. El «filete de carne con grandes anillos de cebolla encima y tajadas fritas de plátano verde», que es lo más alejado de la comida típica local, es el plato más tradicional que se prepara en el bochinchoso mercado. El adolescente Gabriel, ataviado de vestido escandaloso, echó de menos esa noche a su maestro Clemente Manuel Zabala —el hombre lámpara— quien lo introdujo al periodismo y con quien acostumbraba a pasear por las tiendas y escuchar a la gente del muelle buscando material de calidad para hacer el periódico del día siguiente.

Sin proponérselo, terminó caminando por la playa en absoluta soledad. De hecho, le pareció sospechoso y extraño estar como un anacoreta en un lugar apartado, con el rumor de la mar como única compañía y con la nostalgia de una ciudad con un pasado de esplendor. El bullicio y la fiesta de las gentes del Caribe desaparecieron, mientras el ondisonante del agua le acompañaba y lo mantenía alerta. Una ráfaga de viento acarició su rostro y le generó un indescifrable escalofrío. Sintió miedo. ¿Qué le estaba pasando?, ¿por qué había aparecido en ese lugar?

Lo que vio lo desconcertó. Un lucero, de color naranja, cobró vida en el horizonte y se descolgó del cielo, acercándose decididamente hacia él. La luz, a medida que se aproximaba, tomaba formas distintas, a veces conservaba su forma circular, pero Gabriel creía que en momentos se alargaba quedando como un disco anaranjado surcando el firmamento. La intensidad de la luz era tal, que su brillantez convertía la noche en día. El joven periodista trató de devolverse, pero el platillo luminoso lo alcanzó, posándose sobre él, y lanzando un cono de luz muy potente que lo encandiló y cegó por completo. Sintió —en principio— un chorro de aire caliente sobre el tórax y su escuálida figura se paralizó por un miedo irracional hasta desvanecerse y caer en la arena. No hubo ningún dolor.

Pasadas unas horas, y ya entrada la madrugada, el aturdido Gabo despierta con el golpeteo del agua salada acariciando su rostro y un penetrante olor a azufre florando en el aire. Instintivamente trata de erguirse y correr, pero el ímprobo impulso lo hace trastabillar y caer. No recuerda absolutamente nada y tampoco hay señales del disco anaranjado con su luz absorbente. ¿Cuánto tiempo estuvo sin sentido en la playa? ¿Qué demonios fue lo que le sucedió? ¿Acaso se quedó dormido en el bazar y recayó en sus episodios de sonambulismo? García Márquez nunca obtuvo las respuestas a esas preguntas; la única certeza fue que, en plena adolescencia, se le clarificaron las ideas e iniciaría una refulgente carrera como escritor.

¿Sabes algo acerca de un o de Gabriel García Márquez con un ovni en Cartagena? Esa pregunta se convirtió en mi mantra durante los últimos meses de investigación para este libro. Como es lógico, la palabra «NO» fue la respuesta preferida de las decenas de familiares, amigos y conocidos del coloso escritor colombiano que consulté.

Los días se iban de puntillas. Los interrogatorios de aquí y allá, llamadas telefónicas, las visitas a bibliotecas, dolores de cabeza, frustración… creí desfallecer. Debo itir que en varias oportunidades contemplé «tirar los papeles» y caducar todo.

* Periodista colombiano, especialista en filosofía del Derecho y Teoría Jurídica. Los misterios, las historias y la radio han sido parte de su vida. Amante del Renacimiento italiano y los enigmas medievales. Desde muy joven incursionó en la radio, trabajando en programas matutinos de Caracol y RCN. Finalista de los Premios Internacionales Rey de España de Periodismo con el trabajo Ucrania y la palabra oprimida: Victoria Amelina. Estudió el curso Justicia, impartido por la Universidad de Harvard con el profesor Michael Sandel. Cuando era niño escribía la historia de las películas que más le impactaron para no olvidarlas: así nació la pasión.

Por Diego Reyes * / Especial para El Espectador

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