Gabriela es trabajadora. Sale cada mañana a las siete, cuando la ciudad ya está en movimiento. En su mano derecha lleva una caja negra, algo pesada, que ella llama, con orgullo, su herramienta de trabajo. Aborda el Transmilenio, se baja tres estaciones más adelante y camina sin apuro hasta llegar a uno de los semáforos más agitados del sector.
Gabriela es artista. Sobre el separador acomoda el parlante que traía y de su bolso saca un micrófono gastado. Enciende sus equipos con la familiaridad de quien lo ha hecho cientos de veces y, con voz...
