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El trueno se apagó en el último segundo: Haliburton silenció a Oklahoma

Otra vez, en la última jugada, la figura de los Pacers lideró la remontada. Dura derrota para el Thunder, que arrancó la final de la NBA perdiendo la ventaja de la localía. ¡Sorpresa de los de Indiana!

Fernando Camilo Garzón
06 de junio de 2025 - 03:32 a. m.
Tyrese Haliburton, en la jugada que definió el partido.
Tyrese Haliburton, en la jugada que definió el partido.
Foto: NBA, vía X
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A veces, un instante contiene toda la carga dramática de una serie entera. Este mismo cuento ya se ha contado varias veces en estos playoffs; Tyrese Haliburton tomó el balón con 13 segundos en el reloj, cruzó la mitad de la cancha sin titubeos, penetró por la derecha y, con la serenidad de quien ya conoce la gloria, flotó en el aire antes de soltar el balón. A 0.3 segundos del final, la bandeja besó el cristal y selló la historia: Indiana 111, Oklahoma City 110.

En el Paycom Center reinó el silencio, ese que solo deja un rugido interrumpido. Oklahoma, que había dominado todo el partido, perdió en el último aliento. Haliburton, que había empezado desconectado, terminó como el villano perfecto.

La remontada épica de Indiana, la piedra en el camino de Oklahoma

El juego inaugural de las Finales de la NBA fue, hasta ese punto, una carta de amor al baloncesto puro: intensidad, defensa, errores, redención y remontada. OKC tuvo todo para llevárselo; una ventaja de 15 en el último cuarto, un Shai Gilgeous-Alexander en modo MVP, una defensa colectiva afilada, una noche de inspiración de Dort y un Caruso omnipresente.

Sin embargo, también tuvo lo que no se ve: una historia larga, tejida con frustraciones, esperanzas, traiciones, reconstrucciones. La historia de una ciudad que nunca ha ganado un anillo, de una franquicia que nació a partir de una herida abierta.

Oklahoma City Thunder nació en 2008, pero su corazón late desde 1967, cuando eran los Seattle SuperSonics. Ganaron un título en 1979. Luego, los años de Payton y Kemp; después, la nostalgia. La franquicia fue vendida y trasladada tras una larga disputa por el KeyArena. Lo que Seattle perdió, Oklahoma lo adoptó con fe. Con Durant, Westbrook, Harden e Ibaka rozaron la gloria en 2012, pero LeBron les negó el sueño. Después, Durant los dejó por Golden State, y la ciudad, herida, volvió a construir desde el polvo. Russell Westbrook encarnó esa resistencia con triple-dobles históricos. Pero nunca fue suficiente. En 2019, llegó el tiempo del relevo. El nuevo líder sería Shai, y con él, una camada joven que se gestó en silencio, sin estrellas mediáticas, pero con identidad.

Y esta noche, en la hora de la verdad, esa identidad se hizo carne durante tres cuartos. OKC fue un huracán. El primer cuarto terminó 29-20, con una defensa que maniató a Haliburton y convirtió cada pérdida en puntos fáciles. Shai se adueñó del juego desde temprano; Dort y Caruso formaron un muro defensivo; la rotación funcionaba como un engranaje bien aceitado.

Indiana, que venía de series heroicas ante Cleveland y Nueva York, parecía confundido. No encontraba vías. Regalaba balones. En la primera mitad, cometió 18 pérdidas contra solo cuatro de OKC, una cifra demoledora. Al descanso, los locales ganaban 57-45 y todo parecía encaminado.

Otra noche inolvidable de Haliburton

No obstante, el baloncesto, como la historia, no sigue líneas rectas. En el tercer cuarto, Indiana empezó a mostrar señales de vida, aunque cada embestida encontraba una respuesta. Shai seguía indetenible, ya con 28 puntos antes del cierre del tercer periodo, y Dort se encendía con triples demoledores. OKC terminó arriba 85-76, y cuando abrió el último cuarto con un parcial que estiró la diferencia a casi 15, parecía que solo restaba el festejo. Fue ahí donde todo cambió.

Obi Toppin, salido desde el banco, comenzó a agitar a los Pacers. Tomó rebotes ofensivos, forzó faltas, anotó en la pintura. A falta de siete minutos, la ventaja se redujo a ocho. A falta de cinco, eran solo cuatro. Myles Turner, tras una posesión larga, tuvo el tiro para poner a los suyos a uno, y lo falló. En la contra, Shai anotó y volvió a poner la ventaja en ocho. Quedaban tres minutos y el Paycom Center se preparaba para el cierre. Pero, la historia tenía otros planes.

Siakam, que venía haciendo un partido magistral, apareció con rebotes clave y puntos vitales. Indiana, aun con errores, seguía ahí, aferrado al partido como quien no quiere despertar de un sueño. A un minuto del final, los Pacers estaban a tres y tuvieron una bandeja fácil. La fallaron por apuro. Shai respondió con un doble que parecía el cierre, pero no fue así porque Siakam volvió a tomar un rebote ofensivo: se la jugó en el poste y dejó a Indiana a un punto.

Shai, que tenía la última para sentenciar, falló. Y entonces, llegó Haliburton, el hombre que había desaparecido durante casi todo el partido, el líder emocional de este equipo.

Con 13 segundos, tomó la responsabilidad. Fue directo al aro. No dudó. Anotó. Indiana pasó al frente por primera vez en la noche. Y OKC ya no tuvo cómo responder, con menos de un segundo en el reloj.

Las estadísticas finales cuentan parte de la historia. Indiana lanzó mejor (47.6% en campo y 46.2% en triples), dominó los rebotes (56 a 39), y repartió más asistencias (24 contra 13). Aunque cometió más faltas personales, supo apretar en el momento justo y corregir su déficit de pérdidas. Su profundidad fue decisiva: ocho jugadores con puntos, con Siakam (19), Toppin (17), Turner (15), Haliburton y Nembhard (14 cada uno) marcando la diferencia.

Del lado de Oklahoma, Shai fue brillante con 38 puntos, cinco rebotes y cinco asistencias. Jalen Williams (17) y Dort (15) fueron apoyo sólido. Caruso fue clave en defensa con 11 puntos y dos robos. No obstante, fuera de sus titulares, el equipo no encontró respuestas. Holmgren apenas anotó seis, y la banca no logró igualar la intensidad de los visitantes en el último tramo.

Así, Oklahoma perdió más que un partido. Perdió la oportunidad de marcar su territorio desde el inicio. Perdió una ventaja construida con tres cuartos de baloncesto casi perfecto. Perdió, sobre todo, una noche que pudo ser histórica. El deporte es cruel, y los sueños se esfuman en décimas. En este caso, 0.3 segundos.

Haliburton, el mismo que eliminó a los Cavaliers con un triple agónico. El mismo que desmanteló a los Knicks en el Garden. El que sonríe cuando todos tiemblan. Él fue quien escribió el primer capítulo de estas Finales. Y lo hizo con tinta indeleble: silenciando un estadio y desinflando una esperanza. Porque no hay épica sin tragedia. Y esta noche, Oklahoma vivió la suya.

Quedan más juegos, sí. Pero para una ciudad que lleva más de una década soñando con su primer anillo, perder así, con el balón bailando en el cristal en los últimos segundos, es un recordatorio: la historia no regala nada. Y cuando aparece un villano como Haliburton, hasta el trueno puede apagarse.

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