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El 16 de enero de 2025, varias fuentes me hicieron llegar un mensaje del líder social y campesino José Del Carmen “Carmito” Abril, en el que, lleno de angustia, pedía auxilio para ser rescatado, luego de ser amenazado por una organización armada que desde comienzos de año ha llevado una sangrienta avanzada en todo el territorio del Catatumbo, cometiendo numerosos asesinatos y generando el desplazamiento de miles de personas, con una sevicia que recuerda la sanguinaria incursión paramilitar del 2002 y 2003. Si bien, los hechos pasan rápidamente y la atención noticiosa se dirige a nuevos sucesos que, además, azuzan la disputa política y los sesgos ideológicos de cada quien, la situación en el Catatumbo es dramática desde todo punto de vista y no se puede dejar de lado.
José del Carmen Abril, a quien todos conocen desde muy niño como “Carmito”, nació en Convención, Norte de Santander, el 30 de julio de 1969. Se considera un “campesino natural” que empezó a trabajar la tierra con cultivos de yuca, frijol, maíz, plátano, café y cacao a mediados de los años ochenta. Pero muy joven también se convirtió en un importante líder social en todo el territorio del Catatumbo, trabajando en pos de la paz en un lugar en el que, cada vez de manera más cruenta, distintos grupos armados —oficiales y no oficiales— han intentado imponer sus lógicas pasando, de diferentes maneras, por encima de la gente, así en su discurso, y en algunas prácticas, “solucionen” también cuestiones inmediatas.
Por eso, durante los años ochenta, vio con simpatía el surgimiento de proyectos como la Unión Patriótica que buscaban demostrar a las mismas insurgencias y, por supuesto, al resto del país, que era posible disputar por las vías democráticas el poder político del bipartidismo tradicional y así impulsar los cambios que tanto se necesitaban. Y, en esa vía, fue testigo de la tremenda represión que ese movimiento recibió, muchas veces por acción de alianzas oscuras entre hacendados, narcos, políticos y militares, que llevaron al asesinato de miles de personas, entre militantes y simpatizantes.
Posteriormente, a lo largo de los años, Carmito también fue testigo de la llegada de distintos grupos armados que, enarbolando banderas insurgentes, o no (e incluso blandiendo escudos de la oficialidad), han intentado controlar férreamente al Catatumbo para sus objetivos particulares, impulsando las nuevas oleadas de violencia que, infortunadamente, no han cesado. En este contexto, Abril se consolidó como una figura relevante para la defensa de los campesinos, incluyendo a los que, luego de la quiebra masiva de los cultivos tradicionales, se involucraron con la siembra de coca, siendo uno de los creadores de la Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat) que trabajó por la organización de las personas que, por diferentes razones, han optado por la cosecha de los denominados “cultivos de uso ilícito”.
Según cuenta, fueron las políticas neoliberales del gobierno de César Gaviria (1990-1994) las que acabaron con la producción en el campo y las semillas nativas, pues empezaron a entrar a la zona productos de otros lados, con los cuales era imposible competir, dejándolos a él y a sus compañeros a la deriva. Por esto, afirma, decidió meterse a la siembra de coca, pues era “la única alternativa” que encontraron muchos para subsistir, ya que, como bien dice, “el gobierno quiso invertir recursos en la guerra y no en la gente”.
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Claro que, en este camino, arrancó primero, a mediados de los años noventa, sembrando amapola, aunque la insurgencia de entonces arrancó sus cultivos, pues no gustaba de ellos. Empero, las cosas cambiaron y también las lógicas de estas organizaciones, porque al poco tiempo empezó a sembrar coca en la parte alta del Catatumbo, sin mayor problema y, como bien señala, ese cultivo le resolvió muchos problemas a la población vulnerable, pues “gracias a la coca se hicieron centros de salud, escuelas, carreteras, puentes, alcantarillas, viviendas y gaviones; se cubrieron la salud y la educación, y se tuvo para desayuno, almuerzo y comida”, ya que “la coca se convirtió en el ministerio de Obras, Salud y Educación, y más que eso, en el gobierno en todos estos territorios para la gente más pobre”.
Claro que el estigma hacia el campesino cocalero, siempre al vaivén de los diferentes gobiernos nacionales, muchos de los cuales han sido primordialmente represivos contra esta población, continuó. Ante esto, Carmito se ilusionó con que el gobierno de Gustavo Petro, de corte popular y discurso de izquierda, ayudara a transformar al campo para que los habitantes pudieran dejar los cultivos de coca y volvieran a sacar todos esos productos agrícolas que antes había por montones. Con esto, esperaba que la gente de todo el país “pudiera consumir el fruto de sus propias manos, pues nosotros sembramos y conocemos el campo, por lo que esperamos que el gobierno se reúna con los campesinos de las regiones del país y nos pregunten sobre la construcción de la paz, una que se hace todos los días y con nuestra participación”.
Sin embargo, y como pasó antes, todo se ha quedado en anuncios rimbombantes que empezaron desde el comienzo del gobierno, el cual trasladó al Catatumbo, y por unos días, a varios funcionarios y contratistas, quienes prometieron un mundo feliz de convenios con universidades, mejoras en (y construcción de) vías de y comercialización; centros de acopio de productos, la pacificación de la zona a partir de exitosos acuerdos de paz, numerosas ayudas técnicas y, sobre todo, efectivas políticas de sustitución que permitieran a la gente ganarse la vida de manera mucho más efectiva y tranquila. Esto quiere decir que, hasta el momento, los resultados no han sido los esperados y, más bien, muchos en la región hablan de un rotundo fracaso, lo cual —vale decir— ha ocurrido con este y los gobiernos anteriores.
A esto se suma, sobre todo, el escalamiento de la disputa entre diferentes grupos armados, como la disidencia de las FARC denominada Estado Mayor de los Bloques y Frente (EMBF), con su Frente 33 del Bloque Magdalena Medio, y el ELN que, desde Arauca, al parecer, ha enviado a un comando élite para entrar a chocar con los grupos establecidos, cebándose contra los excombatientes desmovilizados de las FARC y rompiendo, por cierto, con un acuerdo de no agresión que los “elenos” en la región habían tenido con los herederos de las FARC. A la vez, ya pasaron los tiempos en que todavía permanecían los pequeñísimos reductos de la gente de “Megateo” —quien fue un importante factor de poder hasta hace pocos años—, y se escuchan rumores de la próxima llegada de grupos armados de origen más ligado a paramilitares y narcos, si se quiere, “tradicionales”, como las Autodefensas Gaitanistas de Colombia – AGC o “Clan del Golfo”, que, al parecer, buscan “recuperar” la zona y controlar los corredores de droga hacia distintos lugares, tal y como han podido hacer en otros lugares.
Todo esto ha llevado a terribles hechos de violencia, con un nivel de sevicia que recuerda las sanguinarias acciones de los paramilitares de las AUC que, dirigidos por el propio Salvatore Mancuso hace más de 20 años, llenaron al territorio de terror con masacres, asesinatos selectivos, gente sacada a la fuerza de sus casas, persecuciones, listas negras y amenazas permanentes.
En ese complejo escenario, las promesas gubernamentales continúan, muchas veces azuzadas por los anuncios de que se vienen paros cocaleros, pero, tal y como pasa en otros lugares de Colombia, las soluciones efectivas poco se han visto y, a duras penas, continúan con acciones asistencialistas.
En los últimos tiempos, la situación de Carmito no ha sido fácil, pues fue presa de amenazas y persecuciones que pusieron en riesgo su vida al ser declarado “objetivo militar” en un momento en que la situación de guerra se encuentra en un punto álgido que desborda la capacidad de las fuerzas estatales por controlar el territorio y proteger a sus habitantes. Por esto, tuvo que huir de su casa, alcanzando a enviar numerosos mensajes de auxilio que, afortunadamente, se atendieron, pues, a través de la mediación de la Defensoría del Pueblo, fue recogido y trasladado, en compañía de algunos de sus familiares, en un helicóptero de la Policía a otro lugar del país. Claro que su preocupación continúa, pues varios de sus familiares se quedaron, así como una parcela de tierra que había empezado a trabajar para sembrar cacao y otros productos de pancoger, porque, a pesar de todo, continúa creyendo en las políticas de sustitución de cultivos, pero esperando que realmente tengan en cuenta a los campesinos.
El que Carmito haya tenido que salir a la fuerza del territorio por el cual lleva tantos años luchando, deja en evidencia el fracaso, al menos parcial, tanto de las políticas de paz en la zona del Catatumbo, como las de sustitución de cultivos en Colombia. Y es una lástima que esto esté pasado, porque siempre valdrá la pena apostar por la paz, a pesar de que haya otros que, desde diferentes lugares, apuesten siempre por todo lo contrario. Por todo esto, le hice una entrevista que, dada la coyuntura, pero también la situación estructural en el territorio, es relevante.
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Usted sufrió amenazas que lo obligaron a desplazarse, pero, infortunadamente, no ha sido el primer desplazamiento que sufre de su tierra el Catatumbo…
No, el primero fue el 9 de enero de 2002 y fue causado por los paramilitares de Salvatore Mancuso y alias “Jorge 40″, quienes generaron el desplazamiento de 175 familias, además de causar miles de muertos. Mi exilio duró poco más de un año, pues pude retornar el 19 de mayo del 2003, para lo cual ayudó mucha gente, incluso alguna de la que hoy es rebelde y supuestamente está en el Catatumbo. A pesar de esto, seguimos padeciendo la violencia, pues cosas como la “Operación Holocausto” y la “Operación Fortaleza 2″ en el 2004, fueron muy violentas con la población, ya que en eso actuaron la Brigada Móvil 15 y la Brigada 30 del Ejército (que, por cierto, usted recordará por la implicación de algunos de sus integrantes en los denominados “falsos positivos”), con apoyo del paramilitarismo.
¿Y ahora, más de 20 años después, se enfrenta a una situación similar, ¿por qué?
Vea, yo nunca pensé que los llamados revolucionarios se metieran a perseguir a un conglomerado de campesinos y campesinas, con niños y niñas, profesores y doctores.
¿Y cuál fue la excusa que tuvo este grupo armado para declararlo objetivo militar?
Los del ELN me estigmatizaron por mi pasado en las luchas campesinas, pues, por ejemplo, fui simpatizante de la Unión Patriótica, así que por eso asumen que soy de las FARC. Y claro que he compartido puntos de vista con ellos, pero nunca deberíamos estar condenados a la muerte por pensar diferente, porque usted va a ver y, a la larga, lo que buscamos, al menos de palabra, es lo mismo.
Si bien no es la primera vez que pasa y hay numerosos ejemplos, resulta lamentable que una guerrilla se enfrente a otra porque se supondría, como usted dice —claro, en su discurso público—, que luchan por lo mismo, más allá de su interés particular…
Creo que en estas situaciones se va observando lo que realmente implica ser revolucionario, es decir, cuánto implica serlo y qué justifica la revolución, más allá de buscar un poder.
Pero la guerra que se ha librado en muchos lugares es precisamente así…
Esta organización, que ha llegado con todos los fierros, sin importar de quién se trate, conceptúa que nosotros, los campesinos y las campesinas, somos la base social de otros grupos que están asentados en la región y con quienes había existido entendimiento, pero es que también había entendimiento con estos otros; por eso es que trajeron a gente de otros lugares, para que no hubiera lazos ni vínculos de algún tipo…
¿Y qué ha llevado a que las cosas hayan llegado hasta este punto?
Siempre ha habido una historia de violencia angustiante que se había amainado, pero desde el 2022, 2023 y 2024 hubo ya una alerta, pues se recrudecieron las confrontaciones verbales entre el ELN y las nuevas estructuras armadas que vienen de las FARC hasta que llegó el 16 de enero de 2025, día en que cambió la situación…
¿Esas estructuras que vienen de las FARC son las que controla Calarcá Córdoba?
No, señor, los del Catatumbo son los del Bloque Magdalena Medio, Frente 33.
Y, bueno, repito mi pregunta sobre lo que pasó para que el ELN llegara tan violentamente…
Había un rifirrafe, como dicen muchos, pues, obviamente, hay intereses económicos en la región que a todos estos grupos les interesa explotar. Además, al parecer, el ELN se estaba llenando de mucho temor, pues el (Frente) 33 estaba haciendo carreteras, puentes, puestos de salud, escuelas, arreglando cosas y proyectándose, porque no era una guerrilla que estuviera desmandada, sino que se estaba proyectando a una producción agraria de comunidad.
Digamos que buscaba el favor de la gente para convertirla en su base social…
Vea, históricamente en muchos lugares de Colombia, esos grupos representan las soluciones inmediatas a las necesidades de la población, pues, mientras el Estado es paquidérmico y hace anuncios rimbombantes que después no cumple, además de, en el pasado, atacar a la gente con acciones terribles como la fumigación aérea con químicos que tanto daño le ha causado a la salud de las personas, aquellos que representan un poder real y que, con el tiempo, crean lazos con las comunidades, han sido algunos de esos grupos.
Pero eso, precisamente, en un contexto de tantos grupos enfrentados por el control territorial y el manejo de las rentas y los recursos resulta siendo problemático…
Pues sí, pero es que la gente lo veía como una necesidad, ya que, como el gobierno no cumplía, entonces alguien estaba cumpliendo. Entonces, el 8 de noviembre del año pasado hubo una confrontación en el corregimiento Guamalito del municipio de El Carmen, donde el ELN mató dos muchachos de las FARC y eso generó tensiones en los siguientes días. Ante esa situación, convocamos, para el día 7 de diciembre, la “Convergencia Ciudadana por la Paz del Catatumbo” en El Tarra, en la que participamos alrededor de 400 líderes, sin distinguir color, pues realmente lo que nos debe unir es la búsqueda de la paz y la vida digna en el Catatumbo, es decir, unos intereses colectivos mucho más importantes que el mero interés particular.
Entonces, se hizo la reunión luego del asesinato de esos dos integrantes del Frente 33…
Sí, y el 7 de diciembre nos reunimos campesinos, campesinas, gente de la Iglesia y organizaciones sociales —aunque no todas, porque algunas brillaron por su ausencia— para hacer un llamado a la paz. Sin embargo, poco más de un mes después, el 16 de enero, se dio una masacre contra excombatientes de las antiguas FARC, empezando el baño de sangre indiscriminado que continúa en el hermoso y bello Catatumbo.
¿Y fue el ELN?
Claro, el que empieza a causar los primeros muertos es el ELN. Y, de hecho, varias personas me alcanzan a avisar y me dicen “pilas que el ELN empezó a matar gente”, pues ya había matado a cuatro personas y retenido a otras 12 excombatientes que después, a las 4 de la tarde, fueron también asesinadas.
Y mientras tanto, los ex-FARC de la disidencia, ¿qué?
Todo fue un asalto a mansalva, por ejemplo, en Convención, Teorama y en toda esa parte, pues no hubo enfrentamientos sino asesinatos a mansalva. Mejor dicho, no se puede hablar de combate porque por ahí no había nadie para combatir.
Entonces, no era un enfrentamiento entre guerrillas, sino un ataque a la población civil…
Sí, muchos medios y analistas han afirmado que se presentó un enfrentamiento, pero eso es mentira, porque si hubiéramos oído ruidos de metralletas o bombas lo habríamos dicho. Lo que pasó es que hubo quien nos avisó de lo que estaba pasando para que pudiéramos escapar y, por ejemplo, en mi caso pude hacerlo con mis hijos, mis tres sobrinas y mis dos hermanos.
¿Y cómo fue ese momento? ¿Por dónde salió? ¿Hacia dónde fue?
Ese ha sido el momento más angustiante, desagradable y degradante de mi vida, porque uno siente que se acaba todo: el trabajo, la construcción de paz que es desangrada por los violentos, los sueños, los vínculos personales y comunitarios…
Pero, puedo pecar de ingenuo, me vuelvo a preguntar por qué el ELN llega con esa violencia, ¿cuál es la razón?
Para un buen intérprete es claro que cuando hay dos poderes y uno se siente más fuerte, ese es el que quiere quedarse con todo. Así, la antigua FARC, en su proceso de reincorporación, desocupó una región que había ocupado por casi 40 años. A su vez, el ELN, que también llevaba como 40 años ahí y en algún momento había perdido fuerza, se dispuso a recuperar lo que consideraba suyo. Es que la guerra está cruenta y se está disputando en todo el país, con golpes durísimos para todos los lados. Así, si el ELN pierde posiciones en los Montes de María o en Nariño, busca recuperarlas en el Catatumbo y así sucesivamente.
Pero había habido, digamos, una tensa paz anterior que se rompió…
Seguro que con los cambios de mandos y personas al frente de estos grupos, empezaron las nuevas acciones. Y la pelea es, y usted lo sabe muy bien, por la obtención de recursos, rentas y finanzas, y en vez de intentar negociar y encontrar espacio para todos, como la disputa es tan fuerte en todas partes, lo que tratan es de monopolizar todo, incluso los bienes de los demás, las fincas de los demás, la extorsión, los corredores para mover de todo. Ese es el contexto real…
Tengo entendido que antes había una presencia del ELN en el Catatumbo que más o menos era de entendimiento con estos grupos herederos de las FARC, y que por eso los que llegaron del ELN vienen de Arauca pasando por encima de los “elenos” que estaban en el Catatumbo, ¿eso es cierto?
Bueno, yo no puedo confirmar completamente eso, aunque hay muchos indicios de que lo que está pasando es efectivamente así. Ahora, pasa que la comandancia del ELN que había en la región y que uno conocía era gente con la que se hablaba y conciliaba, además, con relaciones que se fortalecían al estar tanto tiempo allí; por el contrario, es obvio que cuando llega alguien de otra parte, que no tiene ningún sentido de pertenencia hacia el lugar, actúa diferente y en muchos casos con el objetivo de aterrorizar a todo el mundo. Es que, si usted tiene arraigo por un lugar, por su gente, a la que conoce y con la que incluso hay viejos lazos de todo tipo, deja ver cierta consideración; en cambio, lo que ha pasado recientemente en el Catatumbo es que entró una gente de otro lugar sin consideración alguna con lo que había.
¿Y el Ejército y las Fuerzas del Estado, qué?
Ahí sí me voy para atrás, porque las cosas han cambiado mucho. De hecho, recuerdo que el gobierno de Pastrana no dijo nada cuando los paras entraron al Catatumbo en 1999 a cometer masacres y generar desplazamientos. En el 2002, ganó Uribe y ya los paramilitares estaban en el Catatumbo donde se dieron masacres tremendas en 2002 y 2003, que son esas que le dije que fueron lideradas por Mancuso, que volaba en helicóptero por toda la región con el permiso de las fuerzas armadas. Por eso, mucha gente veía a los militares como enemigos, pero en el gobierno actual, las cosas son diferentes, pues ya no le tenemos miedo a esas fuerzas que han sido las que nos han rescatado. Esto quiere decir que el Ejército, al que antes veíamos con desconfianza, es ahora uno al servicio de la gente, por lo que ya no sentimos temor sino todo lo contrario. Creo que es un gran logro de este gobierno y su Ejército que entendieron que salvando vidas se vive mejor y se ganan a la sociedad.
¿Y, para protegerlos a ustedes, qué han hecho las Fuerzas Armadas?
He oído que están brindando seguridad las 24 horas, pero no sé cómo interpretar las cosas de aquí para adelante. Además, en albergues y escenarios deportivos, están respaldando a la gente.
Pero, ¿qué ha sabido sobre las acciones de las Fuerzas Armadas contra los grupos que han generado esta ola de violencia?
Espero que se tomen las medidas correctas que permitan que mucha gente pueda regresar a su tierra sin temor de que le vaya a pasar algo malo.
En otras noticias: Petro publicó supuesta ubicación del ELN en Catatumbo y envió mensaje a ese grupo
Muchos vimos el video que grabó y envió pidiendo ayuda de manera desesperada…
El 16 de enero, en horas de la tarde, ya habían asesinado a dos firmantes de paz: John Fredy Carrascal García y Carlos Carvajalino Quintero, y se anunciaba que seguiría el baño de sangre por todo el Catatumbo. Por eso, hice un video llamándole la atención al Presidente de la República, porque mi historia es la de un defensor de derechos humanos que todavía puede levantar la voz, y el video tuvo eco, pues, no solo yo, sino más personas fuimos recogidos para escapar. Así, a las 11 de la mañana nos recogió un helicóptero y, a pesar de que la situación climática no era fácil, nos rescató en la montaña donde estábamos. Fuimos 18 personas que salimos gracias a mi mensaje, las cuales, incluyéndome, si no hubiéramos logrado salir, hoy seríamos víctimas mortales de esa violencia.
Usted es un líder social y defensor de derechos humanos, pero también un líder cocalero, una actividad que todavía es estigmatizada por algunos sectores. Yo sé que hubo en años anteriores y hasta hace poco una situación muy difícil porque el precio de la coca estaba por el piso, pero se fue recuperando…
A veces pienso que esa crisis se dio como retaliación, es decir, como una campaña territorial para que los campesinos dejaran de sembrar lo que había sido hasta el momento la base de su sustento. Total, a pesar de tanta cosas, le cuento que en el municipio de Convención hay un balance de 170 mil plantas de cacao que no las ha ayudado a sembrar ni el gobierno, ni el programa de sustitución gradual y concertado, ni en la parte baja en Tibú y Sardinata el PNIS (Plan Nacional integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos), pero es que la gente tomó conciencia de que había que hacer una transformación agraria por cultivos lícitos, como el cacao que ha sido el cultivo más sobresaliente en el país en cuanto a ganancias y recursos para sobrevivir como campesinos con una vida digna; también los cultivos de palma han tenido éxito. Pero los violentos no quieren ver eso y arrasaron con todo para quedarse con la coca y también los cacaos de la región.
¿Pero son iniciativas gubernamentales o de la misma gente?
No, señor, son iniciativas de las comunidades, de cada quien en su comunidad.
Al tiempo, el precio de la coca se restableció…
Por un tiempo, la coca llegó a pagarse a millón doscientos o millón quinientos, pero en octubre del año pasado se restableció el precio pasando de 1 millón 750 mil pesos a 2 millones 800 mil pesos. De hecho, el 15 de enero, nos confirmaron que por dos mil gramos de la pasta base estaban pagando 2 millones 800 mil pesos. .
¿Y quiénes restablecieron eso?
Los mismos compradores que ellos tienen.
¿Y por qué cree que esos precios se restablecieron?
Ese precio se mejoró para que la gente tuviera una total calma y no hubiera el descontento que había anteriormente, ya que cundía un desespero porque la gente se iba y varios negocios se estaban acabando, quebrando y cerrando. De pronto, aparecieron los compradores pagando otra vez a buenos precios, por lo que los cortes que se estaban acabando se empezaron a restablecer.
¿Pero cuál cree que fue la causa primordial para que eso pasara?
Eso es como una telaraña en la que hay que meterse para poderla describir, total, al empezar a mejorar el precio, la gente no necesariamente ha sembrado más, pero sí va a querer ponerla de mejor calidad. Y, claro, pasa una cosa fundamental que es que el gobierno no ha entrado con la política gradual de sustitución, a diferencia de muchos campesinos que sí lo hacemos, pues recogemos y sembramos gradualmente por nuestra propia cuenta para tener recursos siempre.
No obstante, el gobierno de Petro llegó planteando una mirada diferente, no de estigmatización sino de desarrollo al campo por lo que se hicieron presentes funcionarios prometiendo muchas cosas: industrializar, no estigmatizar, construir vías de , crear centros de acopio… y eso se hizo en un momento en el que el precio de la coca estaba por el piso, al punto de que ni estaban comprando, entonces, ¿por qué cree que hasta el momento no se han cumplido esas promesas?
Eso hay que verlo con atención, porque el gobierno de Petro ha querido transformar el país e industrializar incluso la mata de coca y los territorios cocaleros, pero entiendo que todavía no ha habido gente idónea para impulsar eso. Creo que en el gobierno hay gente cuyo discurso es revolucionario —y lo digo en el sentido de revolucionar el campo y las estructuras de poder—, pero en realidad es lo contrario, es decir que es contrarrevolucionaria y contraria a las políticas de cambio en la región.
¿Por qué dice eso?
Porque no deja de ser desconcertante ver que en el gobierno hay gente que hemos conocido desde hace mucho tiempo acompañando muchas de nuestras luchas históricas, pero que, así no cambie su discurso, se comporta completamente al contrario de lo que han pregonado toda la vida, bloqueando, incluso, los cambios necesarios para este país.
¿Enemigos internos?
Ese es el problema, porque Petro puede decir que va a comprar millones de hectáreas para los campesinos cocaleros y todos los desplazados, pero los opositores, tanto del centro democrático, como esos revolucionarios de papel, no lo van a dejar. Eso usted lo pudo ver en muchos de los planes de sustitución y en esas entidades en los que hubo gente que no hizo nada, ya fuera porque no tenía el interés de hacerlo o no tenía la capacidad, no solo técnica sino emocional.
¿Y ahora quién compra la coca en el Catatumbo?
¿Pues quién puede estarla comprando si solamente quedaron ellos?
¿Pero no hay otros grupos? Es decir, ¿no hay remanentes del grupo de Megateo o del Clan del Golfo del que han dicho que quiere entrar?
No, por allá en el Catatumbo en estos momentos lo que está es el ELN y los grupos que vienen de las FARC. De hecho, las FARC en su momento iban a comprar otra vez, pero solo a recibir porque las FARC no compran, sino que reciben y viven del impuesto, como el ELN que dice lo mismo.
Dicen eso, pero están metidos bien arriba en varios eslabones de la cadena…
Total, son los que le ponen precio a todos los materiales y las cosas que hay.
Entonces, en este momento los que mueven esto son los guerrilleros, es decir, el ELN y los que se autodenominan FARC…
Pues que se diga que uno ve a un guerrillero comprando, no, pero ellos tienen a su gente para eso, sus fichas claves, aunque ese tema es, obviamente, delicado.
¿Y qué cree que va a pasar si ya se habla de casi 100 muertos y más de 40 mil desplazados, es decir, cifras tremendas que no se vivían desde los tiempos de las AUC?
Las cifras son peores, pues son casi 80 mil desplazados y más de 200 muertos, con niños perdidos en las montañas. Hay comisiones de la Junta de Acción Comunal buscando personas.
Usted, por supuesto, tiene la preocupación de que más personas de su familia siguen allá…
Claro, es que allá siguen mis hermanos y sobrinos que no han podido salir; eso, claramente, me angustia mucho.
¿Y qué espera, Carmito, para el futuro próximo?
Francamente, que haya una retoma del Catatumbo y que se le devuelva el territorio a los campesinos que hemos tenido que huir. Claro que todo eso en este momento es muy difícil, porque al haberme declarado “objetivo militar” no será fácil volver, al menos pronto. Espero que quienes puedan regresar hagan su vida en el hermoso Catatumbo y yo tal vez migraré a otra parte donde sea posible morir en paz.
De todas formas, y viendo tantas complicaciones con los denominados cultivos de uso ilícito, ¿no le parece que las políticas de sustitución de cultivos ilegalizados van a fracasar inevitablemente, salvo excepciones, porque precisamente esa ilegalidad hace que se pague mucho mejor que por productos legales?
Yo siempre dije, y lo sigo diciendo, que mientras el gobierno no siente a los campesinos que cultivan la coca y les pregunten qué es lo que necesitan, garantizándoles, además, el desayuno, el almuerzo y la comida, que es lo que el campesino desea, es imposible lograr un verdadero cambio en este tema, porque pasarán siete mil gobiernos y seguirá habiendo hectáreas de coca, ya que esta es la que lleva a la paciente al médico, lleva al niño a educarse, mejor dicho, la coca ha sido, al menos en muchos territorios de Colombia, el gobierno de los pobres…
En territorios que, así se les destinen recursos, han sido abandonados a su suerte por mucho tiempo…
Claro, porque si el Presidente no permite que los que saben formen parte y guíen, muy difícilmente se podrá transformar una región cocalera. Es que los que sabemos de la coca somos los campesinos y las campesinas, y usted en un computador no sabrá nunca lo que es eso, ni cómo se saca ni cómo se da…
* Petrit Baquero es historiador y politólogo. Autor de los libros El ABC de la Mafia. Radiografía del Cartel de Medellín (Planeta, 2012) y La Nueva Guerra Verde (Planeta, 2017).
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