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“Se ordena realizar consejo revolucionario de guerra en ausencia a los del antiguo Secretariado que continúan en el amañado proceso de paz”. Esta es la sentencia contenida en un documento que el grupo armado ilegal, liderado por Iván Mordisco, denominó Conclusiones del Pleno del Estado Mayor de esa organización. Luego de innumerables diatribas y discursos justificatorios de la actual violencia que azota al país, el grupo concluye el extenso texto sentenciando a muerte a quienes firmaron el Acuerdo Final de Paz, han cumplido con sus compromisos y han liderado, durante los últimos ocho años, el proceso de reincorporación y la materialización del Acuerdo.
¿Desde cuándo hacer la paz convierte a alguien en objetivo militar? Las muertes continúan, y bajo los lemas de “traidores”, “informantes” y “antirrevolucionarios”, el ELN, el Clan del Golfo, las disidencias de Calarcá, La Marquetalia, los Comandos de Frontera y el grupo de Mordisco han justificado el asesinato de más de 460 firmantes del Acuerdo y de miles de líderes sociales. Solo en Semana Santa fueron cuatro las víctimas fatales, de un total de 19 en lo que va corrido de 2025. Entre ellas se encuentra Carlos Ángel Arango, quien en los últimos años participó activamente en uno de los procesos más significativos de restauración con comunidades y víctimas en el corregimiento de San Adolfo, municipio de Acevedo, Huila, donde firmantes de paz llevaron a cabo numerosas acciones para reparar la estela de daños dejada por más de 20 años de conflicto.
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A la desolación que trae consigo la muerte y el destierro se suma la impotencia de cientos de comunidades y víctimas que trabajan de la mano con los firmantes en los territorios para sentar las bases de la reconciliación y la no repetición. El trabajo de reconciliación en San Adolfo no puede quedar en el olvido, y mucho menos el esfuerzo cooperativo que impulsaban los firmantes con las comunidades en los espacios de reincorporación del departamento del Meta, antes de ser desplazados forzadamente en medio del fuego cruzado de los grupos armados que se disputan el territorio.
El presidente Gustavo Petro tiene razón: la representación del Estado no le ha dicho toda la verdad al Consejo de Seguridad de la ONU. Por más esfuerzos que haga el actual gobierno, superar años de incumplimientos gubernamentales —sumados a las barreras impuestas por la institucionalidad estatal— impide que temas como la reforma agraria avancen más allá de las 160 mil hectáreas adquiridas en estos dos años. Esto exige también una mirada autocrítica sobre las falencias en la arquitectura institucional y las demoras en la implementación del Plan Estratégico de Protección y Seguridad, especialmente por parte de gobernaciones y alcaldías.
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Las garantías de seguridad y la expansión de los grupos armados en el territorio siguen siendo el talón de Aquiles del actual gobierno. Las improvisaciones y la anteposición de la política gubernamental de “Paz Total” frente a la política de Estado consignada en el Acuerdo de Paz de 2016 han traído consecuencias lamentables. El plausible anuncio sobre la creación de una zona de ubicación temporal en el municipio de Tibú, Norte de Santander, para la estructura armada autodenominada Frente 33, exige necesariamente la activación de todos los mecanismos pactados en 2016, priorizando la vida, la permanencia en el territorio y el proceso de reincorporación integral.
El presidente tiene todo en sus manos. La Corte Constitucional se lo recordó mediante la sentencia sobre el estado de conmoción interior. Superar la crisis humanitaria pasa por implementar los mecanismos del Acuerdo de Paz: no hay nada que inventar, solo hay que fortalecer. Las partes firmantes ya dieron el primer paso ante la comunidad internacional. Luego de más de cinco meses, se reunió por primera vez en 2025 la Comisión de Seguimiento a la Implementación del Acuerdo (CSIVI), donde se acordó un plan de trabajo priorizado que incluye la construcción y promoción del Pacto Nacional por la Convivencia, así como acciones contra la estigmatización. Las buenas intenciones están sobre la mesa; ahora, solo queda andar el camino del Acuerdo.
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