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Uno de los principales problemas es lo retórico. La violencia en los territorios por supuesto tiene matices estructurales, pero parte de cualquier cantidad de discursos y sofismas para justificarse y lo hacen para buscar que los crímenes, tiendan a ser imperceptibles con la ayuda del afecto local político y se convierta en otro problema que finalmente agrava la situación. Esto ya lo había planteado Maquiavelo en su Príncipe: “se asciende al principado por un camino de perversidades y delitos”, lo cual imposibilita la denuncia y defensa directa del territorio, que para (Peñate 1999) no es más que la extensión de un clientelismo armado.
El departamento del Magdalena tiene 7 representantes entre Senado y Cámara y, uno más, el hijo de Jorge 40 que se hizo a una de las curules de la paz en representación de las víctimas. También tiene 30 alcaldes en ejercicio de sus funciones, bueno salvo el destituido (pero firmando) alcalde de Sitionuevo. Asimismo, una gobernación, con un gobernador con un pie en la destitución y aunque varios de ellos istran sus municipios desde el Atlántico, la tendencia quizá no sea el ausentismo; sin embargo, esto que pareciera ser un bloque político medianamente sólido realmente es una amalgama de interés disímiles en la que no hay espacios ni posibilidades de atacar de frente la cadena delictiva. Se guarda un silencio cómplice y solo se habla de violencias cuando se va a atacar a un contrario político.
Hace pocos meses unos profesores denunciaron amenazas y salieron a las calles. Otros han relatado que para poder dar clases (es decir: enseñar a hijos o quizá familiares) de de los grupos armados tienen que pagar hasta $70 mil pesos mensuales de su salario. En las carreteras y vías terciarias pululan los peajes. Les cobran a los carros, motos, bicicleta y hasta para hacer trekking o senderismo y esto último, aunque técnicamente está soportado en la falta de intervención en las vías por parte del Estado, la gobernación, municipios o distrito, lo cierto es que son una forma de control ausente de cualquier revisión fiscal y, ahora, la tendencia comercial a un único proponente como parte de un régimen totalitaristas en el que solo uno está autorizado para comercializar un producto.
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Los investigadores del conflicto armado en el Caribe colombiano están llegando a la conclusión de que territorios como Santa Marta, Ciénaga, Zona Bananera y Fundación, volvieron a 1998 con la conformación del proyecto AUC -Autodefensas Unidas de Colombia- y el Bloque Norte de las ACCU -Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá- y esto reafirmaría un poco la teoría de Mario Caciagli en su libro sobre Clientelismo, corrupción y criminalidad organizada, en la que al analizar a la mafia siciliana muestra cómo la pervivencia de una estructura criminal puede sobrevivir en diversos períodos históricos porque sostienen códigos de honor, rituales y valores que les permiten funcionar con coherencia. Añadiría: porque sostienen vínculos políticos y empresariales.
La SN -Sierra Nevada- tiene técnicamente 4 caras en conflicto. La cara A (oriental) entre Santa Marta y Palomino con una gobernanza sólida y estructurada a la que no hay que hacerle nada. Se sostiene solo el conflicto. La cara B (también oriental) entre Palomino y San Juan del Cesar, que no tiene todavía una supremacía ni una gobernanza criminal y le tienen que imprimir mucha violencia y sevicia (la mayoría de los cuerpos desmembrados 18 de 23 son de ahí). La Cara C, (Occidental) entre Ciénaga y el Copey, donde se concentra la mayor disputa entre EGC y ACSN y la Cara D, entre Bosconia y Valledupar, donde hace pocos días se avistó un grupo del frente 6 de Diciembre del ELN. En teoría está tranquila esta zona, aunque con presencia del EGC.
Entonces, ¿Cómo vamos a hablar de Paz Territorial? Esto no se puede simplificar ni pensar en una propuesta generalizadora. Algo así como que la estrategia de implementación de la Cara A, tiene que funcionar para B, C y D. Es más ¿Cómo se articula con las ACSN y el EGC que, aunque tienen una estructura neo-paramilitar de base, resuelven sus conflictos a balas?
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La realidad es que la Paz Territorial tiene muchas sombras y muchos silencios y no cuenta con un apoyo regional político decidido y esto no se puede hacer sin contar con ellos, que gústenos o no son ordenadores de gasto y hacedores de política pública. Son ejecutores de la paz territorial, aunque muchos de ellos actúan y fungen como auspiciadores.
El departamento no se puede llenar de crímenes imperceptibles y la paz territorial necesita más que un impulso de voluntades. Necesita de compromisos, lecturas y agendas territoriales, de un mecanismo de verificación y seguimiento y de un diseño acorde a las violencias estructurales pasadas que definen comportamientos territoriales.
Hoy esto está estancado, ¿se puede retomar? Sin lugar a dudas: toda apuesta hacia la paz no es un tiempo perdido y pese a las adversidades salvar vidas y evitar que las heridas de la guerra sigan creciendo es una decisión en la dirección correcta, pero hay que actuar decididamente con unos mínimos humanitarios que tienen que ser transversales independientemente de si se está negociando o no.
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