Antes de que una gota salga por los grifos de los hogares capitalinos ha pasado por horas de tratamiento y procesos de medición constantes, que la convierten en una de las aguas mejor tratadas de Latinoamérica, como lo demuestran las pruebas diarias de potabilidad. Pero no siempre es así y es propensa a cambios, por factores que, según la temporada del año, inciden en su calidad y en su confiable color cristalino.

Por Juan Camilo Parra
