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La Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Empresa de Renovación y Desarrollo Urbano (RenoBo), adjudicó las obras de intervención integral de dos edificios patrimoniales del Complejo Hospitalario San Juan de Dios: Santiago Samper y Enfermedades Tropicales, declarados Bien de Interés Cultural del ámbito nacional.
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Con una inversión total aproximada de 24.900 millones de pesos esta obra hace parte del plan de recuperación y conservación del conjunto arquitectónico, que busca revitalizar este emblemático lugar, respetando su valor histórico y patrimonial, mientras se prepara para albergar servicios de salud modernos, en alianza con entidades como la Secretaría de Salud y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.
¿Para qué se usarán?
Según dio a conocer RenoBo, el edificio de Enfermedades Tropicales será intervenido por el Consorcio Prohacer 25, con un presupuesto estimado de $12.928 millones, mientras que el edificio Santiago Samper estará a cargo del Consorcio SJD 2025, con una inversión aproximada de $12.031 millones. Ambos contratos incluyen impuestos y costos asociados a la ejecución.
Una vez restaurados, ambos edificios serán destinados a actividades de docencia e investigación, integrando el legado científico del pasado con la formación de nuevas generaciones de profesionales en salud.
Su historia
El edificio de Enfermedades Tropicales, construido entre 1933 y 1935 por el arquitecto Pablo de la Cruz, fue clave en el estudio de enfermedades como dengue, malaria y leptospirosis.
A lo largo del tiempo ha tenido múltiples usos desde laboratorio especializado en enfermedades infecciosas y sala de autopsias en los años 50, hasta pabellón de hospitalización, quirófano, consultorios y servicio de dermatología en décadas posteriores. Incluso funcionó como morgue, bodega de sueros y almacén general, siendo un nodo operativo vital del complejo hospitalario.
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Por su parte, el Edificio Santiago Samper, construido entre 1922 y 1926 —también como parte del proyecto del arquitecto Pablo de la Cruz— fue pionero en la lucha contra el cáncer, albergando uno de los primeros institutos especializados en oncología del país.
A lo largo de su historia, albergó laboratorios de bacteriología, química, hematología y anatomía patológica, así como un auditorio, museo médico y salas de consulta y procedimientos especializados.
Su último uso, antes del cierre del hospital, incluyó funciones de laboratorio de patología y contó con escenarios académicos como el Auditorio Carrión y el Auditorio de Endocrinología.
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Por Redacción Bogotá
