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Cada vez más personas se sienten atrapadas en un ciclo interminable de trabajo, rutinas apretadas y responsabilidades que apenas dejan espacio para respirar. En un mundo que aplaude la productividad constante, tomarse vacaciones puede parecer un lujo… pero ¿y si en realidad fuera una necesidad biológica? ¿Y si desconectarse del trabajo durante unos días pudiera, literalmente, alargar su vida? Un estudio publicado en The Journal of Health and Longevity analizó si las personas que toman vacaciones regularmente viven más tiempo.
Para entender la relación entre descansar y vivir más tiempo, El Espectador conversó con el doctor Elías Zambrano, psicólogo clínico y experto en neurociencia del estrés de la Universidad Javeriana. “Las vacaciones no son un lujo, son un salvavidas. Estamos programados para alternar entre trabajo y descanso, así como entre vigilia y sueño. El problema es que la sociedad moderna ha roto ese ciclo natural”, señala Zambrano. Según él, ignorar sistemáticamente la necesidad de desconexión tiene consecuencias acumulativas en el cuerpo y la mente.
El estudio citado, liderado por investigadores de Finlandia y Estados Unidos, analizó a más de 1.200 hombres de mediana edad durante un periodo de 40 años. Aquellos que se tomaban vacaciones de al menos tres semanas al año mostraron una reducción del 37 % en el riesgo de muerte prematura, en comparación con quienes tomaban menos de una semana al año. “Los datos son contundentes”, afirma Zambrano. “Las personas que no se toman vacaciones acumulan estrés crónico, que eleva la presión arterial, debilita el sistema inmunológico y acelera el envejecimiento celular. Con el tiempo, esto puede llevar a enfermedades cardiovasculares, ansiedad severa, depresión y, en última instancia, acortar la esperanza de vida”.
Para comprender cómo las vacaciones impactan en la salud, hay que mirar dentro del cuerpo. El sistema nervioso simpático —encargado de la respuesta al estrés— se activa cuando estamos bajo presión: sube la adrenalina, el corazón late más rápido, y los músculos se tensan. Esto es útil en situaciones puntuales, pero si se mantiene activo por semanas o meses, comienza a dañar el organismo.
“Una semana de vacaciones permite desactivar ese estado de alerta constante”, explica Zambrano. “Durante el descanso, se activa el sistema parasimpático, que regula funciones como la digestión, la regeneración celular y el sueño profundo. Es como un botón de reinicio”. El experto señala que incluso antes de salir de viaje, la sola anticipación del descanso comienza a producir dopamina, el neurotransmisor del placer. “Nuestro cerebro se prepara para desconectar. Y esa preparación ya es terapéutica”, enfatiza.
¿Vacaciones largas o escapadas frecuentes?
Una de las preguntas más comunes que surgen a partir de estos hallazgos es si es mejor tomarse unas vacaciones largas una vez al año, o hacer pausas más frecuentes, pero cortas. El estudio finlandés no ofrece una respuesta definitiva, pero Zambrano tiene una opinión al respecto: “Lo ideal sería un modelo mixto. Las vacaciones prolongadas —de dos o tres semanas— permiten una desconexión profunda, sobre todo cuando se cambia de entorno, como viajar a otra ciudad o país. Pero también es muy beneficioso realizar pequeñas escapadas durante el año, incluso de dos o tres días. Lo importante es que el cerebro perciba que hay un corte real del estrés cotidiano”. Zambrano menciona que en países como Dinamarca o Suecia, donde la cultura laboral promueve un mayor equilibrio entre vida y trabajo, la esperanza de vida supera los 82 años, en parte gracias a la valoración del descanso. “No es casualidad que en esos países la gente viva más y sufra menos trastornos de ansiedad”, apunta.
Un error común, según el especialista, es confundir vacaciones con simplemente estar en casa sin trabajar. “Si uno se queda en casa pero sigue pendiente del correo electrónico o resolviendo asuntos domésticos, no hay descanso real. Las vacaciones deben implicar una desconexión tangible de la rutina. Incluso si no se viaja, es importante cambiar de ambiente, buscar experiencias nuevas, disfrutar del ocio sin culpa.” El concepto de ocio sin culpa ha ganado popularidad entre los psicólogos. Se refiere a la capacidad de disfrutar momentos de descanso sin sentirse improductivo. “Nos han enseñado que descansar es perder el tiempo, pero es todo lo contrario. Descansar es recuperar energía para ser más creativos, sanos y eficaces a largo plazo”, afirma el doctor.
¿Qué pasa si no puede tomar vacaciones?
No todos tienen la posibilidad de viajar o desconectarse por largos periodos, especialmente en contextos de crisis económica. ¿Significa eso que están condenados al estrés crónico? “No necesariamente”, aclara el doctor. “Vacacionar no siempre implica viajar. Lo fundamental es desconectarse de las obligaciones laborales y permitirse tiempo de calidad. Puede ser leer un libro en un parque, hacer caminatas en la montaña, meditar o practicar yoga en casa. Lo importante es que el cuerpo y la mente salgan de la rutina y experimenten placer y tranquilidad.” En ese sentido, recomienda pequeñas prácticas diarias como el microdescanso consciente: cinco minutos sin pantallas, en silencio, respirando profundamente. “Esto no reemplaza las vacaciones, pero ayuda a mantener a raya el estrés mientras llegan”.
Las empresas también ganan
El beneficio de las vacaciones no es exclusivo del individuo. Las empresas también se ven favorecidas. Estudios demuestran que los trabajadores que toman descansos regulares son más productivos, cometen menos errores y tienen menos licencias por enfermedad. “Es una inversión en capital humano”, concluye el doctor. “Empresas más humanas, que valoran el descanso, tienen mejores resultados a largo plazo. El agotamiento es caro; la prevención, más rentable”. Algunas compañías han comenzado a implementar políticas como los “viernes cortos”, semanas laborales de cuatro días y descansos pagados adicionales. Incluso en América Latina, donde tradicionalmente se trabaja más horas, hay una creciente tendencia hacia políticas laborales más flexibles.
El mensaje es claro: tomar vacaciones no es un capricho, ni un signo de flojera, sino una necesidad biológica, psicológica y social. Las vacaciones prolongan la vida no porque tengan un poder mágico, sino porque permiten que el cuerpo y la mente hagan lo que mejor saben hacer cuando no están bajo presión: sanarse, renovarse y vivir plenamente. Como dice Zambrano: “Vacacionar no es evadir la vida, es reconectarse con ella. Y si algo nos enseña la ciencia, es que vivir no debería ser solo sobrevivir, sino disfrutar del viaje… literalmente”.