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Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado la clave para prolongar la juventud. Desde el mito de la fuente de la eterna juventud hasta los avances más recientes en biotecnología, el deseo de vivir más tiempo y en mejores condiciones ha sido una constante. Sin embargo, en la realidad, el envejecimiento es un proceso inevitable y complejo que no afecta a todas las personas por igual.Algunas personas llegan a los 80 años con energía y lucidez, mientras que otras comienzan a experimentar deterioro físico y cognitivo mucho antes. La genética, el estilo de vida y el entorno social juegan un papel clave en la manera en que cada individuo envejece, lo que ha llevado a los científicos a replantearse una idea que antes parecía incuestionable: la edad cronológica no siempre refleja la verdadera edad biológica.
Hoy sabemos que el envejecimiento no es un fenómeno lineal y uniforme. Es un proceso que ocurre a diferentes ritmos y está marcado por cambios en el organismo que no siempre coinciden con el número de años vividos. ¿Por qué algunas personas envejecen más rápido que otras? ¿Podemos intervenir en este proceso para ralentizarlo? ¿Cómo influyen las condiciones sociales y económicas en la longevidad? Para responder estas preguntas, El Espectador habló con el gerontólogo Ricardo Benavides, quien ayudará a entender las implicaciones hallazgos de distintas investigaciones y cómo se pueden aplicar para mejorar la calidad de vida en la vejez.
Las “olas” del envejecimiento: un estudio de la Universidad de Stanford (2020)
Uno de los estudios más reveladores sobre el envejecimiento fue realizado en 2020 por la Universidad de Stanford y publicado en Nature Aging. Esta investigación analizó los cambios moleculares en 108 individuos sanos de entre 25 y 75 años. En lugar de un deterioro constante, los científicos identificaron picos específicos de envejecimiento acelerado en tres edades clave: los 34, los 44 y los 60 años. El doctor Michael Snyder, director del Centro de Genómica y Medicina Personalizada de Stanford y autor principal del estudio, explicó: “No solo estamos cambiando gradualmente con el tiempo; hay algunos cambios realmente dramáticos que parecen ocurrir en momentos específicos de la vida.” Este hallazgo sugiere que el envejecimiento no ocurre de forma lineal, sino en “olas” de aceleración. Durante estos periodos, el cuerpo experimenta cambios importantes a nivel metabólico, inmunológico y celular, lo que puede aumentar la vulnerabilidad a enfermedades crónicas.
Según Ricardo Benavides, este descubrimiento podría revolucionar la medicina preventiva:
“Si sabemos que el cuerpo experimenta estos picos de deterioro, podemos diseñar estrategias específicas para cada etapa. No es lo mismo cuidar la salud a los 30 que a los 60. Cada fase requiere un enfoque distinto.” Los cambios identificados en cada edad están relacionados con diferentes procesos biológicos. A los 34 años, se observa un ajuste metabólico que puede estar relacionado con el ritmo de vida acelerado. A los 44 años, hay un aumento en proteínas vinculadas a enfermedades cardiovasculares y metabólicas, lo que sugiere una disminución en la capacidad del organismo para procesar grasas y alcohol. Finalmente, a los 60 años, se observa un deterioro significativo del sistema inmunológico, lo que explicaría la mayor vulnerabilidad a enfermedades crónicas.
Benavides enfatiza que estos descubrimientos pueden ayudar a desarrollar estrategias para ralentizar el envejecimiento en cada fase: “Si podemos identificar cuándo ocurren estos cambios y qué los desencadena, podemos intervenir con hábitos de vida, suplementos o incluso terapias médicas que ayuden a ralentizar el proceso.”
La percepción de la vejez: ¿cuándo dejamos de ser jóvenes?
La percepción del envejecimiento ha cambiado con el tiempo y varía según la cultura. En 2023, la Universidad de Stanford publicó un estudio que determinó que la vejez comienza oficialmente a los 78 años, basándose en cambios en las proteínas en sangre. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que la vejez inicia a los 74 años. Estos números contrastan con la percepción social. Un estudio del Pew Research Center realizado en 2023 en Estados Unidos encontró que los jóvenes de 18 a 29 años creen que la vejez comienza a los 60 años, mientras que los adultos mayores de 65 años consideran que empieza a los 75 años. Para Ricardo Benavides, la edad en la que se considera que alguien es “viejo” depende más de la actitud y el estilo de vida que de un número exacto: “Hemos visto a personas de 80 años que tienen más energía y vitalidad que alguien de 50. La clave está en cómo cada persona afronta la vida. La vejez no es solo un tema biológico, también es psicológico y social”.
El sociólogo Andrew Scott, coautor del libro The 100-Year Life, también ha señalado: “La percepción de la vejez ha cambiado drásticamente. En el pasado, llegar a los 60 años significaba estar en la recta final de la vida. Hoy, muchas personas a esa edad están comenzando nuevos proyectos, emprendiendo o viajando”. Benavides coincide y enfatiza: “Uno de los mayores desafíos de nuestra sociedad es dejar de ver la vejez como un final y empezar a verla como una etapa más de crecimiento”.
La desigualdad en el envejecimiento: el impacto del estatus socioeconómico
El envejecimiento no afecta a todas las personas de la misma manera. Un estudio publicado en Nature Medicine en 2024 por la University College London reveló que las personas con mayores ingresos y niveles educativos presentan menores signos de envejecimiento biológico en comparación con aquellos en situación de pobreza. El estudio analizó muestras de sangre de más de 5,000 personas y midió los niveles de proteínas relacionadas con la inflamación, el estrés oxidativo y la función inmunológica. Los resultados fueron contundentes: “Las personas en situación de pobreza tienen, en promedio, un envejecimiento biológico equivalente a 4-7 años más que sus pares con mejores condiciones económicas”.
Benavides explica que esto ocurre porque el entorno social influye directamente en la salud: “Si una persona vive con estrés constante por problemas económicos, no tiene a una alimentación saludable o no puede pagar atención médica preventiva, su cuerpo lo resiente. El envejecimiento se acelera cuando el organismo está expuesto a condiciones adversas de manera prolongada. ”Este hallazgo pone en evidencia la necesidad de políticas públicas que reduzcan la brecha en salud y bienestar. La inversión en educación, a una alimentación saludable y atención médica preventiva pueden marcar la diferencia en cómo envejecemos como sociedad. “Si queremos que más personas lleguen a la vejez con salud, no basta con decirles que coman bien y hagan ejercicio. Hay que garantizar que tengan los recursos para hacerlo”, afirma Benavides.
Los estudios analizados muestran que el envejecimiento no es un proceso uniforme, sino que ocurre a diferentes ritmos y está influenciado por múltiples factores. Más allá de la biología, la percepción individual y el contexto social juegan un papel clave en cómo se envejece . Según Snyder: “Comprender estos cambios nos permite identificar posibles intervenciones que podrían ralentizar el proceso o prevenir enfermedades asociadas a la edad”.
Benavides concluye con un mensaje claro: “El envejecimiento no es sinónimo de decadencia. Si entendemos mejor sus mecanismos y tomamos decisiones informadas, podemos llegar a edades avanzadas con plenitud y bienestar”. El reto no es solo vivir más años, sino hacerlo con calidad de vida. La ciencia nos ha dado herramientas para comprender el envejecimiento, ahora es momento de aplicarlas para que más personas puedan disfrutar de una vejez saludable y digna.