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A medida que el ser humano pasa los 50 o incluso los 60 años, muchas personas se preguntan: ¿Qué viene ahora? Para algunos, es una etapa que huele a jubilación y silencio. Para otros, un renacer de oportunidades, autoconocimiento y disfrute. Lo cierto es que esta nueva fase vital puede ser tan intensa y plena como la juventud, si se aborda con intención y preparación.
El doctor Mateo Ferrer, gerontólogo y experto en envejecimiento activo, lo resume así: “No se entrena para no morir, se entrena para vivir con sentido. Después de los 50, uno puede estar entrando en las décadas más lúcidas y sabias de la vida, pero eso solo sucede si el cuerpo, la mente y las emociones han sido cuidados como aliados, no como obstáculos”.
El enfoque, entonces, no es prepararse para la vejez como una etapa terminal, sino para disfrutar con plenitud el camino que aún queda, cualquiera sea su duración.
El primer frente de trabajo es físico. Ferrer dice: “No se trata de evitar la muerte, sino de evitar dejar de vivir por dolores, limitaciones o dependencias que sí son evitables”.
Desde los 30 años las personas comienzan a perder masa muscular, y esa pérdida se acelera con el tiempo. Esto puede derivar en dificultades para moverse, caídas, dolores crónicos o incapacidad para disfrutar actividades simples como viajar, bailar o jugar con los nietos. La solución es comenzar a entrenar el cuerpo con amabilidad, pero con intención.
“Una persona de 60 años que hace sentadillas, camina a buen ritmo y mantiene su equilibrio, está ganando independencia para seguir disfrutando la vida. Cocinar de pie sin dolor, subir escaleras con fuerza, viajar sin agobio… todo eso es calidad de vida, y se entrena” señala Ferrer.
El equilibrio, en particular, es una joya olvidada. “Entrenar el equilibrio reduce caídas, y una caída puede significar que usted deje de viajar, de bailar, de caminar solo. Hacer tai chi, yoga, o simplemente pararse sobre una pierna todos los días unos minutos ya es un entrenamiento valioso”.
Después de los 50, el aprendizaje puede tener un sabor distinto. Ya no se estudia por obligación, sino por puro deseo. Y según Ferrer, eso es un regalo que muchos no aprovechan. “El cerebro envejece mejor cuando se mantiene en constante reto. Aprender un idioma, leer libros exigentes, resolver problemas o incluso jugar con nietos a videojuegos puede ser una excelente gimnasia mental”.
Pero el entretenimiento mental no es solo pasatiempo: también es prevención. “Activar la mente reduce los riesgos de deterioro cognitivo. Hay que leer, debatir, estudiar, y sobre todo aprender cosas nuevas. Aprender a tocar un instrumento a los 60 no es una locura: es medicina para la memoria”.
Dormir bien también entra aquí. El sueño de calidad mejora el ánimo, la memoria y hasta la salud cardiovascular. Y no es lujo: es higiene mental.
Emociones fuertes para una vida sabrosa
Con el paso del tiempo, lo emocional toma más protagonismo. Después de los 50, muchas personas enfrentan pérdidas, cambios de rol, despedidas y preguntas profundas sobre el sentido de su vida. Ferrer invita a ver esto como una oportunidad: “No es una crisis. Es una apertura. Uno empieza a separar lo esencial de lo rio. La clave es entrenarse emocionalmente para aceptar, soltar, agradecer y reconectar”.
Para Ferrer, muchas personas maduran emocionalmente solo cuando cruzan la mitad del camino: “Empiezan a decir más lo que sienten, a cuidar menos las apariencias y a buscar relaciones más auténticas. Es un proceso hermoso si se vive conscientemente”.
Una práctica que recomienda es escribir: diarios, cartas, historias personales: “Escribir ayuda a procesar emociones, a darle sentido a lo vivido y a imaginar el futuro con libertad. A cualquier edad, pero sobre todo cuando uno ya tiene mucho que contar”, dice el experto.
La verdadera red: los vínculos
Aquí entra uno de los tesoros más infravalorados del envejecimiento activo: las relaciones humanas. “Después de los 50, los vínculos no deberían debilitarse. Deberían fortalecerse. Quien logra sostener amistades, grupos, afectos, familia o incluso nuevas conexiones, está apostando por una vejez feliz”.
Ferrer explica que la soledad es un factor de riesgo tan grave como fumar: “Estar acompañado no es solo un privilegio emocional, es salud física y mental. Reunirse con amigos, bailar, reír, conversar… son formas de medicina preventiva que no cuestan un peso. A los 80, lo que importa no es cuántas cosas acumuló, sino a cuántas personas puede llamar si necesita hablar”, resume Ferrer.
A diferencia del modelo tradicional de “retírese y descanse”, Ferrer propone un enfoque de vida activa y placentera. “Después de cierta edad, no hay por qué parar. Se puede aprender a bailar tango, iniciar un emprendimiento, ser voluntario en una causa, viajar, enamorarse, escribir un libro. Todo eso es entretenimiento, pero también salud”, asegura el doctor.
Entrenarse no es castigo. Es construir condiciones para disfrutar. “Entrenarse es preparar el cuerpo para bailar sin dolor, la mente para recordar lo aprendido y las emociones para celebrar lo que queda”.
La etapa madura de la vida no tiene por qué ser un lento declive. Puede ser una escalada sabia, poderosa y alegre, si se la habita con preparación y entusiasmo. Entrenar cuerpo, mente, emociones y vínculos no es una urgencia médica: es un acto de amor propio hacia el presente y el futuro.
“Hay personas que después de los 50 empiezan a vivir con una libertad que nunca tuvieron en la juventud. Y eso es posible porque entrenaron su interior para que la edad no se les viniera encima como un muro, sino como un viento a favor” concluye Ferrer.
