
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Científicos de la Universidad Nelson Mandela, la Universidad de Ciudad del Cabo, Stellenbosch y Oxford, en colaboración con organizaciones de conservación y autoridades sudafricanas, publicaron esta semana los resultados de uno de los estudios más completos sobre la protección de rinocerontes en África. Su investigación demuestra que descornar a estos mamíferos puede reducir la caza furtiva hasta en un 78 %, una cifra que contrasta con la efectividad limitada de otras estrategias multimillonarias.
El estudio, que abarcó seis años de datos en la región del Gran Kruger, Sudáfrica —hogar de una cuarta parte de la población de rinocerontes del continente—, fue publicado en la revista Science y evaluó la efectividad de distintos métodos usados para frenar la caza ilegal. Entre ellos se encuentran patrullajes con helicópteros, guardabosques armados, cámaras trampa y perros rastreadores.
Aunque estos enfoques tradicionales ayudaron a detectar cientos de cazadores furtivos, no mostraron una reducción estadísticamente significativa en la matanza de rinocerontes. En cambio, cortar los cuernos demostró ser una intervención mucho más eficaz y de bajo costo: representó solo el 1,2 % del presupuesto total destinado a la protección.
Para llevar a cabo el procedimiento, los animales fueron sedados cuidadosamente, vendados y protegidos con tapones auditivos, antes de que se les retirara el cuerno con una sierra eléctrica. El cuerno, hecho de queratina (el mismo material de las uñas humanas), vuelve a crecer naturalmente, por lo que los animales deben ser descornados cada 18 a 24 meses. Por ahora, los científicos consideran que el procedimiento es seguro y con bajo riesgo para la salud de los animales.
“Quizás debamos replantearnos nuestros objetivos”, señaló el Dr. Tim Kuiper, autor principal del estudio, en diálogo con The Guardian. “Detectar a cazadores furtivos no parece tener un impacto real en las cifras. El descornado, en cambio, elimina el incentivo mismo”.
Además, el equipo resaltó que, aunque el procedimiento deja un pequeño muñón, algunos cazadores siguen dispuestos a matar por esa porción restante. Por eso, advierten, el método no debe verse como una solución definitiva, sino como una medida de reducción de riesgo.
También preocupa el efecto que puede tener esta intervención en el comportamiento de los animales. Investigaciones previas con rinocerontes negros mostraron que, tras ser descornados, los animales se volvían más tímidos y reducían su rango de movimiento, probablemente porque el cuerno cumple funciones clave para marcar territorio y competir por pareja.
Sharon Haussmann, reconocida conservacionista sudafricana y coautora del estudio, fue clave en la coordinación entre científicos, comunidades locales y funcionarios. Falleció inesperadamente durante el desarrollo del proyecto. Kuiper la recordó con respeto, destacando su capacidad para unir sectores históricamente enfrentados.
También, el estudio ofrece una pregunta que va más allá de los datos: ¿un rinoceronte sigue siendo un rinoceronte sin cuerno?. Kuiper no lo responde directamente, pero plantea que el objetivo no es perpetuar el descornado por cien años, sino enfrentar las causas de la caza furtiva, entre ellas la demanda en mercados ilegales asiáticos donde se cree, erróneamente, que el cuerno tiene propiedades medicinales.
🌳 📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre el ambiente? Te invitamos a verlas en El Espectador. 🐝🦜
