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La pesca de arrastre, en términos muy generales, es utilizada tanto por pescadores artesanales como industriales y consiste en arrastrar gigantescas redes por el fondo marino. Sin embargo, como lo han advertido diversos estudios científicos en los últimos años, esta práctica tiene importantes efectos negativos sobre el fondo oceánico y las plantas, animales y microorganismos que lo habitan.
Recientemente, el científico y presentador británico David Attenborough, en la película OCEAN, recopiló las primeras imágenes que muestran los devastadores efectos de este tipo de pesca en tiempo real.
En las fotografías se pueden ver cómo los cefalópodos (un tipo de invertebrado marino) y las rayas huyen del muro de cuerda y metal que avanza por el fondo marino, destruyendo todo a su paso. Esto, dijo Attenborough en su página web, es “una imagen desgarradora. Si salvamos el mar, salvamos el planeta”.
Como lo explicamos en este artículo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) resaltó en uno de sus informes que uno de los principales problemas de la pesca de arrastre es el alto porcentaje de captura incidental, es decir, la captura no intencionada de especies de peces que no son el objetivo de la pesca.
Esto, aseguraba la FAO, “representa un impacto negativo adicional a las poblaciones y una pérdida de beneficios futuros”, pues, como anotó Attenborough, “los barcos se abren paso a través del lecho marino, destruyendo casi todo a su paso, a menudo buscando una sola especie”
Otra de las imágenes satelitales publicadas por Attenborough muestra a un barco de arrastre bajando su red mientras avanza por el lecho marino. Durante el recorrido, puede observarse cómo levanta columnas ondulantes de sedimento, creando estelas de devastación.
En algunas zonas, dijo Attenborough, las “estelas de sedimentos se extienden por decenas de kilómetros, y cada una marca la destrucción de un ecosistema que puede tardar años en recuperarse. Los barcos se abren paso a través del lecho marino, destruyendo casi todo a su paso, a menudo buscando una sola especie”.
En opinión del británico, desde la superficie es muy difícil evidenciar las consecuencias de esta práctica pesquera, por lo que, añadió, han permanecido ocultas a la vista. Hasta ahora.
Un análisis de Trisha Atwood, investigadora de la Universidad Estatal de Utah (Estados Unidos), y su equipo encontró que esta práctica estaba liberando cientos de millones de toneladas de dióxido de carbono —acumulado durante milenios— al océano. Para dimensionarlo, decía Atwood, “es un volumen de emisiones similar al de la aviación”, que en 2022 aportó el 2,5 % de las emisiones mundiales de CO₂.
Con este reportaje, dice el Attenborough, pretende hacer un llamado para proteger el océano. En esta labor, enfatizó, no se trata de estar en contra de la pesca. Por el contrario, añadió, este “es el medio de vida de millones de personas en todo el mundo, y a menudo son esas mismas personas las que más desean mejorar la conservación de los recursos oceánicos. Se trata de encontrar una forma responsable y sostenible de trabajar”.
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